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Christina reaccionó al estimuló abriendo las piernas, inconsciente, retorciéndose entre la ansiedad paralizante y el deseo caliente que se le extendía por el cuerpo. Aquello le permitió a Santiago tener más espacio para colarse entre las suntuosas carnes de sus muslos mullidos. Lamió la extensión de piel nívea, encantado con su tersura y la forma en que los músculos se le contraían involuntarios ante sus atenciones. Alzó el rostro, dedicándole una mirada lasciva justo cuando posó la boca sobre su ropa interior blanca, soplando aire caliente sobre la tela. Se regodeó al escucharla gimotear, por lo que continuó mordisqueando con suavidad los labios bajo la prenda húmeda.

El cuerpo de Christina se arqueó, para después jadear de una forma que él encontró fascinante. Inspiró con fuerza, le pareció que su coño siempre olía de maravilla.

-Santiago...-Lo interrumpió al entender sus intenciones -Debo estar un poco sudada.

-¿Y?

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