Tiodor Lison tenía cientos de cosas en qué ocupar su mente, pero en lugar de pensar en sus múltiples negocios o, en su defecto, en la próxima boda de su hermano menor, meditaba en Libia y en lo estúpida que podía llegar a ser.—Estás más ensimismado que de costumbre —acusó Emily.—Ese no es tu problema.—Oye, deja de estar a la defensiva, te lo digo porque me preocupas…—Son mis asuntos.La mujer negó con la cabeza, intentar dialogar con Lison era como hablar con la pared.—Olvídalo…El hombre no respondió nada. No alcanzaba a comprender qué carajo hacía esa mujer ahí. Ella no era parte de su familia, pero su madrastra no parecía entender eso. Él no quería estar en ese lugar, rodeado de esa gente, ensayando una estúpida ceremonia, que bien, podía terminar todo en un divorcio. Sin embargo, el recuerdo de su padre lo llenaba de melancolía, y lo obligaba a estar presente en la vida de Giselle, viuda de su progenitor, y de Marco, su medio hermano. Así que estaba sin poder zafarse de mujer
El día estaba demasiado soleado. No es que no estuviera acostumbrado a ese clima, más bien, creyó que en ese lugar había un ambiente más fresco. Se pasó la mano por la frente, sentado en una de las bancas de una solitaria cafetería. Por lo visto, ni siquiera tenía un buen climatizador. Y además de la fastidiosa campanilla que sonaba siempre que abrían, estaba el chirrido insoportable que hacía.—¿Qué quería el tal Forjes? —Se acercó para platicar, nos dijo que sabía que no éramos de por aquí. Quería hablar con nuestro jefe. Nos dio a entender que no se creía eso de que trabajamos para la señorita Musso —explicó su empleado. Vestido como un civil, aunque debido a sus estaturas y corpulentas figuras, ni él, ni su jefe pasaban desapercibidos.—Ya veo. —Lison observó su taza de café. Meditando en todo aquello que se escondía detrás Eliot. —Sus hombres parecen ser muy “profesionales”, nos aterró la idea de que está tan cerca de la señorita Musso —confesó Arturo, algo apenado por dicha
Libia se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Mientras le ponía suma atención a las aclaraciones que daba el jefe de su equipo de seguridad, Arturo.—Así que no será necesaria la intervención del señor Forjes. Nosotros estamos capacitados para enfrentar esas situaciones.La muchacha soltó un suspiro y, por extraño que fuese, se sinceró con el tipo.—Pensé que ustedes trabajan para… Esa persona —dijo, sin ganas de mencionar su nombre—. Y él ya no está en mi vida, así que supuse que también se irían.—No, cuando el señor… volvió a Brasil, nuestro cheque fue firmado por la señora Rodríguez.—Yo no sabía eso —Libia habló para sí misma. Se aclaró la garganta y volvió a mirar a Arturo.—Sí, no tiene que preocuparse por nada. Nosotros sabemos qué hacer. Además, el señor sigue pendiente de la situación.La joven tragó saliva, tuvo la sensación de darle un sorbo a un café, muy cargado, y sin un gramo de azúcar.—Bueno, me alegra estar informada.Arturo se levantó de la silla e incl
La boda de su hermano había sido la pesadilla que imaginó. Katherine, su cuñada, era una chica con un molesto exceso de afabilidad, sonriendo a los invitados y abrazando a desconocidos como si los hubiera tratado de toda la vida. Mientras que su hermano, era el vacilón de su grupo de amigos, inaguantable.—Cuñado, me alegro de que hayas podido asistir —le había dicho Katherine, con un genuino gesto de gratitud en el rostro.—Muchas felicidades —se limitó a responder, aunque su cara no mostró ni una pizca de gozo.Su medio hermano se acercó a él y sin decir alguna palabra le dio un abrazo.—Felicidades —repitió Lison, dándole unos golpecitos en el hombro.Se separaron y los novios fueron a saludar a la demás familia.Por suerte, todo eso ya había terminado. Ahora, como de costumbre, se verían, dos o tres veces en los siguientes eventos “familiares” que quedaran en el año.Esa experiencia le hizo recordar a una persona muy especial. Y aunque se negaba a visitarla, pues, eso haría revivi
Eliot tenía la mirada fija en el televisor. Era todo un amante de las comedias románticas.Dejó escapar un largo suspiro. Entonces, su móvil comenzó a sonar, el tipo lo tomó entre sus manos, imaginó que el gigantón se comunicaría con él; sin embargo, no creyó que lo haría tan rápido.—¿Diga? —Forjes respondió al teléfono, sabiendo quién era la persona que estaba en la otra línea.—¿Dónde está Libia Musso? —Lison no se anduvo con rodeos, su tono de voz era aterrador, quien lo conociera sabría que el tipo estaba en otro nivel de enojo.—¿Quién habla? —se burló Eliot, reprimiendo una carcajada.—No me gusta que se mofen de mí. Así que responde.Forjes se aclaró la garganta, acomodando su cabellera hacia atrás y se levantó de su asiento.—No sé —dijo con una sonrisa en los labios—. No he sabido nada de esa personita desde tu última amenaza.—Algo me dice que mientes. Así que tendré que encontrar la manera de que me digas.Eliot sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, aun así, si
En solo dos días, Eliot Forjes consiguió poner a todos en contra. La policía investigaba a Tiodor y su fugaz e intensa relación con Libia Musso, que, según lo que los empleados contaban, la fría mirada de aquel extranjero parecía derretirse cuando ella estaba a su lado.Lison accedió a ser entrevistado por la policía. Allí les dijo que si él era la mente maestra del secuestro no tendría razones para cooperar con ellos.—Señor Lison, el portero del condominio de la señorita Musso, nos informó que cierto día, usted salió del lugar sumamente molesto, lo vio tan mal, que fue a ver si Libia estaba bien, cuenta que la encontró en un mar de llanto, diciendo que no le pasó nada. ¿Acaso ese día ella lo dejó y por eso le propinó un golpe?—No —respondió con un gesto estoico.—Qué tipo de relación mantenía con…—La charla terminó. Yo no estaba aquí cuando el crimen se llevó acabo, tengo muchas pruebas de que asistí a la boda de mi hermano en Brasil —dijo, haciendo una seña con el dedo índice par
—¿¡Qué es lo que quieres!?, ¿qué pretendes? —demandó una respuesta.Forjes atinó el siguiente golpe, más fuerte que el anterior, para luego masajear su mano.—¿¡Qué esperas de todo esto!? —preguntó de nuevoTiodor, sin poder zafarse de los tipos que le impedían acercarse a él.—De rodillas, puta. —Él ignoró a Lison, y con una sonrisa torcida, observó como la joven obedecía sus órdenes.—Aquí estoy, Forjes, quieres entretenerte, aquí me tienes. Deja que la estúpida chica se vaya.Libia tiritaba en el suelo, con las mejillas calientes y los ojos vidriosos. Agachó el rostro, y de repente sintió algo sobre su cabeza.—Mi m****a tiene mayor valor que tú —gruñó, para después quitar el pie que tenía encima de ella.—¡Déjala! —exigió Tiodor, forcejeando con aquellos sujetos.Forjes ladeó la cabeza en dirección a Lison.—Eres ridículo, vienes a mí con tu cara de matón, alardeas de ser un hombre duro, insensible y apático, pero la verdad eres un blandengue. —Luego se inclinó hacia Libia, acercó s
¿Ese sería el fin? El zumbido en sus oídos lo hacía escuchar las cosas más lejos de lo que en verdad estaban.—¡Bajen sus armas! —ordenó el comandante, pero nadie parecía estar dispuesto a hacerle caso.Forjes corrió hacia la salida, disparando sin miramientos. Tiodor se levantó del suelo y, recordó haber recibido innumerables heridas de bala en el pasado, así que le restó importancia y se arrastró lo más rápido que pudo hacia Libia. Se puso encima de ella, fungiendo tal escudo humano, y sintió su pecho empapado de sangre. La muchacha se movía inquieta en su lugar.—Tengo mucho frío —susurró con dificultad, las lágrimas se mezclaron con la sangre que le brotaba de las heridas.—Vas a salir de esto —juró Lison.Pero Libia perdió la conciencia. No podía soportar más, entre el dolor del hombro y la hinchazón de su cara. El tiempo parecía detenerse, y a lo lejos Tiodor escuchó una voz conocida que lo llamaba.—Señor —insistió Arturo, repitiendo el nombre de su jefe varias veces—. Los de pr