—Está bien—Lina sonrió con sarcasmo. —Entonces quiero que termines con Javier.—Lina, aunque terminara con Javier ahora, ustedes ya no podrían estar juntos...—¿Qué? ¿No puedes hacerlo?— Lina no le dio oportunidad de dar excusas. —Si no puedes, no actúes falsamente frente a mí. No lo haces bien y no me gusta verlo.Lina terminó de vestirse, tomó su bolso y salió sin importarle la expresión en el rostro de Sara.Sara pisoteó el suelo y tiró el desayuno a la basura. —Lina, ¿de qué te enorgulleces? Cuando entre a la oficina ejecutiva del Grupo Cruz, ya no tendrás importancia.En el metro, Lina juntó el saldo de varias tarjetas, sumando apenas unas decenas de dólares. Dudaba si pedirle prestados quinientos a su hermana, ya que no quería deberle a Santiago y quería pagar pronto para no sentirse en deuda. Después de armarse de valor, finalmente llamó a su hermana.El teléfono sonó dos veces antes de que Penélope contestara: —Hola, Lina. ¿Qué pasa? ¿Por qué llamas tan temprano?—Nada, solo.
A la hora del almuerzo, Lina tomó su pan y agua y se fue a las escaleras de emergencia, quería evitar encontrarse con Santiago y que la invitara a comer al restaurante como el día anterior y, dado que las escaleras eran poco frecuentadas, allí estaba muy tranquila. Mientras mordisqueaba su pan, Lina revisaba los contactos en su teléfono, dándose cuenta después de unas búsquedas que no tenía a nadie con quien tuviera la confianza suficiente para pedir dinero prestado.En el grupo silenciado de la universidad ya había más de 99 mensajes sin leer. Lina solía pasar desapercibida y raramente participaba en el grupo. En su momento, Sara la había agregado, pero como no le interesaba mucho, lo silenció inmediatamente. Sin embargo, ahora, por alguna razón, decidió echarle un vistazo.Había demasiados mensajes, así que Lina los fue revisando tranquilamente. De repente, se detuvo. Vio un mensaje de una compañera presumiendo sus ingresos, diciendo que en una noche de trabajo a tiempo parcial podía
—No me creo especial—se defendió Lina en voz baja. —Esta noche realmente tengo algo muy importante. ¿Podría dejar los documentos aquí y hacerlo mañana temprano?Viviana arqueó una ceja. —¡Bien! No me importa cuándo lo hagas, solo te digo que mañana a las 8:30 hay una reunión temprano y se necesita esa tabla. Si no la tienes lista para entonces, no vengas con excusas.Lina asintió. —Gracias.Viviana puso los ojos en blanco y se fue. Lina no perdió tiempo y fue a buscar a Natalia.Mirando el lujoso club de entretenimiento frente a ella, con sus luces brillantes, el entusiasmo inicial de Lina empezó a desvanecerse.—¿Qué pasa? ¿Te acobardaste?—Natalia, parada a su lado, sonrió. —El dinero de los ricos es el más fácil de ganar. Si no puedes aceptarlo, mejor vete.Sin decir más, Natalia se dio la vuelta y entró.Lina miró su silueta alejarse, con el corazón lleno de dudas. Justo cuando Natalia estaba por desaparecer de su vista, Lina apretó los dientes y corrió tras ella.Siguiendo a Nata
Después de cambiarse, Natalia la llevó afuera. A diferencia del sombrío y sencillo pasillo de empleados, esta vez al abrir la puerta se encontraron con un pasillo lujoso y extravagante, donde incluso el aroma en el aire exudaba opulencia.Era la primera vez que Lina visitaba un lugar así, y estaba extremadamente nerviosa, como un niño que va a escondidas a un cibercafé para jugar videojuegos sin que sus padres lo sepan.Al llegar a la entrada, Natalia tocó la puerta y le advirtió a Lina: —Sé astuta, habla con dulzura, y si te dan propina, acéptala sin vergüenza.Lina escuchó atentamente, asintiendo a cada indicación. Aunque se había preparado mentalmente, cuando la puerta se abrió, no pudo evitar ponerse nerviosa. Mantuvo la cabeza baja, sin atreverse a mirar a nadie, siguiendo de cerca los pasos de Natalia, temiendo quedarse atrás.—¿Dormilona?—Una voz sonó sobre su cabeza, con un tono de confusión y burla.Lina se sobresaltó y al levantar la mirada, vio el rostro sonriente de Alejan
