Santiago tomó las bolsas y llegó justo a tiempo para ayudarla a bajar de la camioneta que era un poco alta. Ella le agradeció, cambiando de mano los paquetes que sostenía para recibir la que él le ofrecía. Tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta el porche de la casa. Abrió la puerta de entrada y lo hizo pasar. Santiago observó con atención el espacio que se vislumbraba. Todo parecía colocado en su exacto lugar, muy bonito.―¿Te estás mudando? ―dijo curioso, al ver una buena cantidad de cajas en la entrada.―No, son solo cosas que se van de aquí.Christina lo hizo pasar hacia la sala donde estaba la mesa de comedor, así como varios libreros, los cuales estaban atestados de libros. ―Ven te ayudo —dijo Christina intentando quitarle las bolsas, él no se lo permitió colocándolas en la mesa de la cocina. ―De verdad muchas gracias, en serio no tenías por que molestarte.―No tenía, pero quise hacerlo ―dijo interrumpiéndola, mirándola de una forma, que la pobre no tuvo más remedio que s
―¿Quieres comer conmigo? Aunque te advierto, nada demasiado interesante, probablemente un pan relleno con jamón y queso amarillo.―Eso estaría bien, pero no quiero que lo hagas por compromiso o algo por el estilo. Notienes que hacerlo en reciprocidad de nada, si no es tu gusto.―¿Qué se supone? ¿Que deje ir a un hombre que cambia bombillas y arregla grifos conhambre? —dijo Christina imitando su sutil coqueteo con una sonrisa en los labios.Santiago le sonrió de vuelta y asintió aceptando la invitación. Se llevó la mano al cabellopara peinarlo de atrás hacia adelante, un gesto que solo hacia cuando estaba ansioso y que ella encontró de lo más atractivo.―acercándose a ella—. ¿En qué te ayudo?―Tu vas a tomar, asiento en la barra, por favor y solo dedíquese a mirar.―De acuerdo solo te miraré ―acordó en tono sugerente.Christina lo miró levantando una ceja con expresión circunspecta, en respuesta a ese obviocoqueteo. Con un cuchillo de sierra, rebanó la hogaza de pan, la untó con ma
―No puedes hacer estas cosas Santiago.―¿Qué? ¿Lavar los platos contigo?―Eso mismo, pero además, Abrazarme así ―dijo ella en un hilo de voz, sintiéndose demasiado invadida por su cercanía.―No te estoy abrazando, estamos lavando los platos muy cerca ―explicó Santiago en tono divertido.―Si te molesta, puedo seguir solo.―Dejame ir. ―expreso Christina en tono de molesta. Santiago decidió guardar la calma, retrocediendo con tal de no asustarla.―Disculpame, malinterpreté las cosas, no era mi intención hacerte sentir incomoda, lo hice sin pensar.―Ya, no pasa nada, tranquilo. Sigue lavando los platos —dijo con cierto tono demandante que lo dejó perplejo.Christina rodeó la barra y se sentó en una de las sillas altas para observarlo lavar losplatos.―Tú debes tener mucha suerte con las mujeres ―soltó perspicaz.―No siempre ―dijo Santiago, confundido ante la pregunta y la tranquilidad que ella demostraba.―No seas mentiroso, te aseguro, que ni siquiera coqueteas con una mujer a menos que
Christina se asomo por la ventana, tocándose los labios y observaba como Santiago se montaba en el auto y se iba, sentía que le faltaba el aire, inhaló profundo, llenando los pulmones de aire. Le temblaba el pulso. Y de pronto recordó esa frase que le llamo mucho la atención “Interés romántico sexual”. Se rio nerviosa, Se mordió el labio inferior, realmente ella quería expresar ese interés mutuamente.―¿Qué acabas de hacer Christina? ¿Le dijiste que No? Pues era obvio que no le iba a decir que si, tan rápido, apenas nos sentamos a conversar hoy. —dijo hablando sola, al tiempo que se tiraba en la cama de su habitación.Tras quitarse la ropa para darse un baño pensó, —¡Dios! No se puede negar que tiene una sonrisa hermosa. —Christina, ya no pienses en ese hombre. —Se reprendió con firmeza.Santiago, en cambio, trataba de asimilar el rechazo que le hizo Christina. El despertador sonó a las siete de la mañana. Sin Frank, Christina debía levantarse, desayunar, hacer yoga un rato y alistar
