2

Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.

—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.

—No, acéptemelo es un obsequio.

—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.

Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.

Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le pareció un hombre muy guapo. Se instó a sacar de su mente con rapidez aquel señor lindo.

Siguió caminando hasta casa, Al mediodía almorzó, se dio una breve ducha, se vistió y se monto en su auto hasta llegar a su trabajo, que quedaba a varias cuadras. Al entrar a la oficina contable, saludó a Ruthneida, la secretaria, y a los clientes que esperaban sentados. Cuando llegó su jefe, Christina, que tenía cargo como auxiliar contable, lo ayudó con unos impuestos y otros procedimientos. Hasta las cinco y media de la tarde, el trabajo había terminado y por alguna razón , en vez de dirigirse hasta casa, siguió un poco más hasta la tienda.

No obstante, ahí estaba, así que al bajar del auto tomó el teléfono y llamó a Frank.

—Hola mi corazón, quería saber si te apetece comer algo en especial esta noche.

—Christina, te llamé con el pensamiento, estaba por llamarte para decirte que no me esperes a cenar.

— ¿Por qué?

—Es el cumpleaños de la gerente, los muchachos acordaron ir a comer o beber algo, pero solo vamos los del trabajo.

―Y con eso último, entendió que no estaba invitada.

—ok. Entiendo, pásala muy bien corazón.

—Ok cariño, un beso.

Christina estaba acostumbrada a que su novio salía con sus amigos, situación que era cada vez más frecuente. Empujó la puerta de vidrio y entró al local. En vista de que cenaría sola, no tenía que preocuparse por cocinar un menú que les apeteciera a ambos. Eran apenas las siete de la noche y sabía que estaría sola. Caminó hasta un refrigerador de helados y miró algunas. No solía comer mucho helado y de por sí la situación lo ameritaba ya que estaría sola. Tomo uno de mantecado con brambuesa, Se dirigió a caja rompiendo el plástico protector de esta.

Miró a los lados en busca del chico lindo, decepcionándose de no encontrarlo por ninguna parte, aunque no hubiese un motivo para sentirse así. Colocó el helado junto a la caja registradora, para buscar en el bolso la billetera para pagar.

—Lo siento. Este helado no está a la venta —dijo la cajera con un tono serio.

Christina la miro y levantó una ceja en señal de molestia. Pensó que la chica la tenía tomada con ella y decidió que no toleraría su mala actitud.

— ¿Pero por qué no? Estaba en el refrigerador de helados.

—Porque no, señorita. Ha sido un error, esos helados no debieron de estar allí, no está a la venta porque aun no están en sistema. —remarcó con falsa amabilidad.

Christina insistió en preguntar el motivo por el cual su molestia y la cajera se mostró molesta.

—Quiero hablar con el gerente —solicitó.

—Señorita, de verdad ha sido un error, lo siento —dijo la chica, aunque expresaba una disculpa, el tono con el que hablaba era demasiado incomodo.

—Llama al gerente, por favor.

Christina vio a la cajera hacer una seña a alguien y le dijo que en un momento la atenderían. Acto seguido, siguió facturándole a las personas que estaban detrás de ella, ignorándola. Molesta, se cruzó de brazos a esperar al gerente, una señora hizo además de acercarse a la caja, pero fue interceptada por aquel hombre, el chico lindo, al parecer, ejercía un cargo allí, tipo de autoridad en el lugar.

Ella le faltó fluidez para hablar por un momento y tartamudeó un poco. Tras dos segundos, logró entrar en si con rapidez y explicó el asunto. El chico lindo asintió en señal de entendimiento.

—Factúrale a la señorita lo que le guste —dijo dirigiéndose a la cajera.

—Pero… —Que le factures —interrumpió impaciente.

—Busca algo con el mismo precio y hazlo.

La cajera facturó el articulo con mala gana y le entrego la bolsa donde contenía el producto. Se dirigió hacia la salida del lugar, pensando en que jamás volvería a comprar ahí de nuevo, pues no soportaba a esa chica.

—Señorita, ¿me permite un momento conversar con usted?

Christina se volvió ante el llamado de la voz grave del chico lindo y asintiendo con la cabeza, siguió la dirección de su mano derecha que le dirigía, hacia una oficina al final del local. Al entrar, la invitó a tomar asiento, pedimento que ella aceptó un poco titubeante. Él, en vez de sentarse al otro lado, en la silla que precedía el espacioso escritorio, lo hizo a su lado, girando la silla en su dirección, a una distancia demasiado corta y con amabilidad expreso…

— ¿Te Gusta bolicrun? —Él estiró la mano, alcanzando un contenedor de plástico transparente lleno de bolicrun gomas sin semilla y tras abrirlo, se llevó uno a la boca. Ella negó con la cabeza y él no tuvo más remedio que insistir.

— Prueba uno, están buenísimos.

— ¿Qué son? —preguntó Christina arrugando la cara.

— ¿En serio nunca los has probado? —Ella volvió a negar con la cabeza —El bolicrun es una fruta, es muy dulce.

—Christina asintió en señal de entendimiento, arropó ligeramente su labio inferior con el superior, gesto que él encontró de lo más adorable.

Son de sabor dulce, muy buenos —dijo extendiendo de nuevo la pequeña bandeja.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo