―Pero Andrés, yo…Christina siguió llorando y él la abrazó. ―Nada de esto habría pasado si no hubiese seguido a Frank a esa reunión de trabajo ―dijo haciendo un puchero.―No, no puedes ser como el resto del mundo, querida. No, te lo prohíbo. Nada de echarle la culpa a los demás de lo que te sucede en esta vida, Christina. Frank no era el hombre que necesitabas. O sea, está hospitalizado, no pretenderá que le creamos que la conoció hace dos días, es probable que ya tuviese algo con esa mujer desde hace más tiempo —explicó con pesar, mirándola a la cara. ―Ven, que te vamos a llevar a casa.―¿Quieres que compre un helado de mantecado con chocolate y nos pongamos a ver una película en tu casa, para no dejarte sola esta noche?―Si. Está bien.―¿Cuéntame, hay alguna tienda cerca de tu casa donde comprarlo? ¿Qué tienda frecuentas cerca de tu casa?—Si, la única tienda que frecuento es la que está a una cuadra cerca de mi casa.―Está bien, vamos para esa tienda. ―dijo Andrés, se sentía muy cur
De pronto sintió palpitaciones, y empezó a sentirse algo nervioso, retomó su actividad que estaba a unos minutos de culminar. Tras comprobar de nuevo que todo estuviese en orden, recogió el efectivo de la caja. Solo le quedaba cerrar la caja y atender a la ultima cliente para dar por terminado la jornada laboral del día.La observo apresurada en su compra, al parecer, no se había percatado de que él estaba muy cerca. Le llamó mucho la atención de que hubiese tomado un carrito ―algo que ella no hacía con frecuencia ―y que, además insertara en el carrito una variedad de productos ―algo que era inusual.Christina Tomó pollo, carne, vegetales, condimentos, queso, entre otros víveres. Santiago se apresuró a llevar el efectivo a la caja fuerte de la oficina, pasando junto a ella, pretendiendo que no la había visto. Minutos después, los empleados comenzaron a salir y el chico de seguridad cerró la puerta con llave tras la salida de los empleados, cuando el último cliente abandonó la tienda,
Santiago movió la cabeza torciendo los labios en una sonrisita de medio lado, dándole a entender que se había percatado de la manera en que lo observaba y ella miró el suelo avergonzada y sonrojada.―Veo que te han gustado las iniciales ―dijo pasando por el lector la cajita, para despuésacomodarla en la bolsa, en un nuevo intento de conversación.―Sí ―contestó con dulzura. Un segundo después, se reprendió al percatarse de lo que había respondido y de que le estaba sonriendo como una tonta. Aquella sonrisa espontanea, le encantó a Santiago.―Un placer, cuando tu quieras, podría enseñarte otras cosas. Christina lo miró enmudecida. ―Me acaban de llegar unos bolicrun rellenas de chocolate y fresas que están para chuparse los dedos ―agregó con rapidez, solo para disimular un poco el comentario anterior.―Tal vez en otra ocasión los pruebe santiago. Giró el cuello y leyó la pantalla de la caja dictándole el total de la compra. Ella le entregó la tarjeta de debito para que se cobrase. ―¿T
Santiago tomó las bolsas y llegó justo a tiempo para ayudarla a bajar de la camioneta que era un poco alta. Ella le agradeció, cambiando de mano los paquetes que sostenía para recibir la que él le ofrecía. Tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta el porche de la casa. Abrió la puerta de entrada y lo hizo pasar. Santiago observó con atención el espacio que se vislumbraba. Todo parecía colocado en su exacto lugar, muy bonito.―¿Te estás mudando? ―dijo curioso, al ver una buena cantidad de cajas en la entrada.―No, son solo cosas que se van de aquí.Christina lo hizo pasar hacia la sala donde estaba la mesa de comedor, así como varios libreros, los cuales estaban atestados de libros. ―Ven te ayudo —dijo Christina intentando quitarle las bolsas, él no se lo permitió colocándolas en la mesa de la cocina. ―De verdad muchas gracias, en serio no tenías por que molestarte.―No tenía, pero quise hacerlo ―dijo interrumpiéndola, mirándola de una forma, que la pobre no tuvo más remedio que s
―¿Quieres comer conmigo? Aunque te advierto, nada demasiado interesante, probablemente un pan relleno con jamón y queso amarillo.―Eso estaría bien, pero no quiero que lo hagas por compromiso o algo por el estilo. Notienes que hacerlo en reciprocidad de nada, si no es tu gusto.―¿Qué se supone? ¿Que deje ir a un hombre que cambia bombillas y arregla grifos conhambre? —dijo Christina imitando su sutil coqueteo con una sonrisa en los labios.Santiago le sonrió de vuelta y asintió aceptando la invitación. Se llevó la mano al cabellopara peinarlo de atrás hacia adelante, un gesto que solo hacia cuando estaba ansioso y que ella encontró de lo más atractivo.―acercándose a ella—. ¿En qué te ayudo?―Tu vas a tomar, asiento en la barra, por favor y solo dedíquese a mirar.―De acuerdo solo te miraré ―acordó en tono sugerente.Christina lo miró levantando una ceja con expresión circunspecta, en respuesta a ese obviocoqueteo. Con un cuchillo de sierra, rebanó la hogaza de pan, la untó con ma
―No puedes hacer estas cosas Santiago.―¿Qué? ¿Lavar los platos contigo?―Eso mismo, pero además, Abrazarme así ―dijo ella en un hilo de voz, sintiéndose demasiado invadida por su cercanía.―No te estoy abrazando, estamos lavando los platos muy cerca ―explicó Santiago en tono divertido.―Si te molesta, puedo seguir solo.―Dejame ir. ―expreso Christina en tono de molesta. Santiago decidió guardar la calma, retrocediendo con tal de no asustarla.―Disculpame, malinterpreté las cosas, no era mi intención hacerte sentir incomoda, lo hice sin pensar.―Ya, no pasa nada, tranquilo. Sigue lavando los platos —dijo con cierto tono demandante que lo dejó perplejo.Christina rodeó la barra y se sentó en una de las sillas altas para observarlo lavar losplatos.―Tú debes tener mucha suerte con las mujeres ―soltó perspicaz.―No siempre ―dijo Santiago, confundido ante la pregunta y la tranquilidad que ella demostraba.―No seas mentiroso, te aseguro, que ni siquiera coqueteas con una mujer a menos que
Christina se asomo por la ventana, tocándose los labios y observaba como Santiago se montaba en el auto y se iba, sentía que le faltaba el aire, inhaló profundo, llenando los pulmones de aire. Le temblaba el pulso. Y de pronto recordó esa frase que le llamo mucho la atención “Interés romántico sexual”. Se rio nerviosa, Se mordió el labio inferior, realmente ella quería expresar ese interés mutuamente.―¿Qué acabas de hacer Christina? ¿Le dijiste que No? Pues era obvio que no le iba a decir que si, tan rápido, apenas nos sentamos a conversar hoy. —dijo hablando sola, al tiempo que se tiraba en la cama de su habitación.Tras quitarse la ropa para darse un baño pensó, —¡Dios! No se puede negar que tiene una sonrisa hermosa. —Christina, ya no pienses en ese hombre. —Se reprendió con firmeza.Santiago, en cambio, trataba de asimilar el rechazo que le hizo Christina. El despertador sonó a las siete de la mañana. Sin Frank, Christina debía levantarse, desayunar, hacer yoga un rato y alistar
De pronto a Christina le pareció muy perturbador haber pensando en Santiago de esa forma. No era que fuese una puritana ni mucho menos, aquello tenía que ver más con la percepción que tenía de sí misma como ser sexual. Se había pasado los últimos tiempos incluso años, llena de una ansiedad sexual destructiva y teniendo relaciones poco placenteras. Había olvidado como era sentir ese tipo de anhelos e impulsos eróticos.—“sonó el timbre del apartamento, alguien está llamando a la puerta”.Christina salió de la habitación, bajó las escaleras y se asomo por la ventana para saber quien tocaba.—Andrés, que sorpresa —dijo. —Sí, querida soy yo, vine a buscarte, porque nos vamos de fiesta.—¿De fiesta? Si, sabes que aun no estoy de ánimo.—Por esa razón vine a buscarte querida, para subirte el ánimo, vamos te espero en el carro con Marcos.—Está bien… Nos vemos en un momento.Christina se animo y solo le faltaba unos retoques, llevaba una falda corta con una abertura a un costado, que dejaba