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—No te atrevas a decirme que soy un inmaduro. Nunca pensé que te fueras a comportar así Christina, esperaba más de ti. Mira lo mal que me has tratado. Ahora necesito paz y tranquilidad para recuperarme y está obviamente claro que junto a ti no voy a conseguirla.

Christina se sintió muy triste, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Él la estaba rechazando de una manera muy egoísta. Entendía que estuviera resentido, molesto, al fin y al cabo, el accidente era en parte su culpa, sin embargo, nunca imaginó que encontraría tal oposición a hablar y arreglar las cosas.

——¿Sabes qué? Ambos tenemos la culpa en esto. Yo por hablar esos tipos de cosas en un lugar Inadecuado y en un momento donde no era el adecuado y tú por conducir irresponsablemente.

——Se limpió las lágrimas de sus mejillas y salió de la habitación de la forma más digna y tranquila que pudo.

Para Frank su rutina de vida había comenzado a ser muy diferentes, días más emocionados y alegres, desde hace unos meses atrás. Una nueva pasante en la tienda lo hacía reír demasiado. Le llamaba la atención porque se parecía un poco a su novia. Él le enseñaba todo lo que sabía sobre su trabajo como subgerente y la chica le quitaba la monotonía laboral. Conforme los días pasaban, las bromas se hicieron más personales, poco a poco se volvieron cercanos. Sin percatarse, Frank comenzó a tener una relación emocional con la chica, que estaba al tanto de que el subgerente tenía novia y se sirvió de la excusa de que no estaban haciendo nada malo, para seguirle la corriente.

Cuando Christina volvió a casa, sintió una tristeza enorme, jamás imaginó que su relación terminaría de esa manera. A pesar de la tristeza inherente a lo ocurrido, experimentó algo que no notaba desde hacía bastante tiempo: emoción por el porvenir.

La mañana anterior, soñaba con su ex, preguntándose cómo sería su vida de soltera y justo en ese instante, aquellas interrogantes habían desaparecido. Por supuesto, no se engañó. Se disipó el lunes por la mañana cuando el despertador sonó a las siete en punto y se encontró sola en la cama.

Se vio obligada a comenzar el día, incluía revisar el teléfono en busca de señales de vida de su exnovio.

Entendió que su ruptura se había dado por terminada sin dar vuelta atrás. Desconsolada, se

Preguntó a dónde había ido el alivio, por qué le costaba respirar y le dolía tanto el pecho, por qué se habían desvanecido las ganas de estar soltera.

Confundida, asimiló que todo se había ido a la basura y que estaba absolutamente sola, no tenía a nadie. Con el paso de los días, el cerebro de Christina se tornó, más deseoso a los estímulos cariñosos que le proveía Frank. Extrañaba las caricias mientras dormían; el beso en la frente y el abrazo de despedida por las mañanas, la manera en que él la miraba cuando le cocinaba las cosas que le gustaban, que la tomase de la mano al caminar por la acera. La carencia de esos afectos, comenzó a impactar rotundamente de forma negativa en su vida.

En el trabajo, consiguió desprenderse un rato de esos sentimientos, pero no por mucho tiempo. Su aflicción y desesperación se notaba, al punto de que al final de la jornada laboral del día martes, Jheral, su jefe, le preguntó qué estaba aconteciendo, porque razón la sentía tan afligida y desesperada.

No quiso parecer poco profesional dándole detalles. Esperanza, explicó que había terminado la relación que tenia con Frank. Hasta ese momento, Christina pensó que lo más difícil sería expresarlo. Se dio cuenta que había algo peor: el semblante de horror e impresión en los demás cuando se enteraban. Así la miró su jefe, la secretaria y otras de las asistentes, que conocían a Frank.

—— ¿Christina, de verdad terminaron?

Intentando contener las lágrimas, enfrento aquella situación con lo mejor que pudo, aunque la mirada de todo el mundo le hacían difícil la tarea. Tras un par de segundos, las personas comprendían que era cierto y para no parecer insensibles, expresaron ese discurso barato, sobre cómo el tiempo curaba las heridas.

Los días continuaron pasando sin tener noticias de Frank. Se lavaba los dientes a diario, viendo con melancolía su cepillo de dientes sobre el lavamanos, incluso, hacía café solo para aspirar el aroma familiar que le transmitía Frank.

La única persona que no le dio el discurso barato sobre la vida sigue, fue su madre. Ella, en cambio, le dijo que era una bruta.

—¿Pero tú eres bruta o qué? ¿Cómo vas a terminar tu relación con Frank? Cuando dijiste que tenías algo que contarme, pensé que venías a darme buenas noticias como por ejemplo que estabas embarazada o que te ibas a casar.

——Ya ves que no mamá, las noticias no fueron esas. ——respondió con obstinación.

——Tienes que buscarlo y recuperarlo. ¿Has ido al Hospital a ver cómo va su recuperación? Yo lo llamé esta mañana y no me mencionó nada sobre el accidente o que habían terminado.

——¿Lo llamaste a su teléfono celular? ——pregunto Christina, con tono de impresión.

——Sí, ¿a dónde más, lo iba a llamar? —preguntó Bertha con tono irónico.

Christina se sintió desvanecer, su exnovio no estaba incomunicado como ella pensaba, no la llamaba porque no le apetecía hacerlo. ——Y para qué va a querer hablar contigo, si tú fuiste el que lo dejaste, expresó una voz desleal en su mente.

——Estás perdiendo el tiempo aquí hija. Ve a visitarlo, seguro te va a perdonar, él te ama mucho. Haz lo necesario para recuperarlo y para que vuelva a confiar en ti. ——Expreso su madre.

A los ojos de la madre de Christina, Frank era, básicamente, perfecto, pero en vista de que una de las hijas de sus amigas se había casado con un italiano y otra estaba saliendo con un turco, era aceptable que su hija Christina saliera con un moreno.

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