Oriana
Tenía mis dudas sobre si iba a encontrar lo que necesitaba para la exposición en las inmediaciones de Érebo, pero sin duda, tal como Galia anticipó, era un lugar que parecía sacado de un cuento de terror.
Algo vibraba en el ambiente, algo que me impedía apartar la mirada. Como si estuviese adentrándome en una pesadilla.
Las luces de neón que destellaban sobre las inmediaciones del club, y se estrellaban contra los charcos del pavimento.
Vagabundos retozando en los rincones, se mezclaban con personas vestidas de diseñador.
No podía negarlo, había algo poético en cómo el glamour de la ciudad se mezclaba con su decadencia, y la noche prometía capturar ambos extremos.
A pesar de lo moderno y lujoso que era el club, se encontraba rodeado de edificios antiguos y decrépitos que parecían cobrar vida al caer la noche.
La luna apenas si lograba colarse a través de las construcciones deterioradas, proyectando largas y siniestras sombras, que me aceleraban el pulso, al tiempo que me ponían en estado de alerta.
Pasajes estrechos y oscuros, que creaban intrincados laberintos, eran la guarida de todo tipo de actividades. Y se podían ver sombras serpenteando en casi todos los rincones, antes de desaparecer como por arte de magia.
Los vagabundos y adictos, eran casi parte del paisaje. Se hallaban por todos lados, agazapados, bebiendo, consumiendo o en medio de un ataque psicótico en casi cada calle.
De hecho, tenía material de sobra, del cual podría seleccionar y con suerte, en menos de tres días iba a poder llevarle a Galia justo lo que buscaba.
Vi a una prostituta apoyada en una pared a solo unos metros de donde me encontraba. Tenía un cigarrillo colgando de los labios, y lágrimas, recorriendo cruelmente sus mejillas.
Era tan crudo que tuve el impulso de fotografiarla.
Por lo que me dispuse a acercarme para preguntarle si aceptaría ser fotografiada por una compensación justa. En tanto, ajustaba el lente y la exposición para capturar la luz del ambiente, cuando un crujido se escuchó a mi espalda.
Se escuchó como si algo se hubiese roto, un hueso para ser más exacta y oí gritar a una mujer.
Fue un chillido quebrado y desgarrador que atravesó el aire hasta donde me encontraba. Entonces, me di la vuelta y alcancé a ver un grupo de hombres a unos diez metros, agazapados entre las sombras. Aunque el grito que oí, sin lugar a dudas, no era de un hombre. Así que, siguiendo mi intuición, alcé la cámara y la ajuste para verlos mejor, girando el aro del Zoom.
Eran un grupo de cuatro hombres, tres de ellos se encontraban de espaldas a un sujeto de traje que sostenía por el cuello a una chica de no más de veinte años. La alzó bruscamente y sus piernas se movieron como las de una muñeca de trapo.
No llegaba a oír lo que decía, aunque parecía furioso y dispuesto a acabar con ella.
Sentí el gusto ácido del vómito subiendo por mi garganta, antes de que mis piernas se aflojasen.
Mi instinto me decía que corriese tan rápido como mis piernas me lo permitiesen, sin embargo, no podía irme y dejarla allí, al borde la muerte, a manos de ese matón.
—¡Déjala en paz, cerdo! —Grité, y sin saber muy bien por qué, disparé, tomándole un par de fotografías, antes de darme cuenta de que había soltado a la joven, que jadeaba en el suelo, sujetando la base de su garganta.
Los ojos del que ahorcaba a la chica se encontraron con los míos y parecía que se había desatado una tormenta en ellos.
Era evidente que no esperaban ser interrumpidos y mucho menos retratados.
Solo tuvo que hacer un ligero movimiento con la cabeza, para que sus acompañantes, comenzarán a correr en mi dirección, al tiempo que él los seguía, sacando un arma del interior de su chaqueta.
Bajé la cámara y un pánico, ardió a través de mí.
Iban a matarme.
Lo supe de inmediato y la certeza me heló, la sangre. Hubiesen matado a la joven de no haber intervenido.
—Mierda —susurré, apretando la cámara que colgaba en mi pecho y retrocediendo lentamente.
Llevaba el móvil en la mochila, no obstante, mi prioridad era escapar y una vez a salvo, llamaría a la policía.
