Christina salió de la casa de sus padres más alterada, desvanecida, entristecida de lo que entró. Aunque, creía que, si iba al hospital a pedirle perdón a Frank, estaría dándole la razón sobre lo del accidente y eso era algo en lo que ella no estaba dispuesta a ceder. Aun así, una pregunta se repetía en su mente. —— ¿ahora qué hago? Como había ido a ver a su madre, estaba más arreglada de lo normal. Aprovechando su buen aspecto, decidió irse al restaurant a beber un vino, no quería ir a un bar sola, prefirió dejar parte del sueldo en una barra pulida con televisión en la cual trasmitiesen algún partido de beisbol y beber un vino costoso.Ese día no había nadie para fastidiarla y decidió darse un gusto. Se sentó en una de las sillasaltas de la barra, pidió un servicio de pechugas de pollo con ensalada, papas fritas y con aderezo de salsas de ajo, más una copa de vino rojo. El sentimiento de culpa que sentía la iba a matar. Trató de ser justa, pensó que, aunque quería muchísimo a Fr
Nunca antes Christina se sintió tan traicionada y decepcionada, le pareció que caminar fuese una actividad tan ardua como en ese momento. Le costaba respirar, un dolor lancinante se le instaló en el pecho. Al menos, llorar en un hospital no era tan vergonzoso, ya que mucha gente lo hacía con mucha frecuencia. Quien la viese asumiría que acababa de perder a un ser querido, cuestión que era más que cierta.Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle
―Pero Andrés, yo…Christina siguió llorando y él la abrazó. ―Nada de esto habría pasado si no hubiese seguido a Frank a esa reunión de trabajo ―dijo haciendo un puchero.―No, no puedes ser como el resto del mundo, querida. No, te lo prohíbo. Nada de echarle la culpa a los demás de lo que te sucede en esta vida, Christina. Frank no era el hombre que necesitabas. O sea, está hospitalizado, no pretenderá que le creamos que la conoció hace dos días, es probable que ya tuviese algo con esa mujer desde hace más tiempo —explicó con pesar, mirándola a la cara. ―Ven, que te vamos a llevar a casa.―¿Quieres que compre un helado de mantecado con chocolate y nos pongamos a ver una película en tu casa, para no dejarte sola esta noche?―Si. Está bien.―¿Cuéntame, hay alguna tienda cerca de tu casa donde comprarlo? ¿Qué tienda frecuentas cerca de tu casa?—Si, la única tienda que frecuento es la que está a una cuadra cerca de mi casa.―Está bien, vamos para esa tienda. ―dijo Andrés, se sentía muy cur
De pronto sintió palpitaciones, y empezó a sentirse algo nervioso, retomó su actividad que estaba a unos minutos de culminar. Tras comprobar de nuevo que todo estuviese en orden, recogió el efectivo de la caja. Solo le quedaba cerrar la caja y atender a la ultima cliente para dar por terminado la jornada laboral del día.La observo apresurada en su compra, al parecer, no se había percatado de que él estaba muy cerca. Le llamó mucho la atención de que hubiese tomado un carrito ―algo que ella no hacía con frecuencia ―y que, además insertara en el carrito una variedad de productos ―algo que era inusual.Christina Tomó pollo, carne, vegetales, condimentos, queso, entre otros víveres. Santiago se apresuró a llevar el efectivo a la caja fuerte de la oficina, pasando junto a ella, pretendiendo que no la había visto. Minutos después, los empleados comenzaron a salir y el chico de seguridad cerró la puerta con llave tras la salida de los empleados, cuando el último cliente abandonó la tienda,
