No me apetecía en lo más mínimo. ¿Por qué haría tal cosa? Ni siquiera sabía la finalidad de poner mi huella allí. Miré a Sara, buscando en su expresión alguna pista de lo que debía hacer, pero ella también parecía confundida y un poco inquieta.
—¿Qué es esto exactamente? —pregunté, intentando mantener la calma en mi voz.
Valeria sonrió de nuevo, pero esta vez había algo en su mirada que no me gustó.
—Es solo un registro formal para la universidad —respondió con tono despreocupado—. Todos los estudiantes nuevos tienen que hacerlo.
No estaba convencida. Algo en todo esto me parecía extraño y fuera de lugar.
Pero antes de que pudiera decir algo, Sara puso su dedo índice en el huellero y luego plasmó la tinta en el papel. Me quedé sorprendida. ¿Para mi compañera era tan fácil hacer eso sin siquiera cuestionarse? Aunque, pensándolo bien, quizás solo quería evitarse problemas.
—Tu turno —dijo Valeria, extendiéndome el huellero con una sonrisa que ahora parecía más forzada.
Miré aquel objeto y luego a Sara, que me devolvió la mirada con una mezcla de resignación y nerviosismo. Sentí una presión creciente, pero aún así, no podía ignorar el mal presentimiento que me invadía.
Lucas, con una sonrisa burlona, intervino:
—¿Por qué eres tan desconfiada? —preguntó, con sus ojos brillando de diversión.
—Es un simple trámite, nada de qué preocuparse —afirmó Valeria.
Mi instinto me decía que no debía hacerlo, pero con todos mirándome, la presión aumentaba. ¿Realmente tenía otra opción?
Con una mezcla de dudas y resignación, puse mi dedo sobre el papel grisáceo, esperando que no me arrepintiera de esto más tarde.
—¿Te dolió? —se burló, Lucas.
Me volví hacia él, enojada, y le enseñé el dedo del medio antes de continuar con mi camino y alejarme rápidamente.
Cuando llegamos a la residencia, Sara se dirigió directamente a su habitación y yo me encaminé a la mía, intentando sacudirme la incomodidad que me había dejado aquel encuentro.
La habitación que compartía no era especialmente grande, pero estaba organizada de manera funcional. Había dos camas individuales, una a cada lado, con escritorios correspondientes frente a ellas. Las camas tenían colchas sencillas, y cada una contaba con una pequeña lámpara de noche. La ventana ofrecía una vista modesta del campus, con árboles que casi tocaban el vidrio y dejaban entrar una suave luz natural. Era mucho, teniendo en cuenta mi pequeño cuarto en el pueblo.
Solo había llegado allí para descansar, impidiéndome procesar todo lo extraño que había ocurrido durante el día. Apenas mi cabeza tocó la almohada, quedé profundamente dormida. El cansancio acumulado y las emociones turbulentas se desvanecieron lentamente en la oscuridad reconfortante del sueño.
Horas después, el despertador sonó, rompiendo el silencio de la mañana y sacándome bruscamente del sueño profundo en el que me encontraba. Con un suspiro cansado, extendí la mano para detener el molesto sonido y me senté en la cama, parpadeando para aclimatarme a la luz suave que entraba por la ventana. El recuerdo del día anterior volvió a mí como una ola, trayendo consigo una sensación de confusión y una leve incomodidad.
Me levanté con pesadez y fui al baño. El agua caliente de la ducha despejó mi mente y relajó mis músculos. Tras vestirme con ropa cómoda, me dirigí a la pequeña cocina compartida con el resto de las chicas y preparé una taza de café fuerte, con él en mano, me fui al área común donde Sara, mi ahora compinche, ya estaba sentada hojeando un libro. Me acerqué a ella y me senté a su lado.
Empezamos a conversar sobre cosas triviales, sin embargo, noté que en medio de nuestra charla, ella desvió la mirada y la mantuvo fija en algo a un costado.
