Gracias por leer ❤️ No olviden seguirme, muy pronto habrá nuevas novelas.
Libia estaba sentada en su sofá con el rostro blanquecino, sus manos temblorosas y su boca seca hacían notar que el pánico cada vez se apoderaba más de ella. Iba a morir, o mejor dicho, sería asesinada y de una manera horrible.—Eso debe ser un chiste cruel —dijo, abrazándose a sí misma.Esteban negó con la cabeza ¡Esa señora no dejaba en paz a Libia, ni en la tumba!—Encontraremos una solución —aseguró Natalia.—¡No! No deben meterse en esto. No quiero perjudicarlos, le diré a Dorantes, tal vez él pueda ayudarme. —Un atisbo de esperanza se vio reflejado en sus ojos.Julio debía tener algunas conexiones, algo que pudiera sacarla de ese embrollo.—No sé si sea buena idea confiar tanto en ese señor —comentó Esteban, con la mirada puesta en el suelo. No le gustaba verse como alguien que se metía en asuntos ajenos, pero esto era una situación muy delicada, y claro que quería ayudar a Libia.—Bueno, no tengo muchas opciones —explicó mirando con desánimo a sus amigos.Natalia se acercó a e
Libia estaba buscando alguna manera de romper el acuerdo con esos criminales. Cuando recibió una llamada de un número desconocido. La lada no era de ese país. Contestó sin darle muchas vueltas al asunto.—Bueno…—¿Qué quieres? —cuestionó con voz áspera.—Señor Lison —pronunció ella, feliz de tener noticias de él. Por un momento llegó a creer que Tiodor jamás se comunicaría.—¿Qué quieres? —volvió a interrogar el hombre, ahora más malhumorado.—Señor Lison, ¿cómo está? —lanzó la típica pregunta de cortesía.—¿Qué quieres, Libia?—Yo… Bueno, es que hace unos días recibí una llamada. —Se aclaró la garganta—. Y resulta que mi tía Elena tenía otro tipo de negocios. Bueno, sé que sonará absurdo, pero un hombre me dijo que quería órganos humanos y no, no estoy haciendo un mal chiste.—¿Y eso a mí en qué me afecta?La joven puso los ojos en blanco. Esperaba esas contestaciones.—Lo sé —dijo, tratando de mantener su voz serena—. Esos tipos me están pidiendo un pedido que yo no tengo, y no sé qu
—Señorita Musso, ha llegado el señor Lison —informó la secretaria por medio del teléfono.Las mejillas de Libia enrojecieron, tardó un poco en contestar. Respiró profundo.—Que pase, por favor —pidió, con el corazón latiendo desenfrenado.En cuestión de minutos, Lison tocó la puerta.»Adelante —dijo, nerviosa.Luego de tanto drama estaban frente a frente. Tuvieron contacto visual, Libia no se levantó de su silla, puso ambas manos en el escritorio, tomó aire.—Dijiste que me necesitabas ¿Para qué? —interrogó un tanto brusco, sintiéndose patético por viajar tan lejos solo por esa respuesta.La muchacha soltó el aire que tenía retenido en los pulmones, incapaz de articular una palabra coherente. Tiodor caminó hasta ella a paso lento. Quedó frente al escritorio, de pie, imponente, demasiado alto, tan guapo. Miró a la chica, perdido en esos grandes ojos suyos y su mirada ensoñadora, con el cabello suelto, invitándolo a ser acariciado, vestida con una blusa de botones, color blanca con manga
Una semana después, las cosas se volvían bastante personales. Salir de su lugar de trabajo y verlo a él, esperándola con su típica cara de fastidio, le hacía sentir cierta ilusión. Sin embargo, Libia se repetía que debía tener los pies sobre la tierra. Ya se había ido de boca antes y aunque ahora pareciera “preocuparse” por ella, no tenía nada certero, podría ser otro de sus planes para obtener lo que quería, tal vez, al no concretarse su venganza, su nueva meta sería apropiarse de su empresa. Los caóticos pensamientos no la dejaban tranquila.Esa noche, Lison la llevó a cenar, lo que significaba una velada de malas caras y comentarios irónicos. Aunque no podía decir que no disfrutaba de su presencia. Al terminar, fueron a su departamento y luego de una ardua sesión de buen sexo, se atrevió a hacer la pregunta que le rondaba en la cabeza cada tanto:—¿Qué relación tenías con Jamie Jones?Tiodor soltó un suspiro.—¿Para qué quieres saberlo?—Curiosidad. —No mentía.—Era una amiga.—¿Ese
Lucas Simón era un tipo bastante tranquilo, ayudaba en la empresa de su familia, no tenía vicios, era tierno, encantador, amaba a los niños, siempre atento y caballeroso, además, era psicólogo. Todo un estuche de monerías.Cualquiera que lo conociera se daba cuenta del gran partido que era.Libia se sentía afortunada, de seguro tendría cientos de chicas detrás de él, pero el joven mostraba su interés en ella.Ningún juego mental ni insinuaciones en doble sentido. Simón no era un secuestrador, criminal o un hombre que podría negociar con traficantes. Su estatura estaba arriba del promedio, sus hermosos ojos cafés, su piel morena clara, su cabello color azabache, una sonrisa para derretirte, con una dentadura perfecta. Lucas era un príncipe azul.—Estás muy pensativa.El joven la sacó de sus cavilaciones. Ese día, habían ido a comer a un lugar al aire libre.—Pensaba en algunos proyectos de la empresa —mintió, desviando la mirada.—Te admiro demasiado —dijo con sinceridad.—¿Por qué? —S
Tiodor Lison tenía cientos de cosas en qué ocupar su mente, pero en lugar de pensar en sus múltiples negocios o, en su defecto, en la próxima boda de su hermano menor, meditaba en Libia y en lo estúpida que podía llegar a ser.—Estás más ensimismado que de costumbre —acusó Emily.—Ese no es tu problema.—Oye, deja de estar a la defensiva, te lo digo porque me preocupas…—Son mis asuntos.La mujer negó con la cabeza, intentar dialogar con Lison era como hablar con la pared.—Olvídalo…El hombre no respondió nada. No alcanzaba a comprender qué carajo hacía esa mujer ahí. Ella no era parte de su familia, pero su madrastra no parecía entender eso. Él no quería estar en ese lugar, rodeado de esa gente, ensayando una estúpida ceremonia, que bien, podía terminar todo en un divorcio. Sin embargo, el recuerdo de su padre lo llenaba de melancolía, y lo obligaba a estar presente en la vida de Giselle, viuda de su progenitor, y de Marco, su medio hermano. Así que estaba sin poder zafarse de mujer
El día estaba demasiado soleado. No es que no estuviera acostumbrado a ese clima, más bien, creyó que en ese lugar había un ambiente más fresco. Se pasó la mano por la frente, sentado en una de las bancas de una solitaria cafetería. Por lo visto, ni siquiera tenía un buen climatizador. Y además de la fastidiosa campanilla que sonaba siempre que abrían, estaba el chirrido insoportable que hacía.—¿Qué quería el tal Forjes? —Se acercó para platicar, nos dijo que sabía que no éramos de por aquí. Quería hablar con nuestro jefe. Nos dio a entender que no se creía eso de que trabajamos para la señorita Musso —explicó su empleado. Vestido como un civil, aunque debido a sus estaturas y corpulentas figuras, ni él, ni su jefe pasaban desapercibidos.—Ya veo. —Lison observó su taza de café. Meditando en todo aquello que se escondía detrás Eliot. —Sus hombres parecen ser muy “profesionales”, nos aterró la idea de que está tan cerca de la señorita Musso —confesó Arturo, algo apenado por dicha
Libia se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Mientras le ponía suma atención a las aclaraciones que daba el jefe de su equipo de seguridad, Arturo.—Así que no será necesaria la intervención del señor Forjes. Nosotros estamos capacitados para enfrentar esas situaciones.La muchacha soltó un suspiro y, por extraño que fuese, se sinceró con el tipo.—Pensé que ustedes trabajan para… Esa persona —dijo, sin ganas de mencionar su nombre—. Y él ya no está en mi vida, así que supuse que también se irían.—No, cuando el señor… volvió a Brasil, nuestro cheque fue firmado por la señora Rodríguez.—Yo no sabía eso —Libia habló para sí misma. Se aclaró la garganta y volvió a mirar a Arturo.—Sí, no tiene que preocuparse por nada. Nosotros sabemos qué hacer. Además, el señor sigue pendiente de la situación.La joven tragó saliva, tuvo la sensación de darle un sorbo a un café, muy cargado, y sin un gramo de azúcar.—Bueno, me alegra estar informada.Arturo se levantó de la silla e incl