—Suéltame, Frank.
—No, hasta que me digas qué te pasa. —Deberíamos terminar. —Christina, ¿qué coño te pasa? —cuestionó él, alzando la voz tras haberse quedado, unos segundos, estupefacto —.¿De qué estás hablando? —Yo… yo… —Vámonos a casa, hablaremos ahí con calma. La tomo por el brazo. —Suéltame. — ¡Vamos! —exclamó agresivo. —Ya no quiero seguir más contigo —dijo en un tono de voz tan bajo que pareció un susurro. —¿Te estás oyendo? ¿Entiendes lo que dices? —Frunció el ceño — ¿Me acabas de coger en el auto y ahora quieres que terminemos? ¡Mujeres! ¡Están todas locas! —Precisamente, por lo que pasó en el auto es que me doy cuenta que tú y yo ya no funcionamos. Tú no me entiendes, incluso me atrevo a decir que ni siquiera quieres hacerlo. — ¿Estás loca? Yo te amo. —Gracias por llamarme loca. —Frank, ya esto no se trata de amor. Yo también te amo. Sin embargo, creo que es momento de que afrontemos que somos un par de compañeros de cuarto que se la llevan muy bien y eso es todo. —Christina, esto es porque no te he pedido matrimonio, ¿cierto? —No, Frank. No es una forma de manipulación para que hagas algo que no quieres. —Es que sí quiero, solo que ahora no es el momento. —No me quiero casar contigo. No quiero ser tu esposa, ni tener tus hijos. Ya no quiero estar contigo. Te quiero, pero m*****a sea, ¡nuestra vida es aburridísima! —Frank, perdóname no quise… — ¿No quisiste qué? No digas que no quisiste decir eso, porque el tono en que hablas demuestra las ganas que tenías de decirlo. ¿Pero tú que te crees? Ah perdón, señorita soy muy divertida —expresó sarcástico — ¡Eres un idiota! —dijo molesta. —Sí, pues fíjate que soy el idiota que te quiere y te acepta tal cual eres. —Déjame en paz. —Christina se cruzó de brazos comenzando a caminar en dirección al auto a buscar su bolso, en ese preciso instante, era ella quien quería irse a casa. —No, ahora me escuchas —dijo Frank, tomándola por el brazo con fuerza. —Suéltame —dijo alterada. Christina solo tomo su bolso y estampo la puerta del auto con fuerza para cerrarla. — ¡Bien, lárgate! —gritó molesto a través de la ventana y golpeó el volante. Arrancó tan molesto, que aceleró y no se percató de que en la esquina se encontraba una señal de pare. Segundos después, Christina escuchó un fuerte estruendo y se giró en esa dirección para ver qué había sucedido, encontrando que una camioneta había impactado el auto de Frank, justo en la puerta del conductor. Miró la escena horrorizada, temblando de miedo con los ojos abnegados en lágrimas y la boca abierta producto del shock. —Esto no está pasando… — pensó Christina en negación. Un auto se le atravesó al auto de Frank, el impacto se lo llevo en la puerta del conductor. En urgencias, todo pareció suceder en cámara lenta, se le hizo eterno el tiempo en que los médicos tardaron en dar un diagnostico de la situación del maltrecho cuerpo de Frank, asimismo, los distintos exámenes a los que fue sometido. Se había fracturado la pierna izquierda, dos costillas y tenía varios cortes. Cuando le anunciaron que ingresaría a quirófano, la preocupación se hizo más palpable, al igual que la angustia que estaba experimentado por tener que llamar a la familia de su novio para contarles lo que había ocurrido. La noticia los asustó tanto, que ni siquiera repararon en preguntar demasiado antes de salir a su encuentro en emergencias. Christina, caviló por un momento en lo que podrían estar pensando sobre lo sucedido, para luego dejar ir esa preocupación, enfocándose en rogarle a Dios para que él se recuperara. Era obvio que los padres y los hermanos de Frank creían que ella estaba llegando al hospital igual que ellos. No tenían ni la mínima idea de que ella estaba presente en el momento de la tragedia, o peor aún, que se sentía responsable de lo ocurrido. Christina, era un manojo de lágrimas y culpabilidad. Impaciente, recorrió el largo pasillo del hospital, una y otra vez en un estado de completa agonía. Sentía que moriría en cualquier momento por el desconsuelo que le oprimía el pecho. No fue hasta que el médico apareció con un semblante muy tranquilo en el rostro, que pudo respirar en paz. El cirujano ortopédico que lo operó, explicó con mucha calma todo el procedimiento. El paciente no podría caminar por varios meses, necesitaría rehabilitación. —Ya pueden pasar a verlo —dijeron sus padres. —Frank… — Mamá, papá, ¿podrían dejarme a solas un momento con Christina? La madre de Frank alzó las cejas y frunció los labios. Tras mirar a Christina con desdén, salió de la habitación en compañía de su esposo. —¿Qué haces aquí? Christina lo miró incrédula. —¿En serio me estas preguntando eso? —He venido a saber cómo estás y a traerte tus cosas. — Pero anoche no te importaba nada, anoche me dejaste. ¿Acaso no lo recuerdas? — dijo enfadado. — Frank, por favor, fue un impulso. Obvio, las cosas no salieron como pensé que… — ¿Cómo pensaste qué? Casi me muero por tu culpa! —exclamó haciendo una mueca de dolor. —No tengo la culpa de que manejes como una persona desubicada. ¿O qué? ¿Cada vez que te den una mala noticia vas a chocar? Madura Frank. Ni siquiera tuvimos una pelea fuerte para que reaccionaras así. —Christina, nunca habíamos peleado así, claro que estaba muy alterado. Disculpa si para ti fue cualquier cosa. Para mí, que termináramos sí fue motivo de alteración y ya ves, soy quien sufro las consecuencias, no podré caminar por semanas. Mientras que tú has salido libre de todo esto, espero estés muy contenta. —Somos adultos, así que deja de victimizarte y echarme la culpa a mí. Tuviste un accidente y gracias a Dios no pasó a mayores, porque tu estupidez te pudo haber dejado lisiado o peor aún, matarte. De verdad, te hacía un hombre más razonable, pero veo que me he equivocado. —Eres una cínica, asume tu responsabilidad, tu eres la causante, es decir tu eres la culpable de que esté aquí postrado. —Frank, deja de comportarte como un inmaduro.