Oriana
—Tu trabajo es perfecto —me miró sobre la montura de los costosos Prada —. Realmente, me cuesta trabajo, creer que solo has realizado un curso en un centro de formación —dijo Galia, la dueña de la galería en la que esperaba poder presentar mi trabajo y obtener ventas —. La composición es maravillosa y la narrativa que elegiste desarrollar a través de las sombras y luces, hacen tu trabajo muy original —. Alzó una de las fotografías y chasqueo la lengua —. Bueno, como ya te dije, tus fotos me parecen perfectas y realmente transmite mucho —meneo la cabeza y algo dentro mío, me dijo que luego de aquel cumplido, vendría una negativa.
—Pero… —Continué por ella, intentando parecer serena, consciente de que era probable que me rechazase.
—Pero, la muestra que estamos organizando requiere un poco más de oscuridad.
—¿Oscuridad? —Me acomodé el sillón que se encontraba frente al escritorio.
—Como sabes, es una muestra colectiva que pretende mostrar el lado oscuro de la ciudad —. Se encontraba sentada sobre el escritorio y cruzó sus esbeltas piernas, colocando el portfolio sobre su muslo —. Como sabes, Daimōn es mucho más que una ciudad que parece no dormir. Es más bien como un monstruo dormido que está esperando que le des la espalda para devorarte —se inclinó un poco y sonrió —. Quiero presentar en mi muestra, fotógrafos que no teman ensuciarse las manos y las entierren hasta encontrar el rostro distorsionado del demonio que domina la ciudad —. Apoyó las manos sobre la madera, acercándose más y me eché hacia atrás —. Quiero una visión dramática, contrastes surrealistas. Quiero desesperación, ¿lo comprendes?
Asentí ligeramente.
Si quería desesperación, quizás podía darle una sesión de selfis.
Nada mostraba más desesperación que una mujer de cuarenta años, que tenía que ver la cara de la novia de su esposo a diario. Mientras le restregaban lo feliz que eran juntos, ahora que su vieja esposa, finalmente los había dejado libres para vivir su amor.
Mi abogado me dijo que lo mejor era no moverme de mi hogar por el momento y el sin vergüenza de Álvaro aprovechó para meter a su amante a vivir con él, en el cuarto de invitados.
—Eso creo.
—Bien, perfecto —cerró el portfolio de un golpe y me la entregó —. Cerraré la convocatoria dentro de una semana. Te he considerado porque Alicia, habla maravillas de ti y esperaba poder ayudarte, en este difícil momento.
—Realmente te lo agradezco. Es un momento realmente complejo para mí. Renuncié a mi trabajo porque ya no podía manejar los chismes de oficina y como si eso fuera poco, el imbécil de mi ex decidió que era buena idea llevar a su zorra a nuestra casa solo porque fui tan ingenua como para incluir su nombre en las escrituras. No soporto verlos, necesito vender la casa o comprarle su parte —. Me froté el rostro —. La forma sencilla sería comprarle su parte y luego tendré tiempo para vender la propiedad. Por eso necesito vender mi trabajo, de esa forma no tendré que tocar mi indemnización.
—Te entiendo, créeme y quiero colaborar contigo. Eso es lo que hacen las mujeres. Nos apoyamos entre nosotras —. Bajó del escritorio con elegancia felina y me sentí patética. Le estaba pidiendo una oportunidad a alguien que tenía la edad para ser una pasante de la empresa, donde, hasta hacía un par de semanas, era directora —. Tráeme lo que te pido y te prometo que me ocuparé personalmente de vender tu trabajo. Con el comprador correcto, puedes obtener suficiente dinero como para cubrir seis meses de gastos. Nuestra clientela es muy exclusiva y sé que puedo pedir lo que sea, cuando el comprador está lo suficiente interesado. Tú solo déjalo en mis manos.
—¿Tanto? —Me sorprendí.
—Tanto —sus labios se curvaron ligeramente —. Espero que esto te motive lo suficiente como para ponerte manos a la obra.
—¡Por supuesto! —Exclamé entusiasmada—. Solo tengo un pequeño problema —. Arqueo una ceja —. Realmente —me mordí el labio inferior —. No sé muy bien por donde debería comenzar. Quizás podrías guiarme en la dirección correcta.
—Entiendo —dijo con suavidad —. Veamos —se frotó las manos —. ¿Dónde sería un buen lugar para adentrarte en la oscuridad de la ciudad? —Lo pensó durante unos cuantos segundos, antes de alzar su rostro y fruncir los labios —. Lo tengo, ¿conoces el lugar de moda en las afueras del distrito financiero?
—¿Érebo? —Me asombré, hasta donde sabía, era un lugar exclusivo, donde las personas más snobs se reunían. Por lo que dudaba que fuese un buen lugar para encontrar ese mundo sombrío y surrealista que ella esperaba —. ¿No es un lugar muy exclusivo? —Asintió —. Creí que solo aceptaban a las personas más poderosas de la ciudad. Dudo que los ricos cometan indiscreciones a la vista de todo el mundo.
—Hasta donde sé —sonrió con cierta malicia —, donde habita el poder, habita el pecado, ¿no? —Galia, apoyó una mano en la cadera —. Son casi las ocho, ¿tienes tu cámara?
—Siempre la llevo —admití.
—Pues no sigas hablando conmigo, ve a busca de las fotografías que te aseguraran un puesto en mi exposición.
Así lo hice, salí de la galería y subí a mi coche, dispuesta a tomar las mejores fotografías que hubiese tomado. Sin saber cuanto cambiaría mi vida esa noche.
OrianaTenía mis dudas sobre si iba a encontrar lo que necesitaba para la exposición en las inmediaciones de Érebo, pero sin duda, tal como Galia anticipó, era un lugar que parecía sacado de un cuento de terror.Algo vibraba en el ambiente, algo que me impedía apartar la mirada. Como si estuviese adentrándome en una pesadilla.Las luces de neón que destellaban sobre las inmediaciones del club, y se estrellaban contra los charcos del pavimento.Vagabundos retozando en los rincones, se mezclaban con personas vestidas de diseñador.No podía negarlo, había algo poético en cómo el glamour de la ciudad se mezclaba con su decadencia, y la noche prometía capturar ambos extremos.A pesar de lo moderno y lujoso que era el club, se encontraba rodeado de edificios antiguos y decrépitos que parecían cobrar vida al caer la noche.La luna apenas si lograba colarse a través de las construcciones deterioradas, proyectando largas y siniestras sombras, que me aceleraban el pulso, al tiempo que me ponían
Oriana Sus finos labios se estiraron en una sonrisa salvaje y se irguió amenazante, antes de acortar la distancia entre nosotros. Mi corazón comenzó a acelerarse.Eché un veloz y frenético vistazo a mi alrededor. Me había detenido cerca de una calle, pero no había autos a la vista. Dondequiera que mirara, los edificios, estaban sumergidos en la oscuridad y el silencio.—Solo dime quién te ha enviado y seremos rápidos, no hay necesidad de que sufras más de lo necesario —. Dijo en un murmullo amenazante—. ¿Fueron los italianos?Mi pulso se detuvo durante unos instantes y mi mentón comenzó a temblar.Los ojos vacíos se clavaron en los míos, buscando una señal de que había dado en el clavo.Alcé la cámara para usarla como arma, justo cuando, una segunda voz llegó a mí, mostrándome porque no tenía salida. No destacaba exactamente por ser una mujer atlética y dudaba que pudiese lidiar con un par de matones, por lo que cientos de preguntas se agolparon en mi mente.¿Alguien me extrañaría?N