De pronto a Christina le pareció muy perturbador haber pensando en Santiago de esa forma. No era que fuese una puritana ni mucho menos, aquello tenía que ver más con la percepción que tenía de sí misma como ser sexual. Se había pasado los últimos tiempos incluso años, llena de una ansiedad sexual destructiva y teniendo relaciones poco placenteras. Había olvidado como era sentir ese tipo de anhelos e impulsos eróticos.—“sonó el timbre del apartamento, alguien está llamando a la puerta”.Christina salió de la habitación, bajó las escaleras y se asomo por la ventana para saber quien tocaba.—Andrés, que sorpresa —dijo. —Sí, querida soy yo, vine a buscarte, porque nos vamos de fiesta.—¿De fiesta? Si, sabes que aun no estoy de ánimo.—Por esa razón vine a buscarte querida, para subirte el ánimo, vamos te espero en el carro con Marcos.—Está bien… Nos vemos en un momento.Christina se animo y solo le faltaba unos retoques, llevaba una falda corta con una abertura a un costado, que dejaba
—Vamos, te espero adentro querida, no creas que me voy a quedar de brazos cruzado, pensando y observando cómo dejas perder a un bombón. —dijo Andrés al bajar del auto.—JaJa, pues Dejame decirte que no bajare del auto y menos para tropezarme al presumido de Santiago, quizás vaya él a pensar “no se aguanto y vino a verme”. Así que no me bajaré del auto.—Porsupuesto que te vas a bajar, así te tenga que arrastrar tu vienes con nosotros. —expresó con ímpetu Andrés.—¿Pero es que no quiero ? —refunfuñó ella con semblante de obstinación.—Porque el tipo te encanta y tú a él, yo no dejare y tampoco lo permitiré de que pierdas laoportunidad de comerte un tipo que, en el fondo, te gusta mucho.A Christina no le dio chance de objetar nada más. Sus amigos la sacaron y comenzaron a caminar en dirección a la tienda con ella a cuestas, sosteniéndola por cada brazo. —Buenas noches, una caja de Whisky etiqueta Roja por favor —pidió Andrés.Santiago alzó la mirada para encontrarse con los dos hombr
Christina comenzó a reírse histérica de aquella ocurrencia, mientras negaba con la cabeza, y le daba la espalda. «Este tipo me va a matar, será mi perdición», pensó. Se giró de nuevo hacia él para encararlo.—Sé serio, Santiago, por Dios.—No has contestado mi pregunta, entonces sí sales con hombres, es a mí a quien rechazas —comentó en tono de broma para cambiar el tema, comenzaba a verla demasiado nerviosa y no quería que eso evitara la conversación entre ambos.—Sí, pero es que ellos son gais.—¿Entonces me discriminas porque soy heterosexual? Christina, nunca te imaginé como ese tipo de personas, mira las sorpresas que da la vida —expresó con burla, de lo más dramático.—Muy gracioso Santiago. Si quieres, puedes venir con nosotros, podríamos pasarla bien,digo... como amigos.—Mmm, ¿cómo amigos? —dijo en tono dubitativo, al tiempo que alzaba las cejas en gestopensativo y arrugaba la cara en una mueca de desagrado—. No, gracias. Paso. No estoy interesado en ser tu amigo. —Remató
—Santiago es que no sé qué decirte… Una parte de mí quiere decirte que sí y no sé qué decirte.Christina no consiguió decir nada más, así que se alegró cuando él comenzó a hablar.—Hagamos algo. Si quieres, guarda tu número telefónico en mi teléfono celular. Yo te invitaré a salir otra vez dentro de unos días. Tal vez, entonces tengas claro si quieres o no hacerlo. Si la respuesta resulta negativa, pues no te llamaré de nuevo y créeme que no habrá ningún tipo de resentimientos. Cuando vengas por acá, por la tienda te trataré como a cualquier otro cliente. ¿Te parece?—Dame tu teléfono —contestó ella de inmediato, mientras juntaba los labios para evitarSonreírse. Santiago sacó el teléfono del bolsillo para entregárselo. Christina tecleó y se llamó a sí misma, rectificando haber escrito su número correctamente. Luego guardó el contacto y le entregó el teléfono, siendo ella la que le rozó la mano y los dedos a propósito esa vez.—Buenas noches, Santiago —dijo mirándole a los ojos fijame