Capítulo 24. Desde el principio

El hombre palideció…

—Dylan… —llamó Astrid, pero él no tuvo reparos en continuar.

—La fábrica está comprometida con muchas empresas, Gilbert. Empresas que necesitan el producto antes del fin de semana, ¿cómo piensas responder?

Gilbert estaba blanco del susto, sus manos sudaban, y, aun así:

—No sé de qué están hablando —dijo, viendo a Astrid, evitando la mirada de Leviatán, como si eso fuera a servirle.

Leviatán no necesitaba verlo a los ojos, podía entrar en su mente y saber lo que allí se escondía.

—Firmaste varias órdenes de salidas, Gilbert. Dejaste vacías las bodegas de la empresa, afirmando que eran nuestros camiones; sin embargo, sabemos que no fue así. Metiste al ladrón a nuestras instalaciones —pronunció con fría calma.

Leviatán sintió la necesidad de terminar con la vida de Gilbert, sus garras y colmillos empezaban a extenderse, por lo que presionó los puños y los labios, mientras sus ojos empezaban a convertirse en sangre.

—Dylan, por favor —le susurró Astrid, colocándole un
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