Después de cuatro botellas de suero, la fiebre de Lina bajó. Sin embargo, el médico dijo que tenía una infección bacteriana y todavía había inflamación en su cuerpo. Aunque la fiebre había cedido, necesitaba quedarse en el hospital dos días más para recibir antibióticos intravenosos.Al anochecer, Penélope Andrade entró apresuradamente en la habitación. —Lina, ¿estás bien?Al ver a su hermana, los ojos de Lina se llenaron de lágrimas. —Estoy bien.—¿Cómo te pusiste tan mal?—Penélope miró a su hermana con preocupación.Las dos se habían quedado sin padres desde pequeñas. Penélope, siete años mayor que Lina, la había cuidado todos estos años, siendo tanto hermana como madre para ella. Su vínculo era muy profundo.No queriendo preocupar a su hermana, Lina contuvo las lágrimas y dijo: —Creo que me dio fiebre por el viento de anoche. No es nada, ya estoy mucho mejor.Viendo que Lina parecía estar de buen ánimo. Penélope, se tranquilizó y viendo a Milena le preguntó: —¿Y usted es...?—Ho
Lina nunca imaginó que su novio la pudiera engañar con su mejor amiga, pensaba que esas cosas solo pasaban en las telenovelas, hasta que encontró a Javier y Sara enredados en su habitación de la universidad… aún tiene vívido el recuerdo y el dolor que esa traición le causó. —¿Lina?—Sara se quedó paralizada.Pero Lina ya había apartado la mirada y entrado con su maleta. No tenía intención de intercambiar cortesías con ellos. Lo pasado, pasado estaba. Había terminado con Javier Cruz y su amistad con Sara Ruiz había llegado a su fin. A partir de ahora, no quería tener nada más que ver con ellos.Sara entró al ascensor del brazo de Javier. Cuando las puertas se cerraron, se volvió hacia Lina y le dijo: —Oí que encontraste trabajo. ¿Vas de viaje?Lina asintió con la cabeza baja, sin ganas de responder más. Sara, al ver su actitud, no insistió.Cuando llegaron a la planta baja, Lina salió arrastrando su maleta, pero en su prisa, una de las ruedas se atascó en la rendija. Ella, con la cara
—¡Ah!—Lina gritó, despertándose de su sueño. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba acostada en una cama de hospital. Todo lo de soñar el día y la noche con Santiago había desaparecido por completo.La anciana recién llegada, quien en la cama de al lado, le preguntó sonriendo: —Jovencita, ¿tuviste una pesadilla? Te vi mientras dormías, tenías las manos aferradas a las sábanas. ¿Con qué soñaste?Desde pequeña, Lina había oído que si se contaba una pesadilla, no se haría realidad. Así que le respondió sin pensarlo: —Con mi jefe.La anciana se sorprendió y, meneando la cabeza, suspiró: —Tu jefe debe ser muy aterrador.Apenas terminó de hablar, la puerta de la habitación se abrió y una figura alta y esbelta apareció.Lina estaba a punto de levantarse para ir al baño, con un pie ya en las pantuflas, cuando vio quién era y casi se resbala de la cama.Santiago vestía una camisa blanca con el cuello ligeramente abierto y pantalones negros que resaltaban sus largas piernas. En una ma
—Hola, Lina, ¿cómo te sientes?—preguntó Milena con preocupación tan pronto como contestó el teléfono.Lina asintió.—Bien. Mucho mejor.—¿Todavía tienes fiebre? ¿Has comido al mediodía? ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te pida algo para llevar? O si prefieres algo en particular, puedo llevártelo.Lina estaba desconcertada por la preocupación repentina de Milena, a pesar de que no eran realmente cercanas. Pero viendo sus buenas intenciones, le respondió:—Ya no tengo fiebre, y comí bien al mediodía. No tengo hombre y si la tuviera, pediría algo yo misma. Gracias por tu preocupación, Milena.—Ah bueno...—Milena hizo una pausa. —Entonces... ¿el jefe todavía está contigo?—Se fue.—Ah... ¿Fue específicamente a verte?—No—Lina no mencionó que la abuela de Santiago también estaba hospitalizada allí. Después de todo, Santiago era su jefe, y si hablaba de más, podría afectar su trabajo.Milena preguntó confundida: —¿Entonces a qué fue el jefe al hospital?—Parece que... vino a ver a un amigo—di
