Observó al chico lindo llevarse otro a la boca entero y masticar, por lo que ella imitó el gesto. Quedó fascinada con el aroma y el delicioso sabor.
Él la observó, esperando su reacción. Ella abrió los parpados de par en par, exponiendo unos magníficos ojos verdes muy expresivos y con rapidez, se llevó los dedos a los labios para evitar emitir sonido. A Santiago, Christina le resultó demasiado contenida y eso en el fondo le gustó. —Mmm. —El sonido escapó de los labios femeninos. — Es delicioso. Nunca había probado una fruta así, gracias. Le encantó la forma en que los labios de Christina se curvaron hacia arriba, regalándole una corta sonrisa. —Quiero pedirle disculpas en nombre de mi empleada. Está cubriendo a un compañero en el turno de la tarde, supongo que está cansada y no supo explicarse. —Christina tomó la factura de caja para leer los artículos facturados y había pagado por un Jugo y unas galletas. —Lo siento mucho, puedo devolverla. —No se disculpe, no es su culpa, solo quería explicarle para que esta desafortunada situación, o la de esta mañana, no haga que deje de preferirnos como lugar de compra. —Mi expareja me dejó hace más de un año, ya es hora de que cancele las cosas que me hacen sentir desapercibido — dijo él con naturalidad. Le gustó lo honesto que parecía, su tono de voz masculino, varonil y que hablara despacio, pronunciando las palabras adecuadamente. También la forma de los ojos almendrados de color claros, los tatuajes en los brazos de piel tostada, la camisa planchada y arremangada a la perfección. La estatura, el tono muscular, de hecho, pensó que nunca en la vida había conocido a un tipo tan atractivo. Por lo que hizo lo que hacen algunas mujeres, cuando se sienten incapaces de manejar la ansiedad que le genera conversar con un hombre exageradamente apuesto: huir. Se puso de pie, sintiéndose súbitamente acalorada. Él, que no daba por terminaba la conversación, se sorprendió al verla levantarse. Christina se despidió con rapidez, como había hecho por la mañana. Él, también se puso de pie, le tendió la mano con el propósito de presentarse, saber su nombre y ocasionar un poco de simpatía y amabilidad entre ambos. Ella se la estrechó rápidamente por formalidad y educación, encontrando su tacto deliciosamente cálido y rasposo, cuestión que la hizo suspirar al sentirse mesmerizada, sin entender muy bien por qué. A él en cambio, ese efímero suspiro le encantó, así como lo suave que se sintió su mano entre la suya. —Mi nombre es Santiago —dijo llevándose las manos a los bolsillos de los jeans. —Eh… yo soy Christina —contestó. —Espero verte pronto de nuevo por aquí, Christina —expresó llamándola por su nombre. Santiago le dedicó una mirada provocativa, coronada por una sonrisa. Ella tragó grueso, se le erizó la piel de todo el cuerpo cuando lo escuchó decir su nombre. Asintió sintiéndose un poco extraviada, por completo fuera de lugar. Cuando notó la mano de él tomándola por el codo para detenerle el paso, se sintió temblar. Santiago le abrió la bolsa de compra y depositó en su interior algunos bolicrun goma. —Un obsequió. Espero que los disfrutes. Ella quiso negarse, sin embargo, la necesidad de abandonar aquel lugar se le hizo más apremiante. Solo asintió, musitó la palabra gracias, para luego dirigirse a la salida de la tienda. Cuando la brisa fría del principio de la noche la golpeó en la cara, fue que comprendió lo viciado que estaba el aire en esa oficina, todo olía a él. Respiró profundo en pro de librarse del aroma de aquel hombre. Santiago salió un par de segundos después, lamiéndose el pulgar izquierdo del caramelo natural del bolicrun. La miró irse a través de una de las paredes acristaladas de la tienda. Notó que el auto que conducía iba muy lento, por lo que se preguntó si había sido demasiado descortés durante la conversación. Descartó aquella posibilidad, al recorrer la tienda, pasó junto al área de los lácteos y pensó que esperaba que a Christina el Chocolate con vainilla se le acabará esa semana mucho antes, para poder verla pronto. Christina dejó el auto en el garaje de la casa, se quitó el bolso, guardó el helado en el refrigerador y subió las escaleras apurada. Se despojó del uniforme, de los zapatos de descanso y comenzó a vestirse. Llamó a su novio, pero este no contestó, de todas formas, sabía qué tipos de restaurantes solía frecuentar, así que tomó un taxi hasta esa zona. Tras dar un par de vueltas, no observó en ninguna parte el auto de Frank y le ordenó al taxista transitar un par de calles más abajo. No le costó demasiado visualizar el auto en un pequeño restaurante. Caminó alrededor del local, cuyas ventanas permitían ver a los clientes que estaban en ese lugar. Vislumbró