Durante la reunión, Natalia no se despegaba de Alejandro. Los dos bebían como si fuera agua, pasándola en grande.Al principio, Lina estaba preocupada por Natalia, creyendo que como mujer no aguantaría mucho el alcohol. Pero subestimó a Natalia, quien a pesar de beber tanto, ni siquiera se le puso roja la cara.Poco a poco, Lina se fue relajando y su mirada terminó en Santiago. Él seguía sentado, como ajeno al ambiente festivo del salón. Aunque presente, parecía no encajar en la alegría. Respondía cortés cuando le hablaban, pero no iniciaba charlas, bebiendo solo y callado. Al ver su silueta, Lina sintió que se veía muy solo.En eso, una figura seductora apareció junto a él. Una chica de vestido rosa, con las mejillas rojas, se acercó con una copa para brindar. Pero no la sujetó bien y, con un temblor, derramó el vino en la camisa blanca de Santiago.—¡Ay, perdón, señor Cruz! Le manché la camisa, déjeme limpiarla...—La chica se disculpaba, pero su cara mostraba que fue a propósito. Tom
Los besos del hombre cubrieron a Lina Andrade y ella se dejó llevar, perdiéndose por completo en aquellas caricias ardientes que la hicieron olvidarse hasta de sí misma. Después de la pasión, Lina se acurrucó en los brazos cálidos del hombre y se quedó profundamente dormida...A media noche, Lina se dio la vuelta, pero enseguida se sobresaltó al rozar con una piel cálida a su lado. Nerviosa , fue abriendo los ojos lentamente, encontrándose con el rostro apuesto de su jefe.—¿Jefe?—la mente de Lina quedó en blanco por un momento antes de que los recuerdos de la noche anterior la inundaran. Abrió los ojos de par en par y se sentó de golpe, pero el movimiento brusco le causó un dolor agudo que la hizo sudar frío.Por un instante Lina quedó tiesa, después la inundaron los recuerdos de la noche anterior y, finalmente, en un solo movimiento se sentó en la cama. Pero un dolor agudo la dejó inmóvil, su cuerpo le dolía con un mínimo movimiento.Pero en ese momento, más que el dolor físico, l
Lina se despertó sintiéndose muy sedienta. Con la cabeza pesada, salió a gatas de la tienda de campaña y de repente se encontró frente a un par de zapatillas deportivas de hombre. Al levantar la mirada, vio unas piernas largas. El sol encandiló a Lina y cuando reconoció a Santiago.—¿Señor Cruz?¿No se suponía que había ido a escalar la montaña?Santiago se agachó frente a ella y, mirando sus mejillas sonrojadas por la fiebre, le dijo con mucha seriedad: —Tengo una pregunta que hacerte.Lina se lamió los labios resecos y respondió:—Dí-dígame.—Anoche, ¿viste a alguien entrar a mi tienda?—preguntó Santiago, clavando su mirada en los ojos de Lina. Lina, evadió su mirada, su sola presencia alteraba todos sus sentidos. Trémula le contestó: —N-no vi a nadie.—¿Por qué tiemblas?—Preguntó él, notando su estado trémulo. Es que no era solo la voz, era todo su cuerpo. Ya era delgada de por sí, y Santiago temía que se fuera a deshacer del temblor.Tenía docenas de asistentes en su oficina, cad
Después de cuatro botellas de suero, la fiebre de Lina bajó. Sin embargo, el médico dijo que tenía una infección bacteriana y todavía había inflamación en su cuerpo. Aunque la fiebre había cedido, necesitaba quedarse en el hospital dos días más para recibir antibióticos intravenosos.Al anochecer, Penélope Andrade entró apresuradamente en la habitación. —Lina, ¿estás bien?Al ver a su hermana, los ojos de Lina se llenaron de lágrimas. —Estoy bien.—¿Cómo te pusiste tan mal?—Penélope miró a su hermana con preocupación.Las dos se habían quedado sin padres desde pequeñas. Penélope, siete años mayor que Lina, la había cuidado todos estos años, siendo tanto hermana como madre para ella. Su vínculo era muy profundo.No queriendo preocupar a su hermana, Lina contuvo las lágrimas y dijo: —Creo que me dio fiebre por el viento de anoche. No es nada, ya estoy mucho mejor.Viendo que Lina parecía estar de buen ánimo. Penélope, se tranquilizó y viendo a Milena le preguntó: —¿Y usted es...?—Ho