Recostada en la cama de un hotel, entre sábanas blancas, Libia se limpió el sudor de la frente, y luego se sentó sobre su trasero con la entrepierna dolorida. Cayó de nuevo en la tentación, otra vez entregó su cuerpo a Lison.—Tengo que irme —dijo, levantándose de golpe de la cama.El hombre miraba al techo con el ceño fruncido, y parecía no haberla escuchado.La muchacha agarró su ropa del suelo, y se la puso lo más rápido que pudo.»¿Dónde están los papeles? No quiero volver a encontrarme con usted —se apuró en decir, sintiendo un nudo en la garganta.Lison volvió su vista a ella.—La carpeta está en mi portafolio —dijo, todavía con el ceño fruncido—, el portafolio está en el buró.Libia ya se había terminado de poner sus prendas. Enseguida agarró el maletín y lo abrió, con manos temblorosas sujetó la carpeta.—Es la de color azul —informó Tiodor, dedicándole una mirada intensa.La muchacha buscó un bolígrafo, se recargó en el mueble, leyó el contenido de los papeles y firmó.—Eres
—Lo sé —respondió la muchacha, luego de un rato—, pero no puedo terminar mi alianza con el señor Lison, firmé unos documentos…—Sé que hay una forma de invalidar eso —dijo Elena, esta vez un poco más tranquila.Libia se encogió de hombros.»Habla con él y dile que pensaste mejor las cosas y no estás interesada en su propuesta. Qué si tantas ganas tiene de asociarse con la empresa Musso, que haga trato directo conmigo.—Bueno… —la joven contestó con un hilo de voz.—Por primera vez me siento agradecida de que mi hermano ya no esté aquí. —Elena miró con atención el rostro de su sobrina—, no te imaginas la tristeza que iba a sentir si viera en lo que te has convertido.Libia abrió los ojos, atónita, procesando con lentitud lo que escuchó.»No eres más que una promiscua, no hay alguien tan miserable como los que tienen que pagar por amor. No haces valer nuestro apellido. ¡Eres una fracasa!Libia sintió un inmenso dolor en su pecho, por un instante, imaginó que era su padre quien le dedica
Libia agarró su móvil, y cuando miró la pantalla se dio cuenta de que eran las dos en punto de la madrugada. Lison parecía muy quieto, como si no se hubiera movido de su lugar en toda la noche. Los encuentros con él siempre eran de otro mundo, desde la primera vez que estuvieron juntos, la chica mostró abiertamente su conducta masoquista. Quería curarse de verdad y le ponía empeño a ello, pero Tiodor era el tipo de hombre con el que no debía meterse, eso la hizo encapricharse más con la idea de ser su heroína, aquella mujer que lo hiciera volver al buen camino. La muchacha se levantó de la cama y salió a su pequeña estancia, se sentó en el sofá y con la mirada perdida comenzó a morderse las uñas. En su mente repasaba los acontecimientos. Odiaba lidiar con Lison, o al menos de eso se convencía.—¿Qué haces despierta a esta hora? —interrogó Tiodor con los ojos hinchados, sin una pizca de pudor ante su desnudez.—No puedo dormir con un oso gigante en mi cama —respondió ella, sacándose el
Dos semanas después…Libia meditó lo que pasó la noche anterior, eso era como una cita, claro al estilo Lison, eso significaba algo retorcida y extraña. La muchacha revisó su celular, tal como lo sospechó, tenía un mensaje de Tiodor, en el que le decía que se iría de regreso a São Paulo, pero antes de eso quería verla. La joven sintió su pecho apretujarse. El tipo le demostró ser bastante inestable, y quizá una semana antes, podía alejarse y hacer como que nada pasaba, pero ahora sentía que el hombre se metió en cada uno de sus poros. Ya había dejado de ser solo sexo. Estar con él era complicado, sin embargo, alejarse significaba una verdadera tortura. No tenían una relación como tal, el nombre más acertado sería compañeros de cama. Para su tonto corazón eso fue suficiente. Él no se comportaba romántico, y al terminar de estar juntos, reiteraba su plan de venganza, pese a todo el cosquilleo en su estómago estaba ahí. Con manos temblorosas sujetó de nuevo su teléfono, para en esta ocasi
