—Señorita Musso, ha llegado el señor Lison —informó la secretaria por medio del teléfono.Las mejillas de Libia enrojecieron, tardó un poco en contestar. Respiró profundo.—Que pase, por favor —pidió, con el corazón latiendo desenfrenado.En cuestión de minutos, Lison tocó la puerta.»Adelante —dijo, nerviosa.Luego de tanto drama estaban frente a frente. Tuvieron contacto visual, Libia no se levantó de su silla, puso ambas manos en el escritorio, tomó aire.—Dijiste que me necesitabas ¿Para qué? —interrogó un tanto brusco, sintiéndose patético por viajar tan lejos solo por esa respuesta.La muchacha soltó el aire que tenía retenido en los pulmones, incapaz de articular una palabra coherente. Tiodor caminó hasta ella a paso lento. Quedó frente al escritorio, de pie, imponente, demasiado alto, tan guapo. Miró a la chica, perdido en esos grandes ojos suyos y su mirada ensoñadora, con el cabello suelto, invitándolo a ser acariciado, vestida con una blusa de botones, color blanca con manga
Una semana después, las cosas se volvían bastante personales. Salir de su lugar de trabajo y verlo a él, esperándola con su típica cara de fastidio, le hacía sentir cierta ilusión. Sin embargo, Libia se repetía que debía tener los pies sobre la tierra. Ya se había ido de boca antes y aunque ahora pareciera “preocuparse” por ella, no tenía nada certero, podría ser otro de sus planes para obtener lo que quería, tal vez, al no concretarse su venganza, su nueva meta sería apropiarse de su empresa. Los caóticos pensamientos no la dejaban tranquila.Esa noche, Lison la llevó a cenar, lo que significaba una velada de malas caras y comentarios irónicos. Aunque no podía decir que no disfrutaba de su presencia. Al terminar, fueron a su departamento y luego de una ardua sesión de buen sexo, se atrevió a hacer la pregunta que le rondaba en la cabeza cada tanto:—¿Qué relación tenías con Jamie Jones?Tiodor soltó un suspiro.—¿Para qué quieres saberlo?—Curiosidad. —No mentía.—Era una amiga.—¿Ese
Lucas Simón era un tipo bastante tranquilo, ayudaba en la empresa de su familia, no tenía vicios, era tierno, encantador, amaba a los niños, siempre atento y caballeroso, además, era psicólogo. Todo un estuche de monerías.Cualquiera que lo conociera se daba cuenta del gran partido que era.Libia se sentía afortunada, de seguro tendría cientos de chicas detrás de él, pero el joven mostraba su interés en ella.Ningún juego mental ni insinuaciones en doble sentido. Simón no era un secuestrador, criminal o un hombre que podría negociar con traficantes. Su estatura estaba arriba del promedio, sus hermosos ojos cafés, su piel morena clara, su cabello color azabache, una sonrisa para derretirte, con una dentadura perfecta. Lucas era un príncipe azul.—Estás muy pensativa.El joven la sacó de sus cavilaciones. Ese día, habían ido a comer a un lugar al aire libre.—Pensaba en algunos proyectos de la empresa —mintió, desviando la mirada.—Te admiro demasiado —dijo con sinceridad.—¿Por qué? —S
Tiodor Lison tenía cientos de cosas en qué ocupar su mente, pero en lugar de pensar en sus múltiples negocios o, en su defecto, en la próxima boda de su hermano menor, meditaba en Libia y en lo estúpida que podía llegar a ser.—Estás más ensimismado que de costumbre —acusó Emily.—Ese no es tu problema.—Oye, deja de estar a la defensiva, te lo digo porque me preocupas…—Son mis asuntos.La mujer negó con la cabeza, intentar dialogar con Lison era como hablar con la pared.—Olvídalo…El hombre no respondió nada. No alcanzaba a comprender qué carajo hacía esa mujer ahí. Ella no era parte de su familia, pero su madrastra no parecía entender eso. Él no quería estar en ese lugar, rodeado de esa gente, ensayando una estúpida ceremonia, que bien, podía terminar todo en un divorcio. Sin embargo, el recuerdo de su padre lo llenaba de melancolía, y lo obligaba a estar presente en la vida de Giselle, viuda de su progenitor, y de Marco, su medio hermano. Así que estaba sin poder zafarse de mujer
El día estaba demasiado soleado. No es que no estuviera acostumbrado a ese clima, más bien, creyó que en ese lugar había un ambiente más fresco. Se pasó la mano por la frente, sentado en una de las bancas de una solitaria cafetería. Por lo visto, ni siquiera tenía un buen climatizador. Y además de la fastidiosa campanilla que sonaba siempre que abrían, estaba el chirrido insoportable que hacía.—¿Qué quería el tal Forjes? —Se acercó para platicar, nos dijo que sabía que no éramos de por aquí. Quería hablar con nuestro jefe. Nos dio a entender que no se creía eso de que trabajamos para la señorita Musso —explicó su empleado. Vestido como un civil, aunque debido a sus estaturas y corpulentas figuras, ni él, ni su jefe pasaban desapercibidos.—Ya veo. —Lison observó su taza de café. Meditando en todo aquello que se escondía detrás Eliot. —Sus hombres parecen ser muy “profesionales”, nos aterró la idea de que está tan cerca de la señorita Musso —confesó Arturo, algo apenado por dicha
Libia se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Mientras le ponía suma atención a las aclaraciones que daba el jefe de su equipo de seguridad, Arturo.—Así que no será necesaria la intervención del señor Forjes. Nosotros estamos capacitados para enfrentar esas situaciones.La muchacha soltó un suspiro y, por extraño que fuese, se sinceró con el tipo.—Pensé que ustedes trabajan para… Esa persona —dijo, sin ganas de mencionar su nombre—. Y él ya no está en mi vida, así que supuse que también se irían.—No, cuando el señor… volvió a Brasil, nuestro cheque fue firmado por la señora Rodríguez.—Yo no sabía eso —Libia habló para sí misma. Se aclaró la garganta y volvió a mirar a Arturo.—Sí, no tiene que preocuparse por nada. Nosotros sabemos qué hacer. Además, el señor sigue pendiente de la situación.La joven tragó saliva, tuvo la sensación de darle un sorbo a un café, muy cargado, y sin un gramo de azúcar.—Bueno, me alegra estar informada.Arturo se levantó de la silla e incl
La boda de su hermano había sido la pesadilla que imaginó. Katherine, su cuñada, era una chica con un molesto exceso de afabilidad, sonriendo a los invitados y abrazando a desconocidos como si los hubiera tratado de toda la vida. Mientras que su hermano, era el vacilón de su grupo de amigos, inaguantable.—Cuñado, me alegro de que hayas podido asistir —le había dicho Katherine, con un genuino gesto de gratitud en el rostro.—Muchas felicidades —se limitó a responder, aunque su cara no mostró ni una pizca de gozo.Su medio hermano se acercó a él y sin decir alguna palabra le dio un abrazo.—Felicidades —repitió Lison, dándole unos golpecitos en el hombro.Se separaron y los novios fueron a saludar a la demás familia.Por suerte, todo eso ya había terminado. Ahora, como de costumbre, se verían, dos o tres veces en los siguientes eventos “familiares” que quedaran en el año.Esa experiencia le hizo recordar a una persona muy especial. Y aunque se negaba a visitarla, pues, eso haría revivi
Eliot tenía la mirada fija en el televisor. Era todo un amante de las comedias románticas.Dejó escapar un largo suspiro. Entonces, su móvil comenzó a sonar, el tipo lo tomó entre sus manos, imaginó que el gigantón se comunicaría con él; sin embargo, no creyó que lo haría tan rápido.—¿Diga? —Forjes respondió al teléfono, sabiendo quién era la persona que estaba en la otra línea.—¿Dónde está Libia Musso? —Lison no se anduvo con rodeos, su tono de voz era aterrador, quien lo conociera sabría que el tipo estaba en otro nivel de enojo.—¿Quién habla? —se burló Eliot, reprimiendo una carcajada.—No me gusta que se mofen de mí. Así que responde.Forjes se aclaró la garganta, acomodando su cabellera hacia atrás y se levantó de su asiento.—No sé —dijo con una sonrisa en los labios—. No he sabido nada de esa personita desde tu última amenaza.—Algo me dice que mientes. Así que tendré que encontrar la manera de que me digas.Eliot sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, aun así, si