Capítulo 21. Búscalo por tu cuenta

Astrid perdió la noción del tiempo y de la realidad. No supo cuántas veces Leviatán la hizo suya y mucho menos las veces que se vació en su interior. Se sentía hambrienta y cada vez deseaba más y más.

Un ronco gemido abandonó los labios de Leviatán cuando sus colmillos se extendieron, rozando el pálido cuello de Astrid, tentado a penetrar la carne y empezar su ritual. La marca que iba a convertirla no solo en su pareja, sino también en su princesa.

—Oh, Dylan —sollozó presa del placer.

Leviatán gruñó al escuchar el nombre de otro hombre, quería que Astrid gritara su nombre, deseaba despojarse de esa imagen humana y dejarse ver tal cual era, pero eso era tan imposible. Tenía que aceptar lo que había, después de todo, fue él quien decidió presentarse así.

—Quiero, necesito más —murmuró Astrid, rendida sobre el pecho de Leviatán. Su cuerpo estaba perlado de sudor. El líquido salado corría como un pequeño río por su columna vertebral, perdiéndose entre sus nalgas, mezclándose con sus jugo
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