OrianaLlamémoslo instinto.Sí, fue puro instinto lo que me hizo salir del profundo sueño y darme cuenta de que estaba en un sitio completamente desconocido.Y una vez que esa alarma interna me advirtió que debía de volver a la realidad. Las imágenes de la noche anterior, comenzaron a aparecer frente a mí de forma atropellada. Recordé el callejón oscuro, los hombres armados, los golpes que recibí. Así que, abrí los ojos sobresaltada, con el corazón acelerado, como el de un animalito aterrado, que se sentía en peligro.Para mi sorpresa, descubrí que no estaba en el asiento trasero de un coche, tal como recordaba, cuando perdí definitivamente la conciencia.Me incorporé y me senté mirando a mi alrededor: mi cabeza todavía giraba por el golpe y me costaba mantenerme enfocada. Mi cabello enredado caía sobre mi rostro y estaba pegado a mi mejilla. No era que no quisiese quitármelo, sin embargo, cada movimiento me costaba la vida. Por lo que decidí ir paso a paso. No iba a exigirme más de l
OrianaStephan, me gustaba mucho su nombre y como era. Apenas si lo conocía, pero me había salvado y tenía un sentido del honor y la lealtad que no esperaba. Además, era todo un caballero a su manera.Me abrió la puerta del coche y me preguntó varias veces si estaba cómoda o si necesitaba algo.Mi madre decía que las apariencias engañaban y no podía estar más de acuerdo.Lo creí un salvaje, sin embargo, Álvaro; un hombre que nació en cuna de oro, necesitaba aprender un par de cosas del chico ruso que apenas hablaba.—¿Eres rica? —Preguntó, cuando nos abrieron la barrera de ingreso y sonreí.Para ser honesta, no pude evitar sentirme orgullosa al ver la expresión de Stephan cuando ingresamos al vecindario que parecía sacado de un catálogo de lujo.Las calles eran amplias y bordeadas por árboles cuyas hojas se mecían por el aire con calma. Los niños jugaban en los espacios de juego y el césped de las enormes casa, se encontraba perfectamente cortado.—No, no lo soy —admití —. Tenía un tr
OrianaJuré que nunca iba a dejar que me humillaran nuevamente, sin embargo, allí estaba. Sentada, tragándome mi orgullo, mientras escuchaba a mi esposo hablar sobre lo duro que era para él, dejar en el pasado a su amante.Casi quería reír a carcajadas.—Yo nunca quise herirte, Ori. Lo que ocurrió fue un error y ya no soporto la culpa. Prometí que nunca volvería a ponerme en contacto con ella —. Dijo Álvaro, mirándome a los ojos y no pude evitar reírme en su cara —. No sé qué más quieres de mí —bajo la vista y se concentró en sus manos.Era realmente patético, sabía perfectamente que continuaba hablando con su amante y a pesar de que no pude decirlo, me agité, presa de la impotencia que me provocaba su descaro.—¿Lo has cumplido? —Intervino Carolina, nuestra terapeuta, mirándolo sobre la montura de los anteojos.Meneo la cabeza de forma casi imperceptible y una oleada de rabia me sacudió.—No y no me siento orgulloso por ello —Tragó saliva —. Me resulta muy difícil, porque todavía ten
StephanNo me gustaba que me sermonearan. No era ningún novato y ese no era mi primer asesinato. Además, ni siquiera había aceptado el trabajo. Solo me encontraba allí para escuchar, la propuesta. Ya que mi contacto, parecía seguro de que era buena. Al menos eso dejaba ver, la insistencia del nuevo jefe de los Cavalli.«No me tocaría tanto los cojones, ni se arriesgaría el mismo, si no fuera algo gordo». Me dijo Sergi, cuando nos reunimos la noche anterior.Comenzaba a dudarlo, estaba claro que Ciro Cavalli, todavía actuaba como un niño que daba sus primeros pasos. No comprendía lo peligroso que era tratarme como a uno de sus empleados. Era demasiado inexperto como para adivinar, que de haberme encontrado en un mal día, ya le habría puesto una bala en el centro de sus pobladas cejas.—Eres muy joven —. Volvió a repetir y miró al hombre que se encontraba a su lado. Sin embargo, este ni siquiera se atrevió a mover un músculo —. Espero que no te moleste, que te pregunte, ¿cuántos años ti