—No te atrevas a decirme que soy un inmaduro. Nunca pensé que te fueras a comportar así Christina, esperaba más de ti. Mira lo mal que me has tratado. Ahora necesito paz y tranquilidad para recuperarme y está obviamente claro que junto a ti no voy a conseguirla. Christina se sintió muy triste, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Él la estaba rechazando de una manera muy egoísta. Entendía que estuviera resentido, molesto, al fin y al cabo, el accidente era en parte su culpa, sin embargo, nunca imaginó que encontraría tal oposición a hablar y arreglar las cosas. ——¿Sabes qué? Ambos tenemos la culpa en esto. Yo por hablar esos tipos de cosas en un lugar Inadecuado y en un momento donde no era el adecuado y tú por conducir irresponsablemente. ——Se limpió las lágrimas de sus mejillas y salió de la habitación de la forma más digna y tranquila que pudo. Para Frank su rutina de vida había comenzado a ser muy diferentes, días más emocionados y alegres, desde hace unos mes
Christina salió de la casa de sus padres más alterada, desvanecida, entristecida de lo que entró. Aunque, creía que, si iba al hospital a pedirle perdón a Frank, estaría dándole la razón sobre lo del accidente y eso era algo en lo que ella no estaba dispuesta a ceder. Aun así, una pregunta se repetía en su mente. —— ¿ahora qué hago? Como había ido a ver a su madre, estaba más arreglada de lo normal. Aprovechando su buen aspecto, decidió irse al restaurant a beber un vino, no quería ir a un bar sola, prefirió dejar parte del sueldo en una barra pulida con televisión en la cual trasmitiesen algún partido de beisbol y beber un vino costoso.Ese día no había nadie para fastidiarla y decidió darse un gusto. Se sentó en una de las sillasaltas de la barra, pidió un servicio de pechugas de pollo con ensalada, papas fritas y con aderezo de salsas de ajo, más una copa de vino rojo. El sentimiento de culpa que sentía la iba a matar. Trató de ser justa, pensó que, aunque quería muchísimo a Fr
Nunca antes Christina se sintió tan traicionada y decepcionada, le pareció que caminar fuese una actividad tan ardua como en ese momento. Le costaba respirar, un dolor lancinante se le instaló en el pecho. Al menos, llorar en un hospital no era tan vergonzoso, ya que mucha gente lo hacía con mucha frecuencia. Quien la viese asumiría que acababa de perder a un ser querido, cuestión que era más que cierta.Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle
―Pero Andrés, yo…Christina siguió llorando y él la abrazó. ―Nada de esto habría pasado si no hubiese seguido a Frank a esa reunión de trabajo ―dijo haciendo un puchero.―No, no puedes ser como el resto del mundo, querida. No, te lo prohíbo. Nada de echarle la culpa a los demás de lo que te sucede en esta vida, Christina. Frank no era el hombre que necesitabas. O sea, está hospitalizado, no pretenderá que le creamos que la conoció hace dos días, es probable que ya tuviese algo con esa mujer desde hace más tiempo —explicó con pesar, mirándola a la cara. ―Ven, que te vamos a llevar a casa.―¿Quieres que compre un helado de mantecado con chocolate y nos pongamos a ver una película en tu casa, para no dejarte sola esta noche?―Si. Está bien.―¿Cuéntame, hay alguna tienda cerca de tu casa donde comprarlo? ¿Qué tienda frecuentas cerca de tu casa?—Si, la única tienda que frecuento es la que está a una cuadra cerca de mi casa.―Está bien, vamos para esa tienda. ―dijo Andrés, se sentía muy cur
Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina.Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ellaChristina se miraba en un espejo
Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.—No, acéptemelo es un obsequio.—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le
Observó al chico lindo llevarse otro a la boca entero y masticar, por lo que ella imitó el gesto. Quedó fascinada con el aroma y el delicioso sabor.Él la observó, esperando su reacción. Ella abrió los parpados de par en par, exponiendo unos magníficos ojos verdes muy expresivos y con rapidez, se llevó los dedos a los labios para evitar emitir sonido. A Santiago, Christina le resultó demasiado contenida y eso en el fondo le gustó.—Mmm. —El sonido escapó de los labios femeninos. — Es delicioso.Nunca había probado una fruta así, gracias. Le encantó la forma en que los labios de Christina se curvaron hacia arriba, regalándole una corta sonrisa.—Quiero pedirle disculpas en nombre de mi empleada. Está cubriendo a un compañero en el turno de la tarde, supongo que está cansada y no supo explicarse. —Christina tomó la factura de caja para leer los artículos facturados y había pagado por un Jugo y unas galletas.—Lo siento mucho, puedo devolverla.—No se disculpe, no es su culpa, solo que
Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.—Cariño, ¿qué sucede?—Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.—¿De qué hablas?Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.—Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?—No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos