Oriana
Sus finos labios se estiraron en una sonrisa salvaje y se irguió amenazante, antes de acortar la distancia entre nosotros. Mi corazón comenzó a acelerarse.
Eché un veloz y frenético vistazo a mi alrededor. Me había detenido cerca de una calle, pero no había autos a la vista. Dondequiera que mirara, los edificios, estaban sumergidos en la oscuridad y el silencio.
—Solo dime quién te ha enviado y seremos rápidos, no hay necesidad de que sufras más de lo necesario —. Dijo en un murmullo amenazante—. ¿Fueron los italianos?
Mi pulso se detuvo durante unos instantes y mi mentón comenzó a temblar.
Los ojos vacíos se clavaron en los míos, buscando una señal de que había dado en el clavo.
Alcé la cámara para usarla como arma, justo cuando, una segunda voz llegó a mí, mostrándome porque no tenía salida. No destacaba exactamente por ser una mujer atlética y dudaba que pudiese lidiar con un par de matones, por lo que cientos de preguntas se agolparon en mi mente.
¿Alguien me extrañaría?
No, mi esposo y su zorra, estarían felices porque podrían quedarse con mi casa.
Ese pensamiento fue más que suficiente como para resistirme a morir esa noche e infundirme coraje.
Centré mi atención completamente en el hombre delante de mí, ya tendría tiempo de preocuparme por el que tenía detrás, pero si lograba atravesar al rubio de traje, pronto estaría en la calle. Éramos aproximadamente de la misma altura, pero él me sobrepasaba en, al menos, quince kilos. Era macizo y ancho.
Aunque si lo cegaba, nada de eso importaba.
—Mi novio, también es ruso —dije lo primero que se me vino a la mente para ganar tiempo—. Seguramente, me está buscando y no le va a gustar lo que están haciendo —dije, maldiciendo en silencio cuando mi voz vaciló —. Si me tocan un solo pelo… Bueno, digamos que tampoco, quedará nada de tus tetas —. Su compañero a mi espalda rió por lo bajo y vi una sombra de duda cruzando por el rostro del que tenía de frente.
No quería que supieran que estaba sola, y que si desaparecía esa misma noche nadie lo lamentaría demasiado.
El hombre no hizo ningún comentario, solo me miró como una cobra a punto de atacar.
—Otro ruso —repitió, casi para sí mismo y dio un paso a un lado, obligándome a moverme hacia un par de botes de basura. Intenté alzar la cámara; sin embargo, se lanzó sobre mí y tomó mi muñeca. Tiró de ella ásperamente hacia su cuerpo y me congelé, atrapada con la guardia baja por el audaz movimiento.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Exigí, sintiendo la rabia, uniéndose al pánico en mi pecho—. ¡Déjame ir! —Tiré inútilmente de mi muñeca atrapada.
—¡Dinos, quién carajo te ha enviado! —lo escuché decir, retorciéndome para liberarme y quitando la cámara de su alcance, al ver que intentaba arrancarla de mis manos —. ¿Cómo se llama el ruso con el que estás?
—No puede ser él, ¿o sí? —. Cuestionó el segundo matón, acerándose para asegurarme por la cintura —. Es muy vieja para estar con ese Изменник, (traidor) —. Mi mochila voló por el aire, cuando me sacudí con todas mis fuerzas para soltarme de su agarre y se vio obligado a sujetarme por las correas.
Eso lo desestabilizó por un momento y con un movimiento rápido, logré apartarme de él y, aprovechando el impulso, golpeé con el codo en su estómago. Una ráfaga de aire con aroma a whisky salió disparada de la boca del hombre mientras se doblaba, Aunque todavía el primer captor no soltó mi muñeca. Lo empujé, apuntando con la cámara y apreté el obturador. La luz lo cegó de inmediato y me soltó para cubrirse los ojos.
Su compañero volvió a lanzarse sobre mí, dándome un puñetazo en la espalda que me hizo caer.
Entonces, una enorme sombra oscura apareció de la nada y me arrancó al hombre que estaba sobre mí.
—Отпусти её!
(Suéltala).
Alcé la mirada y me encontré un hombre joven, de menos de treinta años, alzándose amenazante sobre uno de mis atacantes. En tanto, el otro luchaba, por volver a ver.
Una camiseta negra se ajustaba perfectamente a su musculosa figura, sus brazos gruesos y espalda ancha se encontraban enfundados en una cazadora de piel negra.
Su figura intimidante, contrastaba con su belleza casi sobrenatural. Su piel estaba ligeramente bronceada, y la tinta que se arrastraba a través de hacia su garganta, captó mi atención de inmediato. Su cabello negro enmarcaba un rostro de ángulos agudos, con una mandíbula realzada por la cantidad justa de incipiente barba.
Durante un fugaz instante, clavó sus ojos de un color azul intenso en mí, antes de que se concentrara completamente en el hombre que sujetaba por el cuello. Su puño se movió y se oyó el chasquido de sus nudillos sobre hueso. La sangre fluyó de forma instantánea de la nariz rota del matón y su cabeza sacudió.
—Ты должен быть мертв… (Deberías estar muerto) —. Lo vi buscarme con la mirada al tiempo que yo gateaba para alejarme de ellos —. Она твоя девушка? (¿Ella es tu novia?).
—Очевидно. (Por supuesto).
No tenía idea de que acababan de decir; sin embargo, me quedó muy claro que no era una charla amistosa, cuando su puño conectó una vez más, callando de forma efectiva al tipo y tal vez rompiéndole algunos dientes en el proceso.
Lo vi caer de rodillas, meneándose de un lado hacia al otro a punto de caer desplomado.
En tanto, el otro sujeto, todavía frotando sus ojos, se acercó agitando un cuchillo y la hoja casi golpeó el ancho pecho de mi salvador. No obstante, era ágil como un demonio y en un movimiento, estuvo frente a él. Atrapó la muñeca del atacante. Golpeó con su rodilla el estómago del hombre y tomó la navaja que cayó de sus manos, antes de que tocase el suelo. Para terminar, le dio un revés sólido en su mandíbula, que causó que el rubio volara hacia atrás y aterrizara en el cemento.
Terminó en un instante.
Agité la cabeza saliendo del embrujo que provocaba ver sus movimientos perfectamente coordinados, tomé la mochila del suelo, guardé la cámara y la sostuve contra mi pecho.
Con las manos sobre los tirantes de la mochila, avance para acercarme, pero me detuvo una mano que apretó mi hombro, enterrando sus dedos en mi carne.
El tercer hombre me tomó por el cuello con su enorme brazo de manera sorpresiva y repitió—: Está bien, tú ganaste… Suelta a Andrey y dejaré ir a la mujer —. Le ofreció.
Mi salvador apartó su atención del hombre golpeado a sus pies y caminó hacia nosotros.
—¿Por qué no mejor la sueltas ahora y recoges este par de sacos de basura? —Replicó con voz plana sin apartar la mirada del hombre que me sostenía.
—Los rumores eran ciertos… A Yuri le va a encantar verte de nuevo —. Trastabille hacia adelante e intenté darle un cabezazo al hombre que me sostenía, pero lo único que conseguí fue un potente golpe en mi nuca en respuesta por mi intento y la cabeza comenzó a darme vueltas.
—Dudo que se alegre de verme.
Sin inmutarse, caminó hacia nosotros lentamente o eso creía.
Entrecerré los ojos nublados hacia él; seguía moviéndose de un lado a otro. Era difícil saber cuál de ellos era el auténtico. Intenté desligarme del brazo de mi captor con mi extraña y regordeta mano, pero parecía que no podía hacer nada bien. Me sentía aturdida, mareada.—Podrá cobrarse lo que le debes.
—Ya lo veremos. Suelta a la mujer y te dejaré ir en paz…
—No lo haré, si no la llevó. Moriré de todas formas.
El animal levantó mi cuerpo sin ningún problema y me colgó sobre su hombro como si fuese una presa.
—¿Aquí tienes la cámara? —Preguntó levantando la mochila —. Pues también se viene conmigo —. Lo escuché decir.
Luego, lo vi sacar lentamente un arma y apuntarles a quien intentaban ayudarme. Dio unos pasos hacia atrás y mi cabeza se zarandeó.
Cerré los ojos con fuerza para detener la presión en la cabeza. Era demasiado. Todo era demasiado. Cada movimiento palpitaba con la fuerza de un picahielos en mis sienes. Necesitaba silencio, aunque un nuevo estruendo me hizo estremecer.
Entonces caí al suelo, no delicadamente, sino como un saco de papas y mi cabeza rebotó en los adoquines del callejón.
Quise incorporarme; sin embargo, me fue imposible y unos pies enfundados en un costoso par de botas se detuvieron frente a mí.
Entornando los ojos, recorrí el pantalón negro hacia arriba, hasta la altura de su entrepierna, donde me topé con algo que me heló la sangre: un arma humeante, que rápidamente guardó en el cintillo de su pantalón y quedó cubierta por la cazadora.
Levantó mi mentón suavemente para mirarme, pero mis ojos pesaban demasiado para poder enfocar su rostro, aunque en las penumbras pude adivinar un ceño fruncido y una mirada dura.
Se agachó para tomarme de los brazos y ayudarme a levantarme, apenas podía mantenerme en pie.