Un par de días más tarde, Libia miró la pantalla de su móvil, leyendo incontables veces el mensaje que Lison le había mandado.“Estoy poniendo todo mi empeño para regresar esta semana”Bien, no era lo más romántico que alguien le había escrito, pero al menos mostraba las ganas que tenía de volver a verla. Por otro lado, Elena Musso no paraba de bombardearla con llamadas y mensajes amenazantes:“No creas que te saldrás con la tuya, así que dile a tu amante que más le vale estar preparado porque lo voy a meter preso”Libia movió la cabeza de un lado a otro, no quería más riñas, de modo que si se mantenía lejos de su tía, todo iba a estar bien.La tarde de ese día recibió la visita de Natalia, la mujer estaba muy inquieta, pues sin darse cuenta la muchacha vivía episodios de aislamiento. Según la psicóloga que la atendía, era algo normal en personas que habían pasado por el trauma de ser privadas de su libertad, aun así, Rodríguez no quiso esperar a que ese estado empeorara.—Hola, perdó
Libia parpadeó varias veces, lo que dijo su amiga debía ser una broma.—¿De qué estás hablando? —interrogó, soltando una risita.—Los vi salir de la oficina de tu tía, le pregunté a Patricia, el brasileño resultó ser un don Juan —dijo con sarcasmo—, le ha estado mandando flores y chocolates, de verdad que hay hombres interesados y luego está ese tipo.—Él no me avisó de su regreso —soltó, tratando de encontrar mentira en las palabras de Natalia.—Libia, yo lo vi, no fue una alucinación.—Mi tía recibe obsequios de muchas personas, no tiene por qué ser de él.La mujer resopló, sintiendo que le hablaba a la pared.—¿Sabes qué? Olvídalo —dijo, indignada y finalizó la llamada.La joven se quedó atónita mirando el teléfono. Lo suyo con Tiodor no era algo formal, aun así, hay principios básicos, cómo no tirarse a la tía de tu amante en turno. Natalia no tenía razones para mentir. Luego de salir del pasmo, intentó localizar a Lison. Una, dos, tres, siete llamadas sin respuesta. Con ojos llor
—Natalia Rodríguez —respondió molesta.Lison entrecerró los ojos con desconfianza, pero le bastó un par de segundos para volver a su expresión estoica.—No sé quién seas, solo te advierto, no te metas en mis asuntos —amenazó, con el rostro tan serio que a la mujer se le heló la sangre.Natalia quería gritar, hacer un verdadero escándalo, sin embargo, era como si su cuerpo se quedara petrificado.Por su parte, Tiodor siguió su camino, y cualquiera que lo conociera, aunque sea un poco, se daría cuenta de su aura asesina.Rodríguez pudo recuperarse, fue hasta el pequeño cubículo al que llamaba oficina y guardó todas sus cosas en una caja de cartón, ya no quería estar ahí, conociendo a Libia lo primero que haría luego de volver de dónde su psicóloga era irse lo más lejos posible.Tres días después.La joven Musso salió del centro de salud mental de la señora Helen con una cara de pocos amigos, gafas oscuras y una ropa tan holgada que bien podría ser de un rapero. Su cabello enmarañado, rec
Cinco semanas después.Libia se convenció de que había encontrado algo de tranquilidad. Aunque su mente de vez en cuando divagaba con el recuerdo de Lison; pero su autocontrol, supuestamente estaba en aumento, pues pese a las ganas que tenía de marcarle y retractarse de haberlo alejado de su vida, no lo hacía.La terapia no daba resultado. Lo peor de todo eso, es que ella se había vuelto a aislar y estar en otro lado, alejada de sus amigos y conocidos, no le ayudaba. A veces pasaba días enteros sin probar bocado, otros tantos se daba atracones de comida chatarra.Ese día veía la televisión, cuando su teléfono comenzó a sonar, Libia fingió no escucharlo, no tenía ánimo de hablar con alguien.«¡Qué tanta insistencia!», pensó con malhumor, pues no paraban de llamarla, y al parecer lo hacían de diferentes números. La chica rodó los ojos y de mala gana fue hasta su móvil, lo sostuvo entre sus manos, y se percató que Natalia también le había marcado, así que le devolvió la llamada. Al primer