Un par de días más tarde, Libia miró la pantalla de su móvil, leyendo incontables veces el mensaje que Lison le había mandado.“Estoy poniendo todo mi empeño para regresar esta semana”Bien, no era lo más romántico que alguien le había escrito, pero al menos mostraba las ganas que tenía de volver a verla. Por otro lado, Elena Musso no paraba de bombardearla con llamadas y mensajes amenazantes:“No creas que te saldrás con la tuya, así que dile a tu amante que más le vale estar preparado porque lo voy a meter preso”Libia movió la cabeza de un lado a otro, no quería más riñas, de modo que si se mantenía lejos de su tía, todo iba a estar bien.La tarde de ese día recibió la visita de Natalia, la mujer estaba muy inquieta, pues sin darse cuenta la muchacha vivía episodios de aislamiento. Según la psicóloga que la atendía, era algo normal en personas que habían pasado por el trauma de ser privadas de su libertad, aun así, Rodríguez no quiso esperar a que ese estado empeorara.—Hola, perdó
Libia parpadeó varias veces, lo que dijo su amiga debía ser una broma.—¿De qué estás hablando? —interrogó, soltando una risita.—Los vi salir de la oficina de tu tía, le pregunté a Patricia, el brasileño resultó ser un don Juan —dijo con sarcasmo—, le ha estado mandando flores y chocolates, de verdad que hay hombres interesados y luego está ese tipo.—Él no me avisó de su regreso —soltó, tratando de encontrar mentira en las palabras de Natalia.—Libia, yo lo vi, no fue una alucinación.—Mi tía recibe obsequios de muchas personas, no tiene por qué ser de él.La mujer resopló, sintiendo que le hablaba a la pared.—¿Sabes qué? Olvídalo —dijo, indignada y finalizó la llamada.La joven se quedó atónita mirando el teléfono. Lo suyo con Tiodor no era algo formal, aun así, hay principios básicos, cómo no tirarse a la tía de tu amante en turno. Natalia no tenía razones para mentir. Luego de salir del pasmo, intentó localizar a Lison. Una, dos, tres, siete llamadas sin respuesta. Con ojos llor
—Natalia Rodríguez —respondió molesta.Lison entrecerró los ojos con desconfianza, pero le bastó un par de segundos para volver a su expresión estoica.—No sé quién seas, solo te advierto, no te metas en mis asuntos —amenazó, con el rostro tan serio que a la mujer se le heló la sangre.Natalia quería gritar, hacer un verdadero escándalo, sin embargo, era como si su cuerpo se quedara petrificado.Por su parte, Tiodor siguió su camino, y cualquiera que lo conociera, aunque sea un poco, se daría cuenta de su aura asesina.Rodríguez pudo recuperarse, fue hasta el pequeño cubículo al que llamaba oficina y guardó todas sus cosas en una caja de cartón, ya no quería estar ahí, conociendo a Libia lo primero que haría luego de volver de dónde su psicóloga era irse lo más lejos posible.Tres días después.La joven Musso salió del centro de salud mental de la señora Helen con una cara de pocos amigos, gafas oscuras y una ropa tan holgada que bien podría ser de un rapero. Su cabello enmarañado, rec
Cinco semanas después.Libia se convenció de que había encontrado algo de tranquilidad. Aunque su mente de vez en cuando divagaba con el recuerdo de Lison; pero su autocontrol, supuestamente estaba en aumento, pues pese a las ganas que tenía de marcarle y retractarse de haberlo alejado de su vida, no lo hacía.La terapia no daba resultado. Lo peor de todo eso, es que ella se había vuelto a aislar y estar en otro lado, alejada de sus amigos y conocidos, no le ayudaba. A veces pasaba días enteros sin probar bocado, otros tantos se daba atracones de comida chatarra.Ese día veía la televisión, cuando su teléfono comenzó a sonar, Libia fingió no escucharlo, no tenía ánimo de hablar con alguien.«¡Qué tanta insistencia!», pensó con malhumor, pues no paraban de llamarla, y al parecer lo hacían de diferentes números. La chica rodó los ojos y de mala gana fue hasta su móvil, lo sostuvo entre sus manos, y se percató que Natalia también le había marcado, así que le devolvió la llamada. Al primer
