Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.
Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina. Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ella Christina se miraba en un espejo en la sala, observando su cuerpo y analizaba su atuendo. Salía a la calle y caminaba un par de metros hasta un jardín de una casa cercana, para depositar basura. Pasaron los días, hasta que Christina se fue a hacer recados y diligencias del día a día, entre esas, a comprar un Chocolate con vainilla en un centro comercial llamado “Provocación” que estaba a dos cuadras de su casa. Cuando caminaba de regreso a su casa, de repente una idea se plantó en su mente. ¿De qué estarían llenas las bolsas de basura si terminara con Frank? Desde hacía un tiempo había comenzado a analizar cómo sería la vida sin él, solamente, la atacaban las dudas. Se preguntaba si eso era todo, si llevaría una vida tan rutinaria. Estaban juntos desde que ella tenía un poco más de Veinte años y cinco años después, se preguntaba si esa iba a ser la vida que ella quería. ¿Acaso la felicidad era comer helado una vez cada dos meses? ¿Almorzar dos sábados al mes con los padres de él? ¿Hacer el amor tres o dos veces por semana? ¿Hacer las compras de la casa sola porque Frank odiaba acompañarla a realizar ese tipo de tareas, mientras él recogería la ropa en la tintorería? una vida, perfectamente ordenada. Christina, disfrutaba imaginar cómo sería vivir de nuevo sola, dejar de hacer el café en la mañana, dejar que el cesto de la ropa sucia alcanzase alturas que desafiaran la gravedad, emborracharse los sábados. Era una fantasía, un placer privado. No quería dejarlo, lo quería mucho, solo que le parecía divertido imaginarse libre, sin ataduras y haciendo lo que le diera la gana. Frank bajó las escaleras de la casa vistiendo un traje de color negro. Su piel oscura contrastaba con el blanco impecable de la camisa. Fue hasta la cocina, llenó el vaso térmico de café y se acercó al sofá, para darle un beso en la frente de Christina. —Te has despertado antes esta mañana —dijo, sin apartar la mirada del teléfono. —Sí, no sé por qué —contestó. —Debo irme al trabajo, se ha acabado el café, ¿puedes ir por más? —Sí. Frank salió por la puerta, encendió el auto y condujo hasta la tienda Abucenter, donde trabajaba como subgerente. Christina se puso unos jeans prelavado, una camiseta y una sudadera gris. Tomó una Pera del refrigerador y caminó hasta el centro comercial que tenía cerca. Allí revisó las vitrinas. Curioseó las cestas llenas de peras, duraznos y manzanas. Se paseó por los pasillos en busca de algo nuevo que llamara su atención, sin conseguir nada, así que caminó hasta el área de los lácteos, tomó un Chocolate con vainilla y se dirigió a la caja. Tras hacer la fila, saludó a la cajera que no le contestó y se limitó a decirle el monto a pagar a Christina, el cual le pareció muy costoso. Mientras rebuscaba dinero en el bolsillo, sacó el billete y antes de entregárselo a la cajera, revisó la etiqueta del Chocolate con vainilla, cuyo precio no era el que ella estaba cobrando, por lo que terminó preguntando el motivo del monto a cobrar elevado. —Es la leche, más la pera. Christina miró en su mano izquierda la pera y respondió: —No, la pera la he traído desde mi casa. Yo entré comiéndola. —No puede entrar al local con comida de otro lugar —respondió la cajera — ¿Dónde lo dice? —preguntó manteniendo un tono educado. —En la puerta. Ella leyó un cartel donde rezaba que se prohibía la entrada al local con víveres o consumiendo alimentos. —Es absurdo, dijo Christina —Seguro la ha tomado de la cesta de las peras —acusó la cajera. —No, no lo he hecho —respondió un poco alterada. La cajera impaciente, volvió a repetir el monto, para obligar a Christina a finalizar la transacción comercial. Segundos después, se presentó un hombre alto, tenía tatuajes en los brazos, muy