—Tuviste suerte de que eligiese esta noche para realizar mi encargo —dijo con dureza, tomándome por la cintura —. Теперь ты мне должна жизнь, женщина. (Ahora me debes tu vida, mujer).
Todo me daba vuelta y cerré los ojos con fuerza, aferrándome a él, al sentir que mi cuerpo se hundía en un inmenso vacío. Sus manos paseaban por mi cuerpo recorriendo mi cintura hasta llegar a mis glúteos, para así sostenerme mientras corría por la calle desierta.
Lo dejé cargarme, porque de alguna forma extraña y perturbadora confiaba en él a pesar de lo que lo había visto hacer.
—No entiendo lo que dices…
—Ya lo entenderás.
—Gracias por salvarme —susurré —. Has sido un héroe conmigo.
—No soy tu héroe y has arruinado mi trabajo, mujer tonta —repuso con un acento marcado, al tiempo que avanzábamos, sin saber a donde me llevaba —. Pero, eso también lo discutiremos más tarde.
OrianaLlamémoslo instinto.Sí, fue puro instinto lo que me hizo salir del profundo sueño y darme cuenta de que estaba en un sitio completamente desconocido.Y una vez que esa alarma interna me advirtió que debía de volver a la realidad. Las imágenes de la noche anterior, comenzaron a aparecer frente a mí de forma atropellada. Recordé el callejón oscuro, los hombres armados, los golpes que recibí. Así que, abrí los ojos sobresaltada, con el corazón acelerado, como el de un animalito aterrado, que se sentía en peligro.Para mi sorpresa, descubrí que no estaba en el asiento trasero de un coche, tal como recordaba, cuando perdí definitivamente la conciencia.Me incorporé y me senté mirando a mi alrededor: mi cabeza todavía giraba por el golpe y me costaba mantenerme enfocada. Mi cabello enredado caía sobre mi rostro y estaba pegado a mi mejilla. No era que no quisiese quitármelo, sin embargo, cada movimiento me costaba la vida. Por lo que decidí ir paso a paso. No iba a exigirme más de l
OrianaStephan, me gustaba mucho su nombre y como era. Apenas si lo conocía, pero me había salvado y tenía un sentido del honor y la lealtad que no esperaba. Además, era todo un caballero a su manera.Me abrió la puerta del coche y me preguntó varias veces si estaba cómoda o si necesitaba algo.Mi madre decía que las apariencias engañaban y no podía estar más de acuerdo.Lo creí un salvaje, sin embargo, Álvaro; un hombre que nació en cuna de oro, necesitaba aprender un par de cosas del chico ruso que apenas hablaba.—¿Eres rica? —Preguntó, cuando nos abrieron la barrera de ingreso y sonreí.Para ser honesta, no pude evitar sentirme orgullosa al ver la expresión de Stephan cuando ingresamos al vecindario que parecía sacado de un catálogo de lujo.Las calles eran amplias y bordeadas por árboles cuyas hojas se mecían por el aire con calma. Los niños jugaban en los espacios de juego y el césped de las enormes casa, se encontraba perfectamente cortado.—No, no lo soy —admití —. Tenía un tr
Oriana—Quiero que tengas en cuenta que solo me fui para que no nos convirtiésemos en el espectáculo del vecindario —. Álvaro se escuchaba molesto y frustrado. Lo que me hizo sonreír con malicia, mientras untaba el relleno al pastel de chocolate que había hecho en forma de agradecimiento para Stephan —. No tenías derecho a llevar a ese machote para que me amenazase con golpearme si no me iba…Casi gritó contra el móvil y me vi obligada a apartarlo de mi oído.—Haber —. Lo detuve y dejé la espátula sobre la isla, luego me apoyé sobre el mármol, mirando de reojo el lugar donde el sucio culo de Noelia había estado apoyado. Aun colocándome en un sitio diametralmente opuesto, sentía los retorcijones en la tripa al recordar que estaba en el mismo espacio. Ni todo el cloro del mundo iban a limpiar la superficie —. No tienes derecho a quejarte. Firmaste el acuerdo, estuviste conforme con mis demandas, porque sabías perfectamente que te permití quedarte aquí porque una parte de mí todavía sien
OrianaTomé un par de inspiraciones profundas en un intento desesperado por tranquilizar el latir desbocado de mi corazón. La fuerza con la que mi sangre corría a través de mi cuerpo, logrando que mi pulso golpease detrás de mis orejas con especial fuerza cada vez que lo veía, era desconocida para mí. Me sentía estúpida, nerviosa, torpe y no podía hacer nada para impedirlo. Su cercanía me aturdía como nada nunca lo había hecho antes.Me gustaba, mucho. A cualquiera en su sano juicio le gustaría. Aunque tenía la sensación de que era algo más. Eso me preocupaba, él no era exactamente una perita en dulce, y aun así no podía dejar de sentirme emocionada al sentir su mirada sobre mí. Era posesivo, huraño, intimidante, intenso. No me tocaba como mi esposo, lo hacía como si quisiera devorarme, sin importar si me hacía añicos. Y de alguna forma enferma, eso me excitaba.Stephan inclinó ligeramente la cabeza hacia mí, en tanto su mano se movía despacio, casi con cautela, hasta rozar un mechón
StephanNos quedamos parados frente a su habitación, y vi en su rostro el sentimiento de culpa reflejarse con claridad absoluta. Todavía no estaba preparada, aunque eso no iba a impedir que la presionase un poco. Porque definitivamente ella terminaría en mi cama y nadie iba a impedirlo.Primero, iba a tener que convencerla de que no había ninguna razón por la cual sentir culpa.Culpa por tener un criminal bajo su techo, tosco y brutal, a quien besó a pesar de su buen juicio y por quien se sentía inevitablemente atraída.Culpa por lo excitada que la hacía sentir que la tocase y por no pedirme que parase, en tanto la arrastraba a su cuarto.—Esto no está bien —. Gimió contra mi boca con voz entrecortada, al tiempo que yo enterraba los dedos en la piel desnuda de su cintura bajo la tela de la camiseta, y tiraba de sus caderas hacia mi ingle.—¿Por qué? —Pregunté, subiendo delicadamente a través de sus costillas hasta llegar hasta sus pechos.—Stephan —casi rogó y percibí como sus picos s
OrianaJuré que nunca iba a dejar que me humillaran nuevamente, sin embargo, allí estaba. Sentada, tragándome mi orgullo, mientras escuchaba a mi esposo hablar sobre lo duro que era para él, dejar en el pasado a su amante.Casi quería reír a carcajadas.—Yo nunca quise herirte, Ori. Lo que ocurrió fue un error y ya no soporto la culpa. Prometí que nunca volvería a ponerme en contacto con ella —. Dijo Álvaro, mirándome a los ojos y no pude evitar reírme en su cara —. No sé qué más quieres de mí —bajo la vista y se concentró en sus manos.Era realmente patético, sabía perfectamente que continuaba hablando con su amante y a pesar de que no pude decirlo, me agité, presa de la impotencia que me provocaba su descaro.—¿Lo has cumplido? —Intervino Carolina, nuestra terapeuta, mirándolo sobre la montura de los anteojos.Meneo la cabeza de forma casi imperceptible y una oleada de rabia me sacudió.—No y no me siento orgulloso por ello —Tragó saliva —. Me resulta muy difícil, porque todavía ten
StephanNo me gustaba que me sermonearan. No era ningún novato y ese no era mi primer asesinato. Además, ni siquiera había aceptado el trabajo. Solo me encontraba allí para escuchar, la propuesta. Ya que mi contacto, parecía seguro de que era buena. Al menos eso dejaba ver, la insistencia del nuevo jefe de los Cavalli.«No me tocaría tanto los cojones, ni se arriesgaría el mismo, si no fuera algo gordo». Me dijo Sergi, cuando nos reunimos la noche anterior.Comenzaba a dudarlo, estaba claro que Ciro Cavalli, todavía actuaba como un niño que daba sus primeros pasos. No comprendía lo peligroso que era tratarme como a uno de sus empleados. Era demasiado inexperto como para adivinar, que de haberme encontrado en un mal día, ya le habría puesto una bala en el centro de sus pobladas cejas.—Eres muy joven —. Volvió a repetir y miró al hombre que se encontraba a su lado. Sin embargo, este ni siquiera se atrevió a mover un músculo —. Espero que no te moleste, que te pregunte, ¿cuántos años ti
Oriana—Tu trabajo es perfecto —me miró sobre la montura de los costosos Prada —. Realmente, me cuesta trabajo, creer que solo has realizado un curso en un centro de formación —dijo Galia, la dueña de la galería en la que esperaba poder presentar mi trabajo y obtener ventas —. La composición es maravillosa y la narrativa que elegiste desarrollar a través de las sombras y luces, hacen tu trabajo muy original —. Alzó una de las fotografías y chasqueo la lengua —. Bueno, como ya te dije, tus fotos me parecen perfectas y realmente transmite mucho —meneo la cabeza y algo dentro mío, me dijo que luego de aquel cumplido, vendría una negativa.—Pero… —Continué por ella, intentando parecer serena, consciente de que era probable que me rechazase.—Pero, la muestra que estamos organizando requiere un poco más de oscuridad.—¿Oscuridad? —Me acomodé el sillón que se encontraba frente al escritorio.—Como sabes, es una muestra colectiva que pretende mostrar el lado oscuro de la ciudad —. Se encontr