18. Nuestro hijo

—¡Papá! ¡Por favor…! Respóndeme. ¡Alguien que me ayude! ¡Alguien!

Los gritos de la mujer se oyen a metros. María Teresa necesita tranquilizarla pero ¿Cómo hacerlo? Si su padre está colapsando sobre sus brazos.

—¡Óscar! —exclama María Teresa—. ¡Ayúdanos! ¡Pide ayuda!

—¡Señor Ricardo! —y entonces expresan los jardineros y carpinteros de la casa grande hacia el señor—. ¡Una ambulancia! ¡Rápido!

—¡Papá! —la preocupación inunda las facciones de la hija del señor Ricardo.

La mayoría de los trabajadores ayudan al cuerpo inerte del hombre para subirlo al único carro.

—Debo ir con papá —dice la mujer, ya acercándose hacia el carro. Se gira hacia María Teresa—. Perdoname. Pero ¿Podrías avisarle a Luis Ángel…?

—Como guste, señorita —balbucea María Teresa. Y al ver las lágrimas del Abigail, se saca el pañuelo que conserva de su pequeño y se lo estira—. Todo lo que usted pida…

—¡Abigail! —oyen detrás de ellas. Reconoce ese rostro, es aquel doctor Escalonte—. ¿¡Qué sucede?!

—Pablo, mi papá, está
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