StephanEra tentador, quedarse en esa bonita casa, en aquel coqueto barrio, lejos de la realidad a la que estaba acostumbrado. Desayunar huevos con tostadas a diario, cortar el césped los domingos, y tener barbacoas los fines de semana.Tal vez conseguir un trabajo normal y llegar a casa a las seis.Encontrarme con ella en la cocina y abrazarla por detrás, besarla, y follarla antes de la cena.Yo podría hacerla feliz, realmente podría. Porque ella era como uno de los sueños que acariciaba todas las noches que estuve en una celda fría, durante todos esos años en los que vagué de un lado al otro, esperando encontrar mi lugar.Entonces, mi soledad iba a dejar de doler. Lo presentía, pero así no eran las cosas en mi mundo y aunque lo sabía. El hecho de que a Oriana le importase tanto, había despertado en mí, cosas que no creí tener.Toda mi vida, había buscado a alguien a quien le importase lo suficiente. Que me aliviase y confortase.Dejé escapar el aire pesadamente.Quizás en otra vida,
Stephan«Дурак (idiota), ¿pensaste que podrías manejarlo?».Me dije, mientras saltaba el muro que bordeaba la residencia.El aire fresco se filtró a través de mi ropa, enfriando el sudor que aún quedaba en mi piel y una vez que estuve del otro lado, me sentí terrible. No debía continuar pensando en ella, o recordar la calidez de su cuerpo junto al mío. Ni la forma en que su respiración acompasada había hecho que, por primera vez en mucho tiempo, sintiera que pertenecía a algún lugar.Me encendí un cigarro y bajé por la calle con pasos firmes, en tanto colgaba el bolso en mi espalda. Debía terminar con los Ivankov, esa misma noche.El motor de un coche rugió suavemente cuando giró la esquina y me pegué al muro, para asegurarme de que se tratase de Alexei. Vi las luces delanteras, iluminar brevemente la calle antes de que se apagaran y entorné los ojos para asegurarme que efectivamente era él.El conductor encendió las luces dos veces, luego tres y una última vez, antes de quedar comple
StephanEl chirrido de los neumáticos aún resonaba en mis oídos cuando mis piernas comenzaron a moverse por instinto.Corrí hacia los contenedores, para perderme en el laberinto de metal oxidado y sombras densas. El aire frío se colaba entre las estructuras, trayendo consigo el eco de las pisadas apresuradas y órdenes en ruso.Intenté llegar a dilucidar a través de sus voces cuantos hombres eran. Aunque parecía imposible, mi mente estaba por todos lados y me sentía aturdido por la adrenalina y el miedo debilitante.—Не убивайте его, он нужен мне живым!!(¡No lo maten, lo necesito vivo!).Me adentré aún más en la oscuridad, buscando agrandar la distancia, entre ellos y yo.Mis botas golpeaban el suelo de concreto con cada zancada, y esquivaba los charcos de agua estancada y cajas rotas. Conocía este lugar lo suficiente para saber que si lograba llegar a la valla trasera, podría saltarla y perderme.El único problema era que el lote de contenedores, tenía aproximadamente unos diez acres
StephanLos neumáticos chirriaron sobre el asfalto y un dolor explosivo recorrió mi cuerpo cuando algo duro y contundente golpeó la parte trasera de mi cabeza. Mi visión se nubló y sentí que todo me daba vueltas. Intenté reaccionar, resistirme. Comencé a sacudirme y a retorcerme para escapar de su agarre; sin embargo, unas manos fuertes me sujetaron antes de que pudiera alcanzar mi arma.—Quiero dos hombres más para sujetarlo y tengan cuidado, aun herido es peligroso… —Los escuché decir, antes de perder completamente la conciencia.No sé cuánto tiempo pasó antes de que despertara.La humedad en el aire me golpeó primero, seguida de un olor penetrante a óxido, sudor y sangre seca.Entonces, de inmediato, supe que algo no iba bien, porque percibí que mi cuerpo se balanceaba ligeramente y una vez que abrí los ojos. Comprobé lo que tanto temía.Mi cuerpo pendía del techo, suspendido de un gancho. Mis muñecas estaban esposadas, y la piel me quemaba allí donde el metal me rozaba.Todavía at
StephanEl bate crujió en mi mano cuando lo levanté, aun sujetando a mi torturador con mi brazo. Podía sentir el sabor de la sangre todavía impregnado mi boca y los murmullos en el piso superior. Por el galopar, estaba casi seguro de que había, al menos, media docena de tiradores esperando la señal para volarme la cabeza. Mientras que alrededor, el abanico de hombres de Sergei mantenía sus posiciones, bloqueando cualquier intento de escape.Estaba jodido.Nada les impedía, hacerme pedazos, excepto quizás que todavía necesitaban encontrar a Oriana y su cámara.Entonces la puerta chirrió y el aire de la bodega se volvió más denso. Cuando una figura fue arrastrada al interior por uno de los hermanos de la bratva. Lo primero que llegué a divisar fue un cuerpo delgado forcejeando contra la mano gruesa que lo sujetaba por el cuello.Entorné los ojos y cuando las frías luces del exterior, iluminaron el rostro de la persona que era arrastrada, mi sangre se congeló en mis venas.Parpadee varia
OrianaEl rugido del motor llenaba el silencio de la noche mientras el coche se deslizaba por las calles desiertas. Alexei conducía nervioso, sin dejar de comprobar en el espejo retrovisor si alguien nos seguía y tamborileaba el volante del Jaguar XJ6, constantemente.Miré a Sthepan que se encontraba, recostado sobre mis piernas en el asiento trasero, respirando con dificultad. Su piel, normalmente dorada, estaba demasiado pálida y una fina capa de sudor cubría su frente.Quité con suavidad los mechones negros que se encontraban pegados a su sien y acaricie con suavidad la curva de su mandíbula, cuando abrió sus preciosos ojos azules y los clavó en los míos.—Eres tú… —Respiró pesadamente.—Sí, lo soy —murmuré, apenas consiguiendo contener los deseos de llorar.—No creí que fuese a verte nuevamente —. Cerró los ojos por un instante y volvió a abrirlos.—Ni yo —admití con un nudo en la garganta.—¿Dónde estamos? —Preguntó bruscamente, con un acento marcado, abriendo nuevamente los ojos
OrianaJuré que nunca iba a dejar que me humillaran nuevamente, sin embargo, allí estaba. Sentada, tragándome mi orgullo, mientras escuchaba a mi esposo hablar sobre lo duro que era para él, dejar en el pasado a su amante.Casi quería reír a carcajadas.—Yo nunca quise herirte, Ori. Lo que ocurrió fue un error y ya no soporto la culpa. Prometí que nunca volvería a ponerme en contacto con ella —. Dijo Álvaro, mirándome a los ojos y no pude evitar reírme en su cara —. No sé qué más quieres de mí —bajo la vista y se concentró en sus manos.Era realmente patético, sabía perfectamente que continuaba hablando con su amante y a pesar de que no pude decirlo, me agité, presa de la impotencia que me provocaba su descaro.—¿Lo has cumplido? —Intervino Carolina, nuestra terapeuta, mirándolo sobre la montura de los anteojos.Meneo la cabeza de forma casi imperceptible y una oleada de rabia me sacudió.—No y no me siento orgulloso por ello —Tragó saliva —. Me resulta muy difícil, porque todavía ten
StephanNo me gustaba que me sermonearan. No era ningún novato y ese no era mi primer asesinato. Además, ni siquiera había aceptado el trabajo. Solo me encontraba allí para escuchar, la propuesta. Ya que mi contacto, parecía seguro de que era buena. Al menos eso dejaba ver, la insistencia del nuevo jefe de los Cavalli.«No me tocaría tanto los cojones, ni se arriesgaría el mismo, si no fuera algo gordo». Me dijo Sergi, cuando nos reunimos la noche anterior.Comenzaba a dudarlo, estaba claro que Ciro Cavalli, todavía actuaba como un niño que daba sus primeros pasos. No comprendía lo peligroso que era tratarme como a uno de sus empleados. Era demasiado inexperto como para adivinar, que de haberme encontrado en un mal día, ya le habría puesto una bala en el centro de sus pobladas cejas.—Eres muy joven —. Volvió a repetir y miró al hombre que se encontraba a su lado. Sin embargo, este ni siquiera se atrevió a mover un músculo —. Espero que no te moleste, que te pregunte, ¿cuántos años ti