apuesto, que le ordenó a la cajera, con un tono de voz muy grave y autoritaria, cobra solo el Chocolate con vainilla. Christina pagó, rechazó la bolsa y tomó el Chocolate con vainilla. Cuando se dirigía a la puerta, el hombre se le acercó para hablarle. —Disculpe la actitud de la cajera. Muchos clientes han entrado al local con alimentos para no pagarlos. —¿Y cómo sabe que yo no he sido una de ellas? —preguntó Christina. —No es la primera vez que viene por aquí, la he visto en reiteradas ocasiones. Le gusta pasear por los pasillos y muchas veces no compra nada más que el Chocolate con vainilla. Christina lo miró perpleja tras escuchar aquel informe que le había expuesto. El hombre la invitó a acompañarlo hasta el cesto de las peras y ella lo siguió. Él le entrego una pera y comprobó que era mucho más pequeña que la que ella comía, a pesar de ser del mismo tipo. —Debería de consumir peras orgánicas. La pera es una de las frutas más contaminadas de pesticidas y a la vez una de las que más beneficio aporta a la salud.Él tenía todo el porte de hombre serio. Le pareció que un gesto tan dulce que le hizo el no le encajaba. Le había dado una Pera.—Tal vez la próxima vez que venga —dijo entregando la fruta al hombre.—No, acéptemelo es un obsequio.—Disculpe usted por traer comida de casa, gracias por la pera.Christina le sonrió de regreso a aquel hombre que le resulto muy atractivo e intimidante, aunque no de manera negativa. Al darse cuenta de que el tenía intenciones de seguir conversando, Christina se despidió con un movimiento de mano y se dio media vuelta para salir del establecimiento. Caminó hasta casa, con un ritmo cardiaco acelerado de lo normal, mientras pensaba en ese hombre tan lindo.Él parecía haberse estudiado todos los movimientos que ella hacía, mientras que Christina nunca lo había visto. No vestía como el resto de los empleados. Encontró bastante lindo la camisa azul marino, con las mangas dobladas hasta los codos, que llevaba, así como los jeans desgastados y su lindo perfil. Le
Observó al chico lindo llevarse otro a la boca entero y masticar, por lo que ella imitó el gesto. Quedó fascinada con el aroma y el delicioso sabor.Él la observó, esperando su reacción. Ella abrió los parpados de par en par, exponiendo unos magníficos ojos verdes muy expresivos y con rapidez, se llevó los dedos a los labios para evitar emitir sonido. A Santiago, Christina le resultó demasiado contenida y eso en el fondo le gustó.—Mmm. —El sonido escapó de los labios femeninos. — Es delicioso.Nunca había probado una fruta así, gracias. Le encantó la forma en que los labios de Christina se curvaron hacia arriba, regalándole una corta sonrisa.—Quiero pedirle disculpas en nombre de mi empleada. Está cubriendo a un compañero en el turno de la tarde, supongo que está cansada y no supo explicarse. —Christina tomó la factura de caja para leer los artículos facturados y había pagado por un Jugo y unas galletas.—Lo siento mucho, puedo devolverla.—No se disculpe, no es su culpa, solo que
Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.—Cariño, ¿qué sucede?—Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.—¿De qué hablas?Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.—Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?—No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos
—No, no te perdono y no te llamó más —dijo cruzándose de brazos.Frank maldijo entre dientes, algo que Christina odió, solo le exacerbó ese sentimiento de que él estaba cansado de ella. Le envió un mensaje a un compañero avisándole que no volvería a la mesa. Luego encendió el auto, moduló el volumen de la radio y comenzó a conducir. —Para el auto —dijo Christina.—No cariño, por favor, no hagamos de esto una pelea.—Detén el maldito auto.Frank terminó aparcando frente a la plaza, bajo la oscuridad que proveía uno de los árboles que se erguía imponente, cubriendo con sus frondosas ramas la poca iluminación proveniente del centro del lugar.—¿Se puede saber qué pasa ahora Christina? —cuestionó molesto.—Ni siquiera me has preguntado por qué razón te vine a buscar…Christina se llevó la mano derecha a la frente, haciendo un gesto de obstinación.—Tienes razón, lo siento mi reina, ¿para qué me viniste a buscar?Christina, se levantó del asiento y se sentó sobre el regazo de Frank, to