—Aquí están las pastillas —anunció Natalia, en su mano derecha sostenía un vaso de cristal con agua.Libia tenía la cabeza recargada en el escritorio. No soportaba la horrible migraña, si no fuera por Rodríguez ya se hubiera vuelto loca de tanto papeleo.Por otro lado, la cosa con Lison empeoró, el hombre exigía que el contrato que firmó con Elena se cumpliera, mientras que Libia pedía lo contrario, pues no quería verlo. Tal vez demasiado inmaduro de su parte, pero estar cerca de él no se sentía bien.—Voy a morir de un derrame cerebral —dijo, sin levantar la cabeza.Natalia suspiró.—Todo va excelente —dijo.—Lo dices para hacerme sentir mejor.—No, te lo digo con sinceridad. Pronto vas a tener más experiencia y todo será más sencillo.Libia se enderezó en su asiento.—Gracias, esto es muy difícil para mí, pero al final es lo que mi papá hubiera querido.—Sí. —La mujer le dedicó una amplia sonrisa.Luego de eso cada quien siguió en lo suyo.Esa noche, la joven iba a cenar con Julio Do
Libia estaba sentada en su sofá con el rostro blanquecino, sus manos temblorosas y su boca seca hacían notar que el pánico cada vez se apoderaba más de ella. Iba a morir, o mejor dicho, sería asesinada y de una manera horrible.—Eso debe ser un chiste cruel —dijo, abrazándose a sí misma.Esteban negó con la cabeza ¡Esa señora no dejaba en paz a Libia, ni en la tumba!—Encontraremos una solución —aseguró Natalia.—¡No! No deben meterse en esto. No quiero perjudicarlos, le diré a Dorantes, tal vez él pueda ayudarme. —Un atisbo de esperanza se vio reflejado en sus ojos.Julio debía tener algunas conexiones, algo que pudiera sacarla de ese embrollo.—No sé si sea buena idea confiar tanto en ese señor —comentó Esteban, con la mirada puesta en el suelo. No le gustaba verse como alguien que se metía en asuntos ajenos, pero esto era una situación muy delicada, y claro que quería ayudar a Libia.—Bueno, no tengo muchas opciones —explicó mirando con desánimo a sus amigos.Natalia se acercó a e
Libia estaba buscando alguna manera de romper el acuerdo con esos criminales. Cuando recibió una llamada de un número desconocido. La lada no era de ese país. Contestó sin darle muchas vueltas al asunto.—Bueno…—¿Qué quieres? —cuestionó con voz áspera.—Señor Lison —pronunció ella, feliz de tener noticias de él. Por un momento llegó a creer que Tiodor jamás se comunicaría.—¿Qué quieres? —volvió a interrogar el hombre, ahora más malhumorado.—Señor Lison, ¿cómo está? —lanzó la típica pregunta de cortesía.—¿Qué quieres, Libia?—Yo… Bueno, es que hace unos días recibí una llamada. —Se aclaró la garganta—. Y resulta que mi tía Elena tenía otro tipo de negocios. Bueno, sé que sonará absurdo, pero un hombre me dijo que quería órganos humanos y no, no estoy haciendo un mal chiste.—¿Y eso a mí en qué me afecta?La joven puso los ojos en blanco. Esperaba esas contestaciones.—Lo sé —dijo, tratando de mantener su voz serena—. Esos tipos me están pidiendo un pedido que yo no tengo, y no sé qu
—Señorita Musso, ha llegado el señor Lison —informó la secretaria por medio del teléfono.Las mejillas de Libia enrojecieron, tardó un poco en contestar. Respiró profundo.—Que pase, por favor —pidió, con el corazón latiendo desenfrenado.En cuestión de minutos, Lison tocó la puerta.»Adelante —dijo, nerviosa.Luego de tanto drama estaban frente a frente. Tuvieron contacto visual, Libia no se levantó de su silla, puso ambas manos en el escritorio, tomó aire.—Dijiste que me necesitabas ¿Para qué? —interrogó un tanto brusco, sintiéndose patético por viajar tan lejos solo por esa respuesta.La muchacha soltó el aire que tenía retenido en los pulmones, incapaz de articular una palabra coherente. Tiodor caminó hasta ella a paso lento. Quedó frente al escritorio, de pie, imponente, demasiado alto, tan guapo. Miró a la chica, perdido en esos grandes ojos suyos y su mirada ensoñadora, con el cabello suelto, invitándolo a ser acariciado, vestida con una blusa de botones, color blanca con manga