Santiago movió la cabeza torciendo los labios en una sonrisita de medio lado, dándole a entender que se había percatado de la manera en que lo observaba y ella miró el suelo avergonzada y sonrojada.―Veo que te han gustado las iniciales ―dijo pasando por el lector la cajita, para despuésacomodarla en la bolsa, en un nuevo intento de conversación.―Sí ―contestó con dulzura. Un segundo después, se reprendió al percatarse de lo que había respondido y de que le estaba sonriendo como una tonta. Aquella sonrisa espontanea, le encantó a Santiago.―Un placer, cuando tu quieras, podría enseñarte otras cosas. Christina lo miró enmudecida. ―Me acaban de llegar unos bolicrun rellenas de chocolate y fresas que están para chuparse los dedos ―agregó con rapidez, solo para disimular un poco el comentario anterior.―Tal vez en otra ocasión los pruebe santiago. Giró el cuello y leyó la pantalla de la caja dictándole el total de la compra. Ella le entregó la tarjeta de debito para que se cobrase. ―¿T
Santiago tomó las bolsas y llegó justo a tiempo para ayudarla a bajar de la camioneta que era un poco alta. Ella le agradeció, cambiando de mano los paquetes que sostenía para recibir la que él le ofrecía. Tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta el porche de la casa. Abrió la puerta de entrada y lo hizo pasar. Santiago observó con atención el espacio que se vislumbraba. Todo parecía colocado en su exacto lugar, muy bonito.―¿Te estás mudando? ―dijo curioso, al ver una buena cantidad de cajas en la entrada.―No, son solo cosas que se van de aquí.Christina lo hizo pasar hacia la sala donde estaba la mesa de comedor, así como varios libreros, los cuales estaban atestados de libros. ―Ven te ayudo —dijo Christina intentando quitarle las bolsas, él no se lo permitió colocándolas en la mesa de la cocina. ―De verdad muchas gracias, en serio no tenías por que molestarte.―No tenía, pero quise hacerlo ―dijo interrumpiéndola, mirándola de una forma, que la pobre no tuvo más remedio que s
―¿Quieres comer conmigo? Aunque te advierto, nada demasiado interesante, probablemente un pan relleno con jamón y queso amarillo.―Eso estaría bien, pero no quiero que lo hagas por compromiso o algo por el estilo. Notienes que hacerlo en reciprocidad de nada, si no es tu gusto.―¿Qué se supone? ¿Que deje ir a un hombre que cambia bombillas y arregla grifos conhambre? —dijo Christina imitando su sutil coqueteo con una sonrisa en los labios.Santiago le sonrió de vuelta y asintió aceptando la invitación. Se llevó la mano al cabellopara peinarlo de atrás hacia adelante, un gesto que solo hacia cuando estaba ansioso y que ella encontró de lo más atractivo.―acercándose a ella—. ¿En qué te ayudo?―Tu vas a tomar, asiento en la barra, por favor y solo dedíquese a mirar.―De acuerdo solo te miraré ―acordó en tono sugerente.Christina lo miró levantando una ceja con expresión circunspecta, en respuesta a ese obviocoqueteo. Con un cuchillo de sierra, rebanó la hogaza de pan, la untó con ma
―No puedes hacer estas cosas Santiago.―¿Qué? ¿Lavar los platos contigo?―Eso mismo, pero además, Abrazarme así ―dijo ella en un hilo de voz, sintiéndose demasiado invadida por su cercanía.―No te estoy abrazando, estamos lavando los platos muy cerca ―explicó Santiago en tono divertido.―Si te molesta, puedo seguir solo.―Dejame ir. ―expreso Christina en tono de molesta. Santiago decidió guardar la calma, retrocediendo con tal de no asustarla.―Disculpame, malinterpreté las cosas, no era mi intención hacerte sentir incomoda, lo hice sin pensar.―Ya, no pasa nada, tranquilo. Sigue lavando los platos —dijo con cierto tono demandante que lo dejó perplejo.Christina rodeó la barra y se sentó en una de las sillas altas para observarlo lavar losplatos.―Tú debes tener mucha suerte con las mujeres ―soltó perspicaz.―No siempre ―dijo Santiago, confundido ante la pregunta y la tranquilidad que ella demostraba.―No seas mentiroso, te aseguro, que ni siquiera coqueteas con una mujer a menos que