Elecciones

Oriana

El rugido del motor llenaba el silencio de la noche mientras el coche se deslizaba por las calles desiertas. Alexei conducía nervioso, sin dejar de comprobar en el espejo retrovisor si alguien nos seguía y tamborileaba el volante del Jaguar XJ6, constantemente.

Miré a Sthepan que se encontraba, recostado sobre mis piernas en el asiento trasero, respirando con dificultad. Su piel, normalmente dorada, estaba demasiado pálida y una fina capa de sudor cubría su frente.

Quité con suavidad los mechones negros que se encontraban pegados a su sien y acaricie con suavidad la curva de su mandíbula, cuando abrió sus preciosos ojos azules y los clavó en los míos.

—Eres tú… —Respiró pesadamente.

—Sí, lo soy —murmuré, apenas consiguiendo contener los deseos de llorar.

—No creí que fuese a verte nuevamente —. Cerró los ojos por un instante y volvió a abrirlos.

—Ni yo —admití con un nudo en la garganta.

—¿Dónde estamos? —Preguntó bruscamente, con un acento marcado, abriendo nuevamente los ojos
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