—Suéltame, Frank.—No, hasta que me digas qué te pasa.—Deberíamos terminar.—Christina, ¿qué coño te pasa? —cuestionó él, alzando la voz tras haberse quedado, unos segundos, estupefacto —.¿De qué estás hablando?—Yo… yo…—Vámonos a casa, hablaremos ahí con calma. La tomo por el brazo.—Suéltame.— ¡Vamos! —exclamó agresivo.—Ya no quiero seguir más contigo —dijo en un tono de voz tan bajo que pareció un susurro.—¿Te estás oyendo? ¿Entiendes lo que dices? —Frunció el ceño — ¿Me acabas de coger en el auto y ahora quieres que terminemos? ¡Mujeres! ¡Están todas locas!—Precisamente, por lo que pasó en el auto es que me doy cuenta que tú y yo ya no funcionamos. Tú no me entiendes, incluso me atrevo a decir que ni siquiera quieres hacerlo.— ¿Estás loca? Yo te amo.—Gracias por llamarme loca.—Frank, ya esto no se trata de amor. Yo también te amo. Sin embargo, creo que es momento de que afrontemos que somos un par de compañeros de cuarto que se la llevan muy bien y eso es todo.—Christina
—No te atrevas a decirme que soy un inmaduro. Nunca pensé que te fueras a comportar así Christina, esperaba más de ti. Mira lo mal que me has tratado. Ahora necesito paz y tranquilidad para recuperarme y está obviamente claro que junto a ti no voy a conseguirla. Christina se sintió muy triste, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Él la estaba rechazando de una manera muy egoísta. Entendía que estuviera resentido, molesto, al fin y al cabo, el accidente era en parte su culpa, sin embargo, nunca imaginó que encontraría tal oposición a hablar y arreglar las cosas. ——¿Sabes qué? Ambos tenemos la culpa en esto. Yo por hablar esos tipos de cosas en un lugar Inadecuado y en un momento donde no era el adecuado y tú por conducir irresponsablemente. ——Se limpió las lágrimas de sus mejillas y salió de la habitación de la forma más digna y tranquila que pudo. Para Frank su rutina de vida había comenzado a ser muy diferentes, días más emocionados y alegres, desde hace unos mes
Christina salió de la casa de sus padres más alterada, desvanecida, entristecida de lo que entró. Aunque, creía que, si iba al hospital a pedirle perdón a Frank, estaría dándole la razón sobre lo del accidente y eso era algo en lo que ella no estaba dispuesta a ceder. Aun así, una pregunta se repetía en su mente. —— ¿ahora qué hago? Como había ido a ver a su madre, estaba más arreglada de lo normal. Aprovechando su buen aspecto, decidió irse al restaurant a beber un vino, no quería ir a un bar sola, prefirió dejar parte del sueldo en una barra pulida con televisión en la cual trasmitiesen algún partido de beisbol y beber un vino costoso.Ese día no había nadie para fastidiarla y decidió darse un gusto. Se sentó en una de las sillasaltas de la barra, pidió un servicio de pechugas de pollo con ensalada, papas fritas y con aderezo de salsas de ajo, más una copa de vino rojo. El sentimiento de culpa que sentía la iba a matar. Trató de ser justa, pensó que, aunque quería muchísimo a Fr
Nunca antes Christina se sintió tan traicionada y decepcionada, le pareció que caminar fuese una actividad tan ardua como en ese momento. Le costaba respirar, un dolor lancinante se le instaló en el pecho. Al menos, llorar en un hospital no era tan vergonzoso, ya que mucha gente lo hacía con mucha frecuencia. Quien la viese asumiría que acababa de perder a un ser querido, cuestión que era más que cierta.Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle