11. Casi idénticas
María Teresa queda anonadada por esta situación. El reojo que le da Luis Ángel a esta nueva mujer da incentivo para conseguir una mirada capaz de sobrellevar esto. ¿Su novia…? —Ni siquiera sabías que estabas aquí —es lo que responde Luis Ángel una vez comprueba que efectivamente, es una de sus socias de la compañía—. Pudiste avisar, Angélica. —Oh, sabes que yo no necesito eso. Vine por mi cuenta a buscarte, amor —Angélica susurra lo último casi en la oreja. Al saber que están siendo observados por María Teresa, suelta el brazo de Luis Ángel y la mira, de arriba hacia abajo, pero aún así sonríe—. ¿Puedo ayudarte en algo? —¿A mí? No, no, señorita —luego mira a Luis Ángel—. Perdón, señor. Disculpe que lo moleste —y se apresura a irse, agarrando las mantas con fuerza. Su cara está roja por la vergüenza, quizás más de lo que puede controlar, porque no esperaba encontrarse con una situación idéntica a esa misma. ¡Por supuesto que no! Pues, ¿En que estaba creyendo? ¡Es un hombre rico! —Es
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