a su novio en una mesa. —tal como este le había dicho, comiendo con la gerente, su esposo y otros empleados de Abucenter que también parecían acompañados. Christina iba con intenciones de sorprender por primera vez a su novio y con algo de suerte, hacer algo distinto, luego lo dejaría salir a sus anchas con sus amigos como siempre, así que verlo rodeado de otras personas la asombró, pensaba que era algo netamente laboral. De todas formas, siguió con su plan y tomó el teléfono para avisarle que estaba afuera, en vez de presentarse en la mesa sin previo aviso. Observó con atención a Frank, que miró la pantalla de su teléfono y con simpleza arrugando la cara desvió la llamada con un gesto de fatiga en el rostro. Christina sintió una tristeza y una punzada en el pecho, él la había ignorado con tanta facilidad. Atónita, remarcó triste y también muy molesta. Él suspiró hastiado, se disculpó con los presentes y salió del restaurante para tomar la llamada. —¿Cariño, sucede algo? No escuché el teléfono. —Se excusó mintiendo. —No, nada, todo está bien. — ¿Qué pasa, linda?, dime —dijo preocupado, al notar el tono entristecido de su novia. — ¿Tú me quieres, me amas? Fue lo único que se le ocurrió preguntar en un momento así, en el que no comprendía la actitud de su novio. —Claro que te quiero, te amo, eres la mujer de mis sueños, eso ya lo sabes cariño. ¿Estás viendo una de esas películas románticas que te ponen a llorar y a pensar en tonterías? —El tono condescendiente de Frank le produjo más rabia. —No, estoy viendo una horrible, una feísima. —Cambia el canal. —No puedo. — ¿Volviste a desconfigurar el control remoto? —preguntó con desgano.Christina caminó hasta la entrada del restaurante plantándole cara. Frank se quedó sorprendido al verla y se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella había sido testigo del gesto de hastió e indiferencia que solía hacer de un tiempo para acá, cuando lo llamaba.—Cariño, ¿qué sucede?—Te vi, eso pasa y sabes qué, no te preocupes, no te llamo más.Christina comenzó a caminar en dirección contraria, sin llegar demasiado lejos antes de que él la detuviese, exigiendo una explicación.—¿De qué hablas?Lo que ella no sabía, era que aquella pregunta era honesta. El gesto que había hecho Frank fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina lo miró indignada, pensando que intentaba zafarse de la situación haciéndose el desentendido.—Te vi, te llamé y te vi la cara de obstinación que pusiste al ver mi nombre en la pantalla, ¿por qué?—No sé de qué estás hablando. Hablemos en otra parte, todos nos
—No, no te perdono y no te llamó más —dijo cruzándose de brazos.Frank maldijo entre dientes, algo que Christina odió, solo le exacerbó ese sentimiento de que él estaba cansado de ella. Le envió un mensaje a un compañero avisándole que no volvería a la mesa. Luego encendió el auto, moduló el volumen de la radio y comenzó a conducir. —Para el auto —dijo Christina.—No cariño, por favor, no hagamos de esto una pelea.—Detén el maldito auto.Frank terminó aparcando frente a la plaza, bajo la oscuridad que proveía uno de los árboles que se erguía imponente, cubriendo con sus frondosas ramas la poca iluminación proveniente del centro del lugar.—¿Se puede saber qué pasa ahora Christina? —cuestionó molesto.—Ni siquiera me has preguntado por qué razón te vine a buscar…Christina se llevó la mano derecha a la frente, haciendo un gesto de obstinación.—Tienes razón, lo siento mi reina, ¿para qué me viniste a buscar?Christina, se levantó del asiento y se sentó sobre el regazo de Frank, to
—Suéltame, Frank.—No, hasta que me digas qué te pasa.—Deberíamos terminar.—Christina, ¿qué coño te pasa? —cuestionó él, alzando la voz tras haberse quedado, unos segundos, estupefacto —.¿De qué estás hablando?—Yo… yo…—Vámonos a casa, hablaremos ahí con calma. La tomo por el brazo.—Suéltame.— ¡Vamos! —exclamó agresivo.—Ya no quiero seguir más contigo —dijo en un tono de voz tan bajo que pareció un susurro.—¿Te estás oyendo? ¿Entiendes lo que dices? —Frunció el ceño — ¿Me acabas de coger en el auto y ahora quieres que terminemos? ¡Mujeres! ¡Están todas locas!—Precisamente, por lo que pasó en el auto es que me doy cuenta que tú y yo ya no funcionamos. Tú no me entiendes, incluso me atrevo a decir que ni siquiera quieres hacerlo.— ¿Estás loca? Yo te amo.—Gracias por llamarme loca.—Frank, ya esto no se trata de amor. Yo también te amo. Sin embargo, creo que es momento de que afrontemos que somos un par de compañeros de cuarto que se la llevan muy bien y eso es todo.—Christina
