Santiago, se entretuvo variando el ritmo de sus movimientos, otorgándole profundos lengüetazos e introdujo la lengua en la abertura del coño, mientras le acariciaba el clítoris con la punta de la nariz, para después ascender con premura e hinchárselo con algunas caricias dentadas. Sin percatarse, Christina comenzó a mover las caderas involuntariamente, acompasando los movimientos de la boca de Santiago, que era codicioso, quería más, anhelaba escucharla gritar, así que se concentró en acariciar ese punto sensible en su interior con los dedos, dándole un masaje sosegado, torturándola con alevosía, disfrutando de darle placer.
Excitado, se apretó el miembro endurecido con una mano, las ganas de penetrarla eran apremiantes, pero escucharla gemir resultaba más estimulante. Christina lo perturbaba con cada vocalización de satisfacción que le regalaba. El placer era para ella, pero, en realidad, era él quien gozaba escuchándola gemir. Se relamió, degustando el sabor de ChrisSe movió con celeridad al baño, necesitado de enfriar su cuerpo acalorado. En su mente, estaba tatuada de forma permanente, y aunque, eso lo tenía sobre estimulado al punto de no querer parar de besarla, decidió que lo mejor era darle un poco de espacio para que ella procesara a solas lo ocurrido de la manera que requiriese. Christina quedó despatarrada y pensativa sobre el sofá, asimilando que acababa de tener el clímax de su vida. Cerró las piernas, apretando los muslos, acostumbrándose a esa sensación de plenitud que la embargaba, notando cómo el sexo se le contraía aún, porque una parte del orgasmo se seguía diluyendo en su cuerpo. Se incorporó, sentándose con la espalda pegada al respaldo, se abrazó a sí misma y entendió que no necesitaba pensar nada más, no dejaría que sus conflictos mentales la llenaran de dudas. Se animó, analizando que él no parecía juzgarla por nada, ni siquiera por su ataque de llanto de la vez pasada. Al contrario, se había interesado en lo que la aqueja
Pestañeó mirándolo y le gustó la sonrisa incitadora de medio lado que obtuvo en respuesta,calentándose inexplicablemente por un gesto tan anodino. Decidió que no se inhibiría para nada, animándose a seguir, bajó el rostro y abrió la boca para pasar la lengua, en un movimiento oscilatorio, con soltura por toda la corona del glande, lo escuchó respirar alterado y eso solo la hizo querer seguir. Lamió todo el falo, al tiempo que lo miraba con expresión libidinosa, para finalmente metérselo a la boca, ayudándose con la mano para empuñarlo y succionarlo con fuerza al mismo tiempo.-Joder, nunca me imaginé que me ibas a poner esa carita. ¿Te gusta tenerme en la boca?-Me encanta -dijo volviendo a lamerlo.-Así, sigue así.Santiago cerró un poco la llave del agua, para que esta cayera como una lluvia tenue, bañándolos a ambos sin molestar. La vista era incomparable: ella desnuda de rodillas, con las mejillas sonrojadas por el vapor y
Christina siguió succionando insaciable, moviendo la mano con soltura de arriba abajo sobre el pene, masturbándolo porque, si bien, odiaba el sabor a semen, no se planteó ni por un segundo el no dejarle acabar en su boca. Impetuosa, siguió propinándole una felación, mientras disfrutaba de verlo con la cara crispada por el placer, escuchando su respiración entrecortada. Continuó acariciándose el clítoris, ya que saberlo tan cerca del orgasmo, aumentó las contracciones rítmicas que experimentaba en su coño. No tardó en correrse, agitada sin dejar de succionarlo, siendo ese el detonante definitivo para él, que se paralizó al escuchar aquellos gemidos ahogados por su propio miembro.Santiago, se deleitó por la vibración aniquilante que esos jadeos le otorgaron y soltó un gemido ronco, corriéndose a borbotones, espeso y caliente, golpeando la garganta de Christina, que se lo tragó todo producto del arrobo tan intenso que aún experimentaba a causa de su propio orgasmo. Él le
Christina se dejó caer sobre su cuerpo rindiéndose con rapidez, el deseo de besarlo era más fuerte. Suspiró al sentir la piel tibia de los pectorales de Santiago contra sus pechos. Le encantaba esa sensación. Se estaba volviendo adicta al contacto, a olerlo, a besarlo, al roce de esa barba contra su cuello. Hundió la lengua en su boca, besándolo con vehemencia y mordisqueándole el labio inferior con mesura. Santiago le soltó los brazos para apoyar las manos en su trasero, disfrutando de cómo ella movía la pelvis, sinuosamente, sin decoro contra la suya. Christina quería estimularlo, le gustaba ponerlo duro, deseoso. Él jadeó mientras le toqueteaba la superficie de los calzoncillos, solo tuvo que apretar un par de veces para que la erección se presentara en toda la extensión necesaria.-Mañana tengo que abrir la tienda temprano -dijo con voz somnolienta, pero sin dejar deBesarla -Necesito dormir.-Dormiremos cuando estemos muertos -expresó jocosa.
Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina.Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ellaChristina se miraba en un espejo
Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.—No, acéptemelo es un obsequio.—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le
Observó al chico lindo llevarse otro a la boca entero y masticar, por lo que ella imitó el gesto. Quedó fascinada con el aroma y el delicioso sabor.Él la observó, esperando su reacción. Ella abrió los parpados de par en par, exponiendo unos magníficos ojos verdes muy expresivos y con rapidez, se llevó los dedos a los labios para evitar emitir sonido. A Santiago, Christina le resultó demasiado contenida y eso en el fondo le gustó.—Mmm. —El sonido escapó de los labios femeninos. — Es delicioso.Nunca había probado una fruta así, gracias. Le encantó la forma en que los labios de Christina se curvaron hacia arriba, regalándole una corta sonrisa.—Quiero pedirle disculpas en nombre de mi empleada. Está cubriendo a un compañero en el turno de la tarde, supongo que está cansada y no supo explicarse. —Christina tomó la factura de caja para leer los artículos facturados y había pagado por un Jugo y unas galletas.—Lo siento mucho, puedo devolverla.—No se disculpe, no es su culpa, solo que
Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.—Cariño, ¿qué sucede?—Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.—¿De qué hablas?Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.—Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?—No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos