Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.
—Cariño, ¿qué sucede? —Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más. Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación. —¿De qué hablas? Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido. —Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué? —No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos miran —dijo refiriéndose a dos chicos del servicio de aparcar autos, tomándola con fuerza por el brazo, caminando con ella lejos del local. —Suéltame. No seas tonto. La soltó y le rogó que lo acompañara al auto, para hablar con tranquilidad. La miró muy serio y le pidió que no le hiciera pasar vergüenza. Christina, que ni siquiera subió el tono de voz, ni hizo ningún gesto que delatase que estaba furiosa, lo siguió resignada. Frank podía llegar a ser bastante intransigente y manipulador cuando quería, sobre todo, cuando sentía esa imperante necesidad de mantener todo bajo control en cualquier situación, incluyendo una hipotética pelea con su novia, con la que no discutía por casi nada. Opinaba que las peleas en las relaciones amorosas eran algo indeseable y que debían ser evitadas a toda costa. Su forma de ser, perfeccionista, lo impulsaba a perseguir la armonía a como diera lugar. Esa obsesión de Frank por vivir dentro de los paramentos de lo que consideraba una relación sin problemas, lo condujo a obviar un detalle significativo: nada era perfecto. La relación anterior de Christina, había estado llena de desengaños y mentiras, por lo que, en un principio, se sintió atraída por la tranquilidad que Frank le ofrecía. Era un hombre decente, de naturaleza sosegada que la trataba con profundo respeto. Era un novio atento, ejemplar, que la quería, la cuidaba y que, incluso, se esforzó en ganarse a su madre ligeramente racista. Frank era un hombre estupendo en toda la extensión de la palabra, el problema radicaba en que esto era directamente proporcional a lo aburrido que era. Motivo por el que Christina se la pasaba fantaseando con dejarlo, idea que nunca se materializaba, porque vivía en un entorno asfixiante que la hacía creer que era imperativo tener una pareja para ser feliz. Sentía miedo de dejarlo y luego arrepentirse por perder al único hombre decente que había conocido. Tras ese tipo de cavilaciones, Christina concluía lo mismo de siempre: era mejor malo conocido, que malo por conocer y al final del día lo quería. ¿Cómo no quererlo? Frank tenía de todo, menos algo malo. Era la estampa de la perfección y eso era precisamente lo que la aniquilaba. ¿Cómo se quejaba de un novio que nunca olvidaba un aniversario? Uno atento, que se había interesado tanto por ella, que muchas veces adivinaba las cosas que necesitaba antes de que esta siquiera las pidiera. Tal vez, tenía la culpa por ser tan predecible, por convertirse en una mujer aburrida. Así que, cuando entró al auto, decidió que era justo transgredir un poco esas normas tácitas que se habían gestado entre ambos. Su relación necesitaba cambiar con urgencia. Frank le había dado un motivo a Christina para discutir y esta decidió que aprovecharía al máximo la oportunidad para exigir respuestas. Aquello era un grito de desesperación, estaba harta de mantenerse impasible, necesitaba sentirse viva, aunque fuese por cinco minutos. Respiró y se preparó para no caer en las tácticas apaciguadoras que solía aplicarle para domeñarla, ni en las caricias en la espalda o en los susurros tranquilizadores que de seguro iba a darle. Ella quería llegar a la raíz. Necesitaba comprender qué había hecho para que él se sintiera fastidiado de responderle el teléfono, porque si él era el novio perfecto, ella era la mejor novia que pudiese desear, que siempre le daba su espacio. —Christina, ¿explícame qué pasa? —Pasa, que estoy en casa, te llamo y no contestas. Ok, perfecto, no tienes que contestarme de inmediato, pero vengo hasta aquí, te llamo y me desvías la llamada en mi cara. —Frank levantó las cejas, en un gesto de entendimiento, cuando al fin se percató de lo que sucedía. —Entonces me pregunto: ¿por qué haces eso? ¿Por qué me ignoras así? ¿Y sí me hubiese estado muriendo? ¿Qué tal que me hubiese caído en la ducha y te estuviese llamado para que me ayudaras? —Discúlpame, cariño, tienes razón. —Y al decir esto, él dio las cosas por zanjadas, sin saber que Christina esa noche tenía ganas de ver todo arder. —Esto no va de que te disculpes. Me explicas por qué me mientes diciéndome que no oíste el teléfono, además del gesto de: ¡Qué fastidio, esta mujer de nuevo llamando!, cuando yo nunca te molesto por nada, casi ni te llamo, menos cuando estás con tus amigos. —No lo haces. Es solo que… —Se quedó a medias, intentando inventar una excusa creíble. Estaba ocupado, tú no me fastidias nunca. En serio — mintió. — ¿Eso es lo mejor que se te puede ocurrir? ¿Que estabas ocupado? —Me niego a pelear por esta tontería. —Ese eres tú, yo quiero saber: ¿por qué estás cansado de mí? —No estoy cansado de ti, solo que era mi momento de estar con mis amigos, yo no te molesto cuando tú estás con los tuyos. —O sea, ¿sí te molesto? —contestó malsonante. —Sabes que eso no fue lo que quise decir, Christina. Perdóname y ya. Tú me conoces, sabes que te adoro, que te amo.—No, no te perdono y no te llamó más —dijo cruzándose de brazos.Frank maldijo entre dientes, algo que Christina odió, solo le exacerbó ese sentimiento de que él estaba cansado de ella. Le envió un mensaje a un compañero avisándole que no volvería a la mesa. Luego encendió el auto, moduló el volumen de la radio y comenzó a conducir. —Para el auto —dijo Christina.—No cariño, por favor, no hagamos de esto una pelea.—Detén el maldito auto.Frank terminó aparcando frente a la plaza, bajo la oscuridad que proveía uno de los árboles que se erguía imponente, cubriendo con sus frondosas ramas la poca iluminación proveniente del centro del lugar.—¿Se puede saber qué pasa ahora Christina? —cuestionó molesto.—Ni siquiera me has preguntado por qué razón te vine a buscar…Christina se llevó la mano derecha a la frente, haciendo un gesto de obstinación.—Tienes razón, lo siento mi reina, ¿para qué me viniste a buscar?Christina, se levantó del asiento y se sentó sobre el regazo de Frank, to
—Suéltame, Frank.—No, hasta que me digas qué te pasa.—Deberíamos terminar.—Christina, ¿qué coño te pasa? —cuestionó él, alzando la voz tras haberse quedado, unos segundos, estupefacto —.¿De qué estás hablando?—Yo… yo…—Vámonos a casa, hablaremos ahí con calma. La tomo por el brazo.—Suéltame.— ¡Vamos! —exclamó agresivo.—Ya no quiero seguir más contigo —dijo en un tono de voz tan bajo que pareció un susurro.—¿Te estás oyendo? ¿Entiendes lo que dices? —Frunció el ceño — ¿Me acabas de coger en el auto y ahora quieres que terminemos? ¡Mujeres! ¡Están todas locas!—Precisamente, por lo que pasó en el auto es que me doy cuenta que tú y yo ya no funcionamos. Tú no me entiendes, incluso me atrevo a decir que ni siquiera quieres hacerlo.— ¿Estás loca? Yo te amo.—Gracias por llamarme loca.—Frank, ya esto no se trata de amor. Yo también te amo. Sin embargo, creo que es momento de que afrontemos que somos un par de compañeros de cuarto que se la llevan muy bien y eso es todo.—Christina
—No te atrevas a decirme que soy un inmaduro. Nunca pensé que te fueras a comportar así Christina, esperaba más de ti. Mira lo mal que me has tratado. Ahora necesito paz y tranquilidad para recuperarme y está obviamente claro que junto a ti no voy a conseguirla. Christina se sintió muy triste, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Él la estaba rechazando de una manera muy egoísta. Entendía que estuviera resentido, molesto, al fin y al cabo, el accidente era en parte su culpa, sin embargo, nunca imaginó que encontraría tal oposición a hablar y arreglar las cosas. ——¿Sabes qué? Ambos tenemos la culpa en esto. Yo por hablar esos tipos de cosas en un lugar Inadecuado y en un momento donde no era el adecuado y tú por conducir irresponsablemente. ——Se limpió las lágrimas de sus mejillas y salió de la habitación de la forma más digna y tranquila que pudo. Para Frank su rutina de vida había comenzado a ser muy diferentes, días más emocionados y alegres, desde hace unos mes
Christina salió de la casa de sus padres más alterada, desvanecida, entristecida de lo que entró. Aunque, creía que, si iba al hospital a pedirle perdón a Frank, estaría dándole la razón sobre lo del accidente y eso era algo en lo que ella no estaba dispuesta a ceder. Aun así, una pregunta se repetía en su mente. —— ¿ahora qué hago? Como había ido a ver a su madre, estaba más arreglada de lo normal. Aprovechando su buen aspecto, decidió irse al restaurant a beber un vino, no quería ir a un bar sola, prefirió dejar parte del sueldo en una barra pulida con televisión en la cual trasmitiesen algún partido de beisbol y beber un vino costoso.Ese día no había nadie para fastidiarla y decidió darse un gusto. Se sentó en una de las sillasaltas de la barra, pidió un servicio de pechugas de pollo con ensalada, papas fritas y con aderezo de salsas de ajo, más una copa de vino rojo. El sentimiento de culpa que sentía la iba a matar. Trató de ser justa, pensó que, aunque quería muchísimo a Fr
Nunca antes Christina se sintió tan traicionada y decepcionada, le pareció que caminar fuese una actividad tan ardua como en ese momento. Le costaba respirar, un dolor lancinante se le instaló en el pecho. Al menos, llorar en un hospital no era tan vergonzoso, ya que mucha gente lo hacía con mucha frecuencia. Quien la viese asumiría que acababa de perder a un ser querido, cuestión que era más que cierta.Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle
―Pero Andrés, yo…Christina siguió llorando y él la abrazó. ―Nada de esto habría pasado si no hubiese seguido a Frank a esa reunión de trabajo ―dijo haciendo un puchero.―No, no puedes ser como el resto del mundo, querida. No, te lo prohíbo. Nada de echarle la culpa a los demás de lo que te sucede en esta vida, Christina. Frank no era el hombre que necesitabas. O sea, está hospitalizado, no pretenderá que le creamos que la conoció hace dos días, es probable que ya tuviese algo con esa mujer desde hace más tiempo —explicó con pesar, mirándola a la cara. ―Ven, que te vamos a llevar a casa.―¿Quieres que compre un helado de mantecado con chocolate y nos pongamos a ver una película en tu casa, para no dejarte sola esta noche?―Si. Está bien.―¿Cuéntame, hay alguna tienda cerca de tu casa donde comprarlo? ¿Qué tienda frecuentas cerca de tu casa?—Si, la única tienda que frecuento es la que está a una cuadra cerca de mi casa.―Está bien, vamos para esa tienda. ―dijo Andrés, se sentía muy cur
Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina.Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ellaChristina se miraba en un espejo
Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.—No, acéptemelo es un obsequio.—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le