¿Amor o síndrome de Estocolmo? ¿Qué hacer cuando anhelas a alguien completamente indebido? Libia Musso, una romántica empedernida, siempre ha soñado con la familia que nunca tuvo. Con la idea de algún día encontrar a su hombre perfecto, su príncipe azul, y lucha por la irremediable atracción que tiene por los patanes. Un día se embarca a Brasil para cerrar un trato con Tiodor Lison, un CEO con un temperamento muy fuerte, un hombre cruel, cínico, manipulador, que está asqueado de la incompetencia, un tipo nada agradable, cuyo único objetivo es vengarse de Elena Musso. Libia es consciente que Lison no es bueno, sabe que no es el héroe que viene a salvarla; más bien el villano con la mente retorcida y sádica que la capturó. Una irracional atracción y un ajuste de cuentas. ¿Las bestias no se enamoran, o si?
Leer másTiodor sostenía el teléfono sobre su oído. —Te contaré todo en cuanto el asunto termine… —le susurró con un timbre suave, que solo utilizaba con ella. —No —Libia ni siquiera lo dejó terminar—. Creí que esa etapa donde hacías lo que querías conmigo ya había acabado. Pensé que esto era diferente, pero veo que no. —Libia. —No, Tiodor, no quiero escuchar nada. Haz lo que tengas que hacer, a tu modo, como siempre —le espetó y colgó la llamada. Lison sintió tensión en los hombros. Anheló con todo su ser concluir con ese “asunto”. Había llegado el momento de dejar de quitar las fastidiosas telarañas y matar a aquella molesta araña, culpable del desastre: Joan Román, el causante de sus problemas. Finalmente, ese día se desharía de él y todo acabaría. Tiodor miró el reloj en su muñeca. Pasaron cuarenta minutos desde que habló con su esposa. Para ese momento, sus hombres ya debían haber terminado el trabajo. La rata escurridiza debía estar en el almacén de la calle Aldama. Sujetó su
—¿Mi teléfono? —preguntó con molestia. —Sí, señora —respondió el joven, apenado, mientras sus ojos seguían en el suelo. —¿Por qué? —El señor no me dio esa información. —¿Y si no quiero, qué vas a hacer? —se apresuró a indagar con la vista fija en él—. ¿Me lo vas a quitar a la fuerza? ¿Esas fueron las órdenes del “señor”? El guardia se quedó en silencio. —Yo solo cumplo con lo que se me pide, señora Lison. —Exacto. Lo has dicho muy bien. Yo soy la señora Lison. Y mis órdenes también son válidas —el rostro de Libia se adornó con una expresión fría. —Señora, por favor… —el joven apretó las manos en un puño. "Si no te lo quiere dar, debes quitárselo a la fuerza", la orden de su señor resonó en su cabeza—. Necesito su teléfono. —No te voy a dar nada —escupió Libia sin una pizca de miedo. El joven dio un paso al frente. —Si me tocas un cabello, te castraré yo misma —le aseguró sin moverse de su lugar. El joven soltó un suspiro. Resignado, se dio la media vuelta, no s
Libia observaba su rostro en el reflejo de su celular. Para ese punto, sería imposible mirarse en un espejo. Sabía que la mujer ojerosa, cansada y deprimida tras esa imagen la asustaría enormemente. «Ser madre es un…», negó con la cabeza en un intento de ignorar ese pensamiento. Su familia era hermosa. Su hijo, un niño cariñoso que la colmaba de abrazos, besos y dibujos. Su esposo, un hombre… peculiar, pero a su vez amoroso y responsable. Y ella, una mujer con una constante necesidad de llorar durante las siestas de su hija. Habían pasado dos semanas desde que despidieron a su antigua niñera. La razón era muy sencilla: parecía que tanto ella como su esposo eran blanco de gente “chismosa”, personas que se infiltraban y trataban de sacar información de su casa, de su paradero y, lo que de verdad le preocupaba, de sus hijos. Lison, su esposo, no podía cancelar así como así los viajes programados para atender distintos asuntos de negocios. En esa enorme casa, llena de ventanale
Tadeu, con sus seis años recién cumplidos, estaba sentado en la mesa del restaurante junto a sus padres, disfrutando de una comida familiar. El niño parloteaba alegremente sobre sus aventuras en la escuela y sus planes para el fin de semana, mientras Libia y Tiodor lo escuchaban con atención y cariño. En la mesa de al lado, se podía escuchar a una pareja discutiendo, ambos con los rostros encendidos. Tiodor les lanzó una mirada de reojo, pero decidió no intervenir. No era su asunto, y además, tenía algo mucho más importante en mente. La mesera se acercó a la mesa de la familia con una bandeja llena de platos humeantes. Con una sonrisa amable, comenzó a repartir la comida. ―Aquí tienen, un plato de pasta para la señora, una hamburguesa con papas fritas para el jovencito, y un filete de pescado para el señor ―dijo la mesera mientras colocaba cada plato frente a ellos. Tadeu miró el plato de pescado y preguntó con curiosidad: ―¿Ese es mi plato? La mesera rio suavemente y negó con la
