Capítulo 18. Soy libre de hacer lo que quiera

Astrid se detuvo abruptamente al ver la escena delante de sus ojos. Un vacío se le abrió en la boca del estómago, su mano se aferró al pomo de la puerta con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron. ¿Era por esto que Connie se mostraba tan preocupada por la desaparición de Dylan? Ellos…, ¿estaban juntos? Astrid tuvo que morderse para no dejar escapar el gemido que luchaba por salir de sus labios.

—Lamento la interrupción —dijo, conteniendo el deseo de echarse a gritar. Había estado tan preocupada por nada.

—No te preocupes —expresó él, apartándose de encima de Connie—. No has interrumpido nada, ni siquiera me dejaste empezar —añadió.

Las mejillas de Connie se pusieron rojas al darse cuenta de la situación y de lo que Astrid podía pensar.

—Tengo que llevar unos documentos al departamento de producción —se excusó rápidamente, levantándose del sillón cuando Leviatán terminó de apartarse.

Astrid no le respondió, se limitó a mirarla correr lejos de la oficina.

—Me he preocupado por nada,
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