—¿Hola?—Delu, ¿cómo estás?Maël se sentó a orillas del colchón con los brazos en sus muslos y me observó hablar. —Bien. ¿Qué sucede? —La llamada era tan inoportuna, como casualmente bizarra.—Mira, te llamo para preguntarte si pasó algo con Circo.Arrugué bastante las cejas.—Ehh, nop. ¿Por qué lo preguntas? —Miré el techo y suspiré.—Es que vi que el cronograma de la obra se detuvo, y pensé en preguntarte si se debía a algo malo.—No, nada malo. Solo es un descanso de temporada porque luego vienen otras presentaciones y la gira —informé, mirando a Maël para que lo recordara. No hubo expresión en su rostro y antes de que existieran, salí de la habitación sin preocuparme en cubrir mi parcial desnudez.Ya cuando estuve segura en la cocina, pregunté:—¿Es por eso que me llamas? Es extraño que lo hagas.Le escuché suspirar.—Quería preguntarte si quieres venir al cumpleaños de mamá. —Cerré los ojos. Por Dios, pensé que ya había dejado de intentar algo conmigo—. Ella me preguntó por nos
Me pareció buena idea arrancar en esa aventura yendo a comprar algunas cosas necesarias para el apartamento. Como Maël había dejado su camioneta en Viana, salimos en el carro que Joao le prestó y asistimos a una feria de electrodomésticos que se desarrollaba en la ciudad para aprovechar buenos precios. Ambos pagamos por todo, no hubo riñas de quien ponía más dinero o no, lo que me fascinó porque fue espontáneo.La nevera, una cama amplia para nosotros y una cama individual para el cuarto de huéspedes, esdecir, para Joao. Pensé que a Maël le fastidiaría irse de compras, pero resultó ser al contrario y por su parte. Y por suparte, él no pensaba que yo me metería de lleno con todo aquello. Me hizo feliz mirar entre artículos para el hogar, pasando toda la mañana y parte del medio día recorriendo el almacén y eligiendo bártulos.Desde la tarde hasta la noche, estuvimos recibiendo al camión de la feria con nuestros encargos, acomodando todo, limpiando, ordenando, sacudiendo, escuchando mús
Estiré los brazos hacia arriba de mi cabeza para explayarme, y le pedí:—Escucha.La canción que sonaba terminó y Nr.9 comenzó a rellenar el espacio, el mismo tema que me hizo llorar en Mafalaia.Maël sonrió precioso, mordiéndose los labios.—Necesitaba agradecer aquel regalo de algún modo. —Separé mis piernas lentamente, arrastrando los altos tacones por toda la encimera.Miró mis pies y su mandíbula se apretó. Ahora estaba serio y algo sorprendido. Me di cuenta que no sabía muy bien cómo proceder.Llevó sus manos hasta mis piernas y las sobó, resbalando las palmas sobre mi piel aceitada. Muslos, rodillas, pies... Allí pasó algo. Se detuvo en seco y algún pensamiento, quizás de él dentro de mí, le hizo reaccionar.Se sacó la franela que cargaba puesta en un ágil movimiento y sentí el centro de mi placer calentarse a toda potencia. La idea de haber sorprendido a un jovencito se esfumó por completo porque en un chasquido de dedos tuve frente a mí a un hombre en toda regla.Su cuerpo… Y
Acostados en nuestra nueva cama, entrelazados de una forma espectacular, dprmimos un poco, despertando ya entrada la noche.—¿Cómo organizaste lo de Liesje?A Maël le gustaba poner su cabeza sobre mí. Bien sea en mis piernas o sobre mi abdomen.Despegó su cara de entre mis senos y se alzó para mirarme con soñolencia.—¿Joao te contó que fui yo?—Sip.Sonrió de medio lado y se removió hasta quedarse boca arriba. Pasó una mano por su cara. —No creo que te haya contado todo. —Acomodó su almohada para poder verme mejor—. Sabía que te gustaba Hooverphonic, y desde hace tiempo. Una vez te escuché cantando una canción de ellos mientras entrabas a la casa cuando vivíamos en Viana. Y otro día mientras cocinabas, colocaste el celular en altavoz y te paseaste por allí entonando algunas otras.Lo miré sopesando la información.Suspiré, recordando aquellas ocasiones donde me la pasaba calculando sin cesar el momento en el que él apareciera. Evité que el corazón se me saliera por saber que me habí
Me despertó un beso en la espalda y el picor subió por mi columna.—Mmmm —gemí complacida—. ¿Estás bien?—Discúlpame por lo de antes. —Me plantó un beso en la mejilla—. Sé que te preocupas por mí, pero todo está genial.Me giré hasta colocarme de lado y sobé su cara de forma lenta y tierna.—Estás disculpado. —Dejé un beso en sus labios y lo miré por un largo rato, mientras él enrulaba un mechón de mi cabello con uno de sus dedos—. Eres hermoso, ¿ya te lo había dicho? Te miro aquí y no me lo creo.Sonrió como me encantaba que lo hiciera, embelesado, y acercó sus labios a los míos para regalarme su buen estado de ánimo.—Tengo hambre, ¿quieres comer algo? —me preguntó.—Mmm, no sé. ¿Qué vas a preparar?—Tampoco sé. Tenemos cereal, huevos, pasta... —Se rascó la cabeza y lanzó una mueca circunstancial. Se le veía tan bello, su emoción era preciosa—. ¿Unos panes, tal vez?Me eché a reír mientras se levantaba.—¿Todo eso junto?—¿Qué? No me presiones, no soy mamá. Una sola cosa, elige.Me
—¡ESTÁS LOCA!Más risas.—Dios mío, tu cara… —Negué con la cabeza y tuve que apoyarme a la encimera—. Parecías un conejo frente a un cazador.—¡Será frente a una bruja! Delu, estás loca. —No podía parar de reírme, me dolía el estómago y el pecho—. ¡Pensé que de verdad me clavarías el cuchillo! —Eché la cabeza para atrás y me desgrané como ordinaria—. Pero, ¿qué diablos te pasa?—Ay señor… Diosito, dame fuerzas… —Intenté calmarme, secándome las lágrimas e intentando respirar—. Lo siento.—¡¿Qué lo sientes?! ¡No me des esos sustos, coño!—Es que me encanta molestarte…—Pues, deja de hacerlo.De nuevo la risa que pensé me mataría, pero pegué un grito cuando se abalanzó a mi cintura y comenzó a hacerme cosquillas.—¡No, no, no!Siguió empecinado en clavarme sus garras en lugares súper sensibles, pero de pronto y desde atrás, agarró uno de mis senos y me lo pellizcó.—¡AY! —Manoteé su mano y me giré—. ¡Oye, chico, eso duele!—Te lo mereces por loca.—¡Que te estaba gastando una broma! —Sis
—¿Vas a salir?Maël se despertó viéndome meter varias cosas en mi bolsa y trajinando de un lado para el otro.—Las llaves, el maquillaje... —mencionaba cada objeto checando que estuviesen conmigo.Salí de la habitación y caminé hasta el salón, abrí las persianas para que entrara la luz de la mañana. Detrás, venía un poderoso chiquillo somnoliento, limpiándose los ojos y peinándose con los dedos o desordenándolo, no sé qué era lo correcto.—Son las 7:00 de la mañana y es domingo, ¿a dónde vas?Me acerqué hasta él y le di un besito.—Disculpa que te haya despertado. Sé que los domingos es tu día de levantarte tarde, pero debo irme ya para la casa.—¿Pasó algo?—Debo ordenar unas cosas allá antes de viajar.Eso lo despertó por completo.—¿Viajar a dónde?Abrí la nevera y tomé una jarra plástica… VACÍA. La saqué con rabia. «Van tres veces en una semana». Me giré como el exorcista.—Maël, no hay ni una gota de agua para beber, ¿qué te cuesta llenarla?—Joder, sí que estás refunfuñona hoy.
Le pedí el carro prestado a mi madre para viajar a Castelo. Emprendí camino a las 18:00 horas del domingo para llegar a buen tiempo. Odiaba manejar de noche por aquella carretera, por eso lo hice temprano.Logré reservar en un hotel cerca de la villa Saravia. No pensaba quedarme a dormir en ninguna de las casas de mi ex.Usé un vestido rojo por encima de la rodilla y de mangas cortas. Mi cartera y la misma chaqueta de cuero que usé para el concierto en Mafalaia. Coloqué música en el reproductor con la idea de relajarme y apartar de mi mente la conversación que tuve con mamá. Pasé por una tienda de vinos para comprar uno como regalo. Ya lista para pagar me entró una llamada, era Maël.—Hola, nene.—Niñita, ¿por qué no te vas conmigo? Llegando allá nos dividimos, —Next! Ya voy en viaje.—Ah.—Bueno, no exactamente.—¿Dónde estás? ¿Te busco?—No, tranquilo, uso el carro de mamá.—Bueno, baby, no hay remedio. Tomaré carretera entonces. Al parecer es una gran celebración con sonido de am