Dos años y medio después, esa pequeña personita se había encargado de poner sus vidas de cabeza. Ahora, la más mínima cosa lo hacía llorar; a su vez, la mínima cosa le sacaba carcajadas.―Tadeu, amor, ven. Si te subes ahí, te vas a caer ―pedía Libia con voz dulce.―¡Pintinho! ―exclamaba el niño una y otra vez, como diciendo que ese era su verdadero nombre.El pequeño corría por toda la casa con solo su pañal puesto.―¿Por qué no trae ropa? El clima está fresco ―preguntó Tiodor.―Ya le puse ropa como mil veces. En un segundo lo vuelvo a vestir ―respondió Libia con un suspiro.―Déjame a mí, yo lo hago ―se ofreció Tiodor, sonriendo ante la energía inagotable de su hijo.***Tiodor estaba concentrado en su trabajo, tecleando en su computadora y revisando documentos importantes. El suave murmullo de la televisión en la sala de estar y el lejano sonido de Libia tarareando en la cocina creaban una atmósfera hogareña y tranquila. De repente, sintió un pequeño tirón en su pantalón que lo sacó
Era una noche oscura y tormentosa. Tiodor Lison se revolvía inquieto en su cama, mientras su esposa dormía plácidamente a su lado, con su vientre abultado por el embarazo. De repente, Tiodor se despertó sobresaltado, con el corazón acelerado y la frente perlada de sudor frío.En su pesadilla, se encontraba en el hospital, junto a la cama de Libia. Ella yacía pálida e inmóvil, con los ojos cerrados y el rostro sin expresión. A su alrededor, los médicos y enfermeras se movían frenéticamente, gritando órdenes y tratando desesperadamente de salvarla a ella y al bebé. Pero era demasiado tarde. Con un último suspiro, Libia se había ido para siempre, llevándose consigo a su hijo no nacido.Tiodor se sentó en la cama, tratando de calmar su respiración agitada. Desde que el doctor les había advertido sobre los riesgos del embarazo de Libia, las pesadillas habían sido una constante en sus noches. Cada vez eran más vívidas, más aterradoras.Libia se despertó y vio a su esposo sentado, con la mir
Daniel miraba la última transmisión de Libia Musso. El acuerdo había terminado, y ante la opinión pública habían tenido algo así como una relación, aunque en la vida real esto estaba muy alejado de la realidad. Horas después, el joven tocó el timbre de la casa de Libia, se sentía en deuda con ella y quería de alguna manera darle un obsequio como muestra de su gratitud.―Chico ―lo saludó Jairo, el imponente guardaespaldas de la familia Lison.―Le mandé mensaje a Libia ―explicó Daniel, pensando en cómo es que Tiodor Lison conseguía a sus empleados, ¿acaso hacía casting y ganaba el más aterrador?―. Buenas tardes, por cierto.―Pasa ―contestó Jairo con su marcado acento portugués, haciéndose a un lado para permitirle la entrada.Daniel se adentró en la lujosa residencia, quedándose atrapado en sus pensamientos. La casa de Libia era muy bonita, elegante y siempre irradiaba calidez. Los muebles de diseño, las obras de arte en las paredes y la iluminación perfecta creaban un ambiente sofistic
Lo primero que llegó a la mente de Libia al despertarse fue un torbellino de recuerdos de la noche anterior. La fiesta de la familia de Lison, los juegos divertidos que habían planeado donde, en medio de risas y bromas, habían simulado casarse. Pero algo en su interior le decía que todo eso era solo una ilusión, un juego pasajero que no tenía repercusiones reales.Sin embargo, antes de que pudiera llegar a una conclusión, la voz de Tiodor resonó a su lado con una sonrisa de sorna.―"¿Qué tal la noche de casamiento, señora? ―dijo con un tono divertido, pero al mismo tiempo serio.Libia se quedó en shock por un momento, procesando las palabras de Tiodor. ―¿Qué? ¿Estás bromeando, verdad? ―preguntó, mirándolo con incredulidad.Pero Tiodor negó con la cabeza, manteniendo su sonrisa. ―No. Todo fue real. Firmamos el acta de matrimonio y ahora somos legalmente esposos ―explicó con calma.Un estallido de risas escapó de los labios de Libia, una risa que mezclaba incredulidad y asombro. ―¡No
Lison cortó la llamada de golpe, tenía ganas de despedazar el maldito aparato. —Te organizaron una bienvenida en casa de mi madrastra. —Se masajeó la sien, apenas volvía y esa estúpida gente ya estaba haciendo de las suyas.—Oh —exclamó Libia—, ¡que personas tan lindas!—Estúpidas querrás decir.—Es tierno que organicen algo por mi llegada… a mí me parece muy dulce.Lison soltó un suspiró, no tenían ni tres horas de haber llegado y su familia ya les agendó actividades para los próximos tres días.***A las 9pm, la casa de la señora Giselle se llenó de risas y música brasileña, mientras Libia se sumergía en la atmósfera festiva de la fiesta de bienvenida organizada por Katherine. Aunque Lison no estaba completamente convencido con la idea, Libia estaba encantada con la temática y la energía vibrante que llenaba el ambiente. Todos se portaban tan amables con ella y la trataban con tal calidez como si la conocieran de muchos años. Mientras disfrutaba de la música y los sabores exóticos