—¡Ya dije que no quiero comer! —gritó Libia.—Te he dicho que no mandas, ahora trágate la jodida sopa o te la meteré en la boca a la fuerza —rugió Lison, sujetando con firmeza el antebrazo de la joven.—Me duele, suéltame. — Forcejeó sin importar que se lastimara.—¿Qué tienes? ¿Por qué te comportas como una tonta? —Soltó a la chica y la fulminó con la mirada.—Porque no quiero estar aquí.—Dime qué pasa —exigió sin una pizca de paciencia.—Es que… —no pudo terminar su oración, sus mejillas se encendieron, era patética, solo a ella se le daba bien eso de enamorarse de un sádico.—¿Qué? —demandó saber con el ceño fruncido y los puños apretados.—Se va todo el día y me deja encerrada sin hacer nada —respondió.Tiodor acortó la distancia.—Te dije que saldrías de aquí, pero no acatas mis órdenes, ahora dime la verdad, ¿¡qué carajo está pasando!?—Ya le respondí, no voy a repetir las cosas, no soy un perico.—Tu estúpida e infantil manera de ser me tiene harto —escupió él.La mirada desafi
Libia despertó en la madrugada, se sorprendió al encontrar a Tiodor a su lado, lo contempló por un par de minutos, la expresión serena y el silbido que escapaba de su nariz, le robaron una sonrisa, nadie imaginaría que alguien como él podía verse tan pacífico. Era un tipo bastante guapo, en otros tiempos para nada su gusto, pues se inclinaba por hombres con rasgos no tan marcados. Patanes disfrazados de príncipes. Ella se mordió el labio, su estúpido corazón latió con fuerza. «¿Por qué siempre tengo que elegir mal?», se preguntó, dolida. Su mente de nuevo la traicionó, ya que se aferró a la idea que Tiodor podría cambiar, que dejaría de ser ese horrible ogro, gruñón y cruel, y que tras besarlo se transformaría. Cerró los ojos, repitiéndose lo idiota que era.A la mañana siguiente, Lison se levantó de la cama, ese día no iba a trabajar, pero tenía muy arraigada la costumbre de despertarse temprano. Miró a Libia de reojo, la chica seguía dormida con la boca entreabierta. Exhaló con pesad
—¿A cambio de qué? —preguntó con el rostro serio, jugando con sus manos, incapaz de tener contacto visual con él.—Tu ayuda, para acercarme a Elena Musso.—Usted no necesita mi ayuda para eso.—Sí, es muy astuta, y mi apellido resuena.Libia levantó la vista, el rostro de Lison se deformó en una mueca de odio.—¿Qué es lo que ella le hizo? —interrogó.Tiodor cerró los ojos por unos segundos. Se debatía entre contar algo tan personal o no.—Ella asesinó a una mujer muy importante en mi vida —soltó con la mandíbula tensa.Enseguida le llegó el recuerdo del álbum de fotos de la boda de Tiodor, aquella hermosa mujer de ojos verdes y cabello oscuro.—Su esposa… —dijo con un nudo en la garganta, incapaz de creer que su tía fuera un ser tan malo.Lison entrecerró los ojos.—No —respondió con voz seca—, ¿por qué llegaste a tan absurda conclusión?—Porque no sé nada, usted solo me tiene encerrada y lo único que me dice es que me quite la ropa. —Libia arrugó la frente, con ganas de tomar una de
Libia aceptó la propuesta, pues no tenía elección.Tiodor le informó que todo se iba a manejar como un rescate por parte de la policía de Sâo Paulo. Le repitió cientos de veces lo que iba a decir:«Viniste a encontrarte conmigo, me surgió un imprevisto, mi secretaria no pudo contactarte, la red de tu celular falló por estar en el extranjero, saliste del restaurante y unos tipos te abordaron, cuando despertaste, estabas en una habitació. Te mantuvieron encerrada, esperando para sacarte del país.Cuando creías que todo estaba acabado, una noche la policía irrumpió en la casa, te liberó y de inmediato supieron que eras Libia Musso, la chica que fue reportada cómo desaparecida».La joven respiró profundo, al recordar las indicaciones de Lison, al menos volvería a casa. Observó con atención las cuatro paredes que en un principio fungían cómo calabozo, pero que en poco tiempo, las sintió como su hogar. En el mundo exterior, se sentía intranquila, y aunque irónico, allí sintió un poco de paz.
—¿Cómo es que dieron con ella? —cuestionó uno de los oficiales al agente antisecuestros.—Recibimos una llamada anónima, fuimos hasta allá, y nos adentramos a la casa sospechosa en la madrugada.—Pero dicen que estuvo seis meses privada de su libertad, esa chica no se veía para nada enferma, o desaliñada. Hay algo que no me cuadra —dijo, entrecerrando los ojos.—Señor Benítez, no piense en eso, lo importante es que la chica está en casa.El hombre meditó por un momento. No tenía sentido planear un secuestro y luego soltar a la víctima sana y salva.Las versiones que se manejaron a la prensa y en medios virtuales, es que una de las más peligrosas bandas de trata de blancas había capturado a la heredera de los Musso. Al parecer fueron órdenes de algún admirador loco que quiso comprar a la joven y las cosas salieron mal. Tuvieron que retenerla ahí, esperando poder sacarla del país.—Los exámenes que se le hicieron no arrojan desnutrición, la víctima niega haber sido abusada sexualmente.—
Tiodor Lison salió de la oficina de proyección, cerciorándose que la cremallera de su pantalón estuviera arriba. Inhaló con fuerza y contuvo el aire unos cuantos segundos, luego lo expulsó por la boca, sintiéndose humillado. Perdió la razón por un par de ojos bonitos, y con la mínima provocación cayó ante sus encantos, cómo si fuese un animal en celo. Miró su reflejo en una de las ventanas, «patético». Con una mano se retiró el exceso de sudor de la frente y con paso firme salió de la empresa Musso.Libia se escondió en el cuarto de baño de los empleados. Se volvió a meter con Lison y eso era insano. Ya no estaba cautiva, era libre y por voluntad propia se entregó a ese monstruo.—Eres una estúpida —susurró, mientras unas lágrimas salían de sus ojos.Se enamoró de él, era indudable; pero una vocecita en su cabeza le gritaba que estaba loca.»Estoy enferma, tengo que curarme —se dio ánimos, enseguida se levantó del retrete, solo lo usó para sentarse y tener un momento de reflexión.Al
Recostada en la cama de un hotel, entre sábanas blancas, Libia se limpió el sudor de la frente, y luego se sentó sobre su trasero con la entrepierna dolorida. Cayó de nuevo en la tentación, otra vez entregó su cuerpo a Lison.—Tengo que irme —dijo, levantándose de golpe de la cama.El hombre miraba al techo con el ceño fruncido, y parecía no haberla escuchado.La muchacha agarró su ropa del suelo, y se la puso lo más rápido que pudo.»¿Dónde están los papeles? No quiero volver a encontrarme con usted —se apuró en decir, sintiendo un nudo en la garganta.Lison volvió su vista a ella.—La carpeta está en mi portafolio —dijo, todavía con el ceño fruncido—, el portafolio está en el buró.Libia ya se había terminado de poner sus prendas. Enseguida agarró el maletín y lo abrió, con manos temblorosas sujetó la carpeta.—Es la de color azul —informó Tiodor, dedicándole una mirada intensa.La muchacha buscó un bolígrafo, se recargó en el mueble, leyó el contenido de los papeles y firmó.—Eres
—Lo sé —respondió la muchacha, luego de un rato—, pero no puedo terminar mi alianza con el señor Lison, firmé unos documentos…—Sé que hay una forma de invalidar eso —dijo Elena, esta vez un poco más tranquila.Libia se encogió de hombros.»Habla con él y dile que pensaste mejor las cosas y no estás interesada en su propuesta. Qué si tantas ganas tiene de asociarse con la empresa Musso, que haga trato directo conmigo.—Bueno… —la joven contestó con un hilo de voz.—Por primera vez me siento agradecida de que mi hermano ya no esté aquí. —Elena miró con atención el rostro de su sobrina—, no te imaginas la tristeza que iba a sentir si viera en lo que te has convertido.Libia abrió los ojos, atónita, procesando con lentitud lo que escuchó.»No eres más que una promiscua, no hay alguien tan miserable como los que tienen que pagar por amor. No haces valer nuestro apellido. ¡Eres una fracasa!Libia sintió un inmenso dolor en su pecho, por un instante, imaginó que era su padre quien le dedica