Santiago primero fue a la oficina del doctor para preguntar sobre los resultados de los exámenes de su abuela. Cuando regresó a la habitación del hospital, Lina ya estaba despierta y estaba inclinada arropando a la anciana.Al escuchar el ruido, ella se volteó. Sus ojos aún mostraban signos de somnolencia. —Señor Cruz—dijo con voz bajita.La voz de la joven era dulce y en la oscuridad de la noche parecía ablandar el corazón.Santiago asintió. —Gracias por cuidar a mi abuela.Él entendió de inmediato por qué no se había ido. Su abuela no elogiaba a la gente fácilmente, así que era evidente que Lina tenía algunas cualidades admirables.—No tiene que ser tan formal, no hice mucho. Además... comí de su sopa de costillas al mediodía.Ella sentía que debía retribuir la amabilidad recibida. Había comido la sopa, así que cuidar un poco a la anciana no era gran cosa.Santiago la miró y preguntó: —¿Qué tal estuvo?—¿Eh?—Lina no esperaba esa pregunta. Dudó un momento y respondió algo avergonza
Al quitarse la camisa, la espalda inmaculada de Lina quedó a la vista de Santiago. Una sombra de decepción cruzó sus ojos mientras apartaba la mirada, y con voz grave se disculpó: —Lo siento.Lina se cubrió rápidamente con la sábana de la cama, con lágrimas de humillación en los ojos. —Señor Cruz, ¿esto es suficiente prueba?Santiago quería decir algo, pero sintió que cualquier cosa que dijera en ese momento sería inadecuada. Al salir, miró hacia el segundo piso donde aún brillaba una tenue luz. La imagen de Lina, frágil y vulnerable, apareció en su mente. ¿Estaría llorando con el rostro entre las manos?Santiago tomó su teléfono y llamó a Fernando: —Prepárame un regalo, algo para una chica. Que sea elegante.*Tan pronto como Santiago se fue, Lina cerró la puerta con llave y fue al baño con ropa limpia para dormir.Al quitarse la ropa, las marcas en su pecho, aunque habían disminuido un poco, seguían siendo impactantes. Las marcas en su espalda, que eran pocas, habían sanado rápida
Lina abrió la puerta y vio a Sara parada junto a su cama, sosteniendo la bufanda que Santiago le había regalado.—¿Lina?—Al verla llegar, Sara rápidamente guardó el objeto de vuelta en la bolsa y se acercó a tomar la mano de Lina. —Lina, ¿cuándo volviste a vivir al dormitorio? ¿Por qué no me avisaste?Lina retiró su mano y pasó frente a ella. —¿No te habías mudado?—Sí, vine a buscar algunas cosas—Sara se acercó y señaló la bolsa de marca colgada en el perchero. —Lina, ¿esa bufanda es tuya?—Sí, es mía—Lina la miró con distancia. —¿Algún problema?—No—La sonrisa de Sara parecía falsa. —Esa bufanda es de la colección limitada que LV lanzó el mes pasado. Es muy cara y difícil de conseguir. Solo quería saber cómo la obtuviste. Me gustaría comprarme una.Lina miró la bolsa y vio el logo de la marca. Santiago se la había regalado, ella no pensaba aceptarla y ni siquiera la había mirado bien. No imaginaba que fuera tan valiosa.—Me la regaló un amigo—dijo Lina de modo casual. —No sé mucho a
Santiago parecía recién despertado, con un toque de pereza en su voz. Al final, cuando llamó a Lina, su tono se elevó un poco, con un deje de cariño.Lina sintió que sus mejillas se sonrojaban y explicó: —Le devuelvo lo que me regaló.Santiago echó un vistazo a la bolsa sobre la mesa. —¿No te gustó?—No es eso—Lina negó con la cabeza. —Es un regalo demasiado costoso, no puedo aceptarlo, ni tengo razón para hacerlo.—No es tan caro, solo es un pequeño detalle de mi parte—dijo Santiago. —O dime, ¿qué te gustaría? Puedo pedirle a Fernando que lo compre, o puedes elegirlo tú misma.Era evidente que quería compensarla, y lo hacía con sinceridad.—Señor Cruz, en realidad no le di importancia a lo que pasó aquella noche, pero si me regala algo, para compensar lo que pasó, solo me lo recordará constantemente—dijo Lina con honestidad. Lo pasado, pasado estaba. Si él no lo mencionaba y ella no lo decía, no habría nada más. Pero que Santiago le regalara algo hacía parecer que el asunto no estab