—No te atrevas a decirme que soy un inmaduro. Nunca pensé que te fueras a comportar así Christina, esperaba más de ti. Mira lo mal que me has tratado. Ahora necesito paz y tranquilidad para recuperarme y está obviamente claro que junto a ti no voy a conseguirla. Christina se sintió muy triste, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas. Él la estaba rechazando de una manera muy egoísta. Entendía que estuviera resentido, molesto, al fin y al cabo, el accidente era en parte su culpa, sin embargo, nunca imaginó que encontraría tal oposición a hablar y arreglar las cosas. ——¿Sabes qué? Ambos tenemos la culpa en esto. Yo por hablar esos tipos de cosas en un lugar Inadecuado y en un momento donde no era el adecuado y tú por conducir irresponsablemente. ——Se limpió las lágrimas de sus mejillas y salió de la habitación de la forma más digna y tranquila que pudo. Para Frank su rutina de vida había comenzado a ser muy diferentes, días más emocionados y alegres, desde hace unos mes
Christina salió de la casa de sus padres más alterada, desvanecida, entristecida de lo que entró. Aunque, creía que, si iba al hospital a pedirle perdón a Frank, estaría dándole la razón sobre lo del accidente y eso era algo en lo que ella no estaba dispuesta a ceder. Aun así, una pregunta se repetía en su mente. —— ¿ahora qué hago? Como había ido a ver a su madre, estaba más arreglada de lo normal. Aprovechando su buen aspecto, decidió irse al restaurant a beber un vino, no quería ir a un bar sola, prefirió dejar parte del sueldo en una barra pulida con televisión en la cual trasmitiesen algún partido de beisbol y beber un vino costoso.Ese día no había nadie para fastidiarla y decidió darse un gusto. Se sentó en una de las sillasaltas de la barra, pidió un servicio de pechugas de pollo con ensalada, papas fritas y con aderezo de salsas de ajo, más una copa de vino rojo. El sentimiento de culpa que sentía la iba a matar. Trató de ser justa, pensó que, aunque quería muchísimo a Fr
Nunca antes Christina se sintió tan traicionada y decepcionada, le pareció que caminar fuese una actividad tan ardua como en ese momento. Le costaba respirar, un dolor lancinante se le instaló en el pecho. Al menos, llorar en un hospital no era tan vergonzoso, ya que mucha gente lo hacía con mucha frecuencia. Quien la viese asumiría que acababa de perder a un ser querido, cuestión que era más que cierta.Las lágrimas rodaron libres por sus mejillas, sin que buscase limpiarlas, nada tenia importancia. Caminó desorientada sin rumbo fijo, hasta llegar a un parque cerca del hospital. Se dejó caer en la banca más lejana que encontró, desdichada, abrió el contenedor de plástico y comenzó a comerse la rebanada de pastel.Llorar y comer, era su nueva rutina. La tenía sin cuidado las opiniones de los demás. En la aflicción y profundo dolor en la que se encontraba. Sacó el celular de la cartera y llamó a Andrés, porque no tenía con quien más hablar, entre llantos y lagrimas, consiguió contarle
―Pero Andrés, yo…Christina siguió llorando y él la abrazó. ―Nada de esto habría pasado si no hubiese seguido a Frank a esa reunión de trabajo ―dijo haciendo un puchero.―No, no puedes ser como el resto del mundo, querida. No, te lo prohíbo. Nada de echarle la culpa a los demás de lo que te sucede en esta vida, Christina. Frank no era el hombre que necesitabas. O sea, está hospitalizado, no pretenderá que le creamos que la conoció hace dos días, es probable que ya tuviese algo con esa mujer desde hace más tiempo —explicó con pesar, mirándola a la cara. ―Ven, que te vamos a llevar a casa.―¿Quieres que compre un helado de mantecado con chocolate y nos pongamos a ver una película en tu casa, para no dejarte sola esta noche?―Si. Está bien.―¿Cuéntame, hay alguna tienda cerca de tu casa donde comprarlo? ¿Qué tienda frecuentas cerca de tu casa?—Si, la única tienda que frecuento es la que está a una cuadra cerca de mi casa.―Está bien, vamos para esa tienda. ―dijo Andrés, se sentía muy cur
Sudaba mientras se movía de un lado a otro en la cama, no estaba teniendo una pesadilla, Christina estaba soñando con su exnovio. Cuando abrió los ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos después sonó el despertador eran las 6:15 de la mañana. Ella siempre esperaba a que su novio se alistara y se fuera al trabajo para comenzar la mañana.Se levanto de la cama y recorrió el suelo en busca de las sandalias, corrió la cortina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella. Se cepilló los dientes y se dirigió al pasillo, bajó las escaleras hasta la cocina.Se sentó en el sofá de la sala, miró el tiempo pasar, recordando el sueño que había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pero el sueño de esa mañana, le hizo recordar situaciones para nada agradables. —No sé porque sueño con el pasado —Pensó ellaChristina se miraba en un espejo