Los hombres estaban cada vez más cerca. El corazón me martillaba en los oídos mientras buscaba una ruta de escape o el coraje para echarme a correr. Mis piernas parecían repentinamente de plomo. Así que, tuve que hacer un enorme esfuerzo.
El callejón parecía interminable, con las luces parpadeantes del club quedando atrás, y las voces cada vez más cerca. A pesar de la adrenalina, el eco de botas golpeando el pavimento y el ensordecedor sonido de mi respiración, me di cuenta de que no hablaban en español.
Tal vez, ruso.
Unas cuantas familias rusas habían comprado un conjunto de restaurantes. No recordaba donde lo había oído, ni por qué lo tenía tan presente.
Giré a la derecha, luego a la izquierda, internándome más en un laberinto de pasajes oscuros, esperando poder perderlos. ¿Y luego qué?
Me pregunté si la prostituta, había logrado escapar. Esperaba que sí, aunque no era tan valiente como para regresar para comprobarlo.
Escuché pasos muy cerca y me volví, sintiendo el terror de ser atrapada. Escudriñando la oscuridad con los ojos entornados, pero entonces una voz áspera sonó a mi espalda y al volverme, me encontré con hombre rubio de traje oscuro que se aproximaba. Se detuvo a una corta distancia con una mueca de satisfacción.
—Ah, ahí estás. Eres rápida y no estás nada mal —me miró de arriba abajo y apreté la cámara entre mis manos, buscando a tientas el botón del flash —. Lástima que te gusta meter las narices donde no te llaman y cuando acabemos contigo, no va a quedar nada de esas lindas tetas —. Chasqueo la lengua —. Es una pena —. Su acento oscuro y profundo me hizo temblar.
—Yo no vi nada —mentí, dando un paso hacia atrás, lista para correr —. No deben preocuparse por mí, soy ciega, sorda y muda. Lo juró.
Con el flash activado, lo cegaría parcialmente y podría huir. Nuestros ojos no podían adaptarse inmediatamente a la cantidad de luz que disparaba en un entorno oscuro como en el que nos encontrábamos y eso me daría tiempo para huir. Contaba, con que no me encontraría con sus amigos.
Oriana Sus finos labios se estiraron en una sonrisa salvaje y se irguió amenazante, antes de acortar la distancia entre nosotros. Mi corazón comenzó a acelerarse.Eché un veloz y frenético vistazo a mi alrededor. Me había detenido cerca de una calle, pero no había autos a la vista. Dondequiera que mirara, los edificios, estaban sumergidos en la oscuridad y el silencio.—Solo dime quién te ha enviado y seremos rápidos, no hay necesidad de que sufras más de lo necesario —. Dijo en un murmullo amenazante—. ¿Fueron los italianos?Mi pulso se detuvo durante unos instantes y mi mentón comenzó a temblar.Los ojos vacíos se clavaron en los míos, buscando una señal de que había dado en el clavo.Alcé la cámara para usarla como arma, justo cuando, una segunda voz llegó a mí, mostrándome porque no tenía salida. No destacaba exactamente por ser una mujer atlética y dudaba que pudiese lidiar con un par de matones, por lo que cientos de preguntas se agolparon en mi mente.¿Alguien me extrañaría?N
OrianaLlamémoslo instinto.Sí, fue puro instinto lo que me hizo salir del profundo sueño y darme cuenta de que estaba en un sitio completamente desconocido.Y una vez que esa alarma interna me advirtió que debía de volver a la realidad. Las imágenes de la noche anterior, comenzaron a aparecer frente a mí de forma atropellada. Recordé el callejón oscuro, los hombres armados, los golpes que recibí. Así que, abrí los ojos sobresaltada, con el corazón acelerado, como el de un animalito aterrado, que se sentía en peligro.Para mi sorpresa, descubrí que no estaba en el asiento trasero de un coche, tal como recordaba, cuando perdí definitivamente la conciencia.Me incorporé y me senté mirando a mi alrededor: mi cabeza todavía giraba por el golpe y me costaba mantenerme enfocada. Mi cabello enredado caía sobre mi rostro y estaba pegado a mi mejilla. No era que no quisiese quitármelo, sin embargo, cada movimiento me costaba la vida. Por lo que decidí ir paso a paso. No iba a exigirme más de l
OrianaStephan, me gustaba mucho su nombre y como era. Apenas si lo conocía, pero me había salvado y tenía un sentido del honor y la lealtad que no esperaba. Además, era todo un caballero a su manera.Me abrió la puerta del coche y me preguntó varias veces si estaba cómoda o si necesitaba algo.Mi madre decía que las apariencias engañaban y no podía estar más de acuerdo.Lo creí un salvaje, sin embargo, Álvaro; un hombre que nació en cuna de oro, necesitaba aprender un par de cosas del chico ruso que apenas hablaba.—¿Eres rica? —Preguntó, cuando nos abrieron la barrera de ingreso y sonreí.Para ser honesta, no pude evitar sentirme orgullosa al ver la expresión de Stephan cuando ingresamos al vecindario que parecía sacado de un catálogo de lujo.Las calles eran amplias y bordeadas por árboles cuyas hojas se mecían por el aire con calma. Los niños jugaban en los espacios de juego y el césped de las enormes casa, se encontraba perfectamente cortado.—No, no lo soy —admití —. Tenía un tr
OrianaJuré que nunca iba a dejar que me humillaran nuevamente, sin embargo, allí estaba. Sentada, tragándome mi orgullo, mientras escuchaba a mi esposo hablar sobre lo duro que era para él, dejar en el pasado a su amante.Casi quería reír a carcajadas.—Yo nunca quise herirte, Ori. Lo que ocurrió fue un error y ya no soporto la culpa. Prometí que nunca volvería a ponerme en contacto con ella —. Dijo Álvaro, mirándome a los ojos y no pude evitar reírme en su cara —. No sé qué más quieres de mí —bajo la vista y se concentró en sus manos.Era realmente patético, sabía perfectamente que continuaba hablando con su amante y a pesar de que no pude decirlo, me agité, presa de la impotencia que me provocaba su descaro.—¿Lo has cumplido? —Intervino Carolina, nuestra terapeuta, mirándolo sobre la montura de los anteojos.Meneo la cabeza de forma casi imperceptible y una oleada de rabia me sacudió.—No y no me siento orgulloso por ello —Tragó saliva —. Me resulta muy difícil, porque todavía ten
StephanNo me gustaba que me sermonearan. No era ningún novato y ese no era mi primer asesinato. Además, ni siquiera había aceptado el trabajo. Solo me encontraba allí para escuchar, la propuesta. Ya que mi contacto, parecía seguro de que era buena. Al menos eso dejaba ver, la insistencia del nuevo jefe de los Cavalli.«No me tocaría tanto los cojones, ni se arriesgaría el mismo, si no fuera algo gordo». Me dijo Sergi, cuando nos reunimos la noche anterior.Comenzaba a dudarlo, estaba claro que Ciro Cavalli, todavía actuaba como un niño que daba sus primeros pasos. No comprendía lo peligroso que era tratarme como a uno de sus empleados. Era demasiado inexperto como para adivinar, que de haberme encontrado en un mal día, ya le habría puesto una bala en el centro de sus pobladas cejas.—Eres muy joven —. Volvió a repetir y miró al hombre que se encontraba a su lado. Sin embargo, este ni siquiera se atrevió a mover un músculo —. Espero que no te moleste, que te pregunte, ¿cuántos años ti
Oriana—Tu trabajo es perfecto —me miró sobre la montura de los costosos Prada —. Realmente, me cuesta trabajo, creer que solo has realizado un curso en un centro de formación —dijo Galia, la dueña de la galería en la que esperaba poder presentar mi trabajo y obtener ventas —. La composición es maravillosa y la narrativa que elegiste desarrollar a través de las sombras y luces, hacen tu trabajo muy original —. Alzó una de las fotografías y chasqueo la lengua —. Bueno, como ya te dije, tus fotos me parecen perfectas y realmente transmite mucho —meneo la cabeza y algo dentro mío, me dijo que luego de aquel cumplido, vendría una negativa.—Pero… —Continué por ella, intentando parecer serena, consciente de que era probable que me rechazase.—Pero, la muestra que estamos organizando requiere un poco más de oscuridad.—¿Oscuridad? —Me acomodé el sillón que se encontraba frente al escritorio.—Como sabes, es una muestra colectiva que pretende mostrar el lado oscuro de la ciudad —. Se encontr