22. Su verdadera madre

—¡Patrón! —expresa Imelda.

María Teresa siente que desfallece. ¿Y si lo dice? ¿Cuáles cosas son las que ella sabe…? Perderá la cordura. ¡Lo hará!

—Es que…

—¡Imelda tan sólo dice eso por diversión! —responde Rosario de repente, incrementando aún más la pesada tensión frente a Patricio Torrealba—. Si, patrón. Nada más. No se preocupe.

—Es verdad —María Teresa observa de reojo al señor Patricio. Con las fuerzas necesarias asiente a su vez—. Imelda sólo me estaba fastidiando.

Imelda mueve ese gesto de disgusto hacia ella pero sigue otra vez la mentira.

—Es cierto, patrón —termina diciendo.

Patricio Torrealba infla el pecho en señal de irritación.

—Entonces dejen sus parloterías. Aborrezco que cuchicheen por aquí. ¡Es la hora de su trabajo! No hora de estar por los pasillos hablando de cosas sin sentido. ¡Ahora largo!

—Patrón —Rosario se despide, tomando del brazo a María Teresa

—¿No lo sabe, patrón? —Imelda se detiene abruptamente, pero con la cabeza agachada, observándola—. María Tere
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