—¿Qué pasa? —pregunté, siguiéndole la mirada con curiosidad.
Giré la cabeza para ver qué era lo que captaba tanto su atención y entonces los vi.
Era un grupo de personas, los mismos que me habían estado mirando la otra vez, ingresando por la gigantesca puerta principal de la universidad. La escena se desarrollaba como si estuviera grabada en cámara lenta, con cada uno de ellos caminando con paso firme y seguro, irradiando una confianza absoluta.
Al frente, liderando el grupo, iba Lucas. Su cabello sedoso estaba peinado hacia atrás con un estilo pulcro, aunque algunos mechones rebeldes se le escapaban, agregando un aire de despreocupación a su apariencia. Vestía una chaqueta de cuero negro ajustada que resaltaba sus hombros anchos y su figura atlética. Debajo, llevaba una camiseta gris oscuro que dejaba entrever tatuajes en sus antebrazos. Sus pantalones negros ajustados y unas botas gruesas completaban un conjunto que combinaba rebeldía con un toque de elegancia urbana.
Con cada paso, su mirada intensa y su postura firme emanaban una confianza que podía resultar intimidante para quienes lo rodeaban, reforzando su aura de presencia dominante.
A su lado, caminaba Valeria, con un vestido delicado de color crema que fluía suavemente alrededor de sus piernas. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, y llevaba puesto un collar de perlas que contrastaba con su tez bronceada. Aunque su apariencia era serena y elegante, parecía mirar al resto como si ella fuera la reina del campus, sus ojos verdes brillaban con una determinación que no pasaba desapercibida.
Sin embargo, lancé un resoplido de incredulidad al ver a los dos perros falderos detrás de Valeria, quienes resultaron ser la tal Carolina y su amiga, las dos chicas que quisieron intimidarme.
Pero lo que realmente más llamó mi atención fueron los moratones en los brazos de la rubia, además de un corte en su labio.
En un primer momento, creí que la rubia era la cabecilla del grupo, pero al parecer me equivoqué, pues ahora veo que es Carolina quien está visiblemente lastimada.Me pregunto qué pudo haber ocurrido, pero claramente no es mi asunto. Me volví hacia Sara y, con una mezcla de desconcierto y desdén, le susurré:—¿Estos se creen de la alteza?A pesar de que ellos estaban a una distancia considerable, Valeria me miró con una expresión fulminante. Fruncí el ceño sin entender; si fue por mi comentario, en todo caso, no podrían haberme escuchado. Sin embargo, ella cambió rápidamente su expresión y optó por levantar la mano y saludarme con una sonrisa.Valeria continuó su camino, desapareciendo por uno de los pasillos principales. Me giré hacia Sara, aún confundida.—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuré, esperando que ella tuviera alguna respuesta.Sara se encogió de hombros.—No lo sé, pero no le des mucha importancia.Y así fue, porque el día se pasó en un cerrar de ojos, pero cuando estab
A la semana siguiente, decidí volver a la piscina. Pero esta vez, el lugar no estaba vacío. Un grupo de nadadores estaba entrenando y sus movimientos coordinados creaban ondas en el agua cristalina. Me acerqué al borde de la piscina, absorta en observarlos y fue allí, cuando estaba tan concentrada en el ritmo de los deportistas que no noté la presencia de alguien hasta que fue demasiado tarde.De repente, sentí un empujón fuerte y desequilibrante en la espalda, y antes de poder reaccionar, me encontré cayendo hacia adelante, sumergiéndome bruscamente en el agua fría.Con suerte, no me topé con uno de los nadadores, aunque el impacto de mi caída provocó un gran chapoteo que perturbó la práctica.La interrupción fue suficiente para llamar la atención del entrenador, un hombre corpulento con una expresión severa, quien se volvió hacia mí con el ceño fruncido y los ojos llenos de irritación.Se acercó al borde de la piscina, señalándome con un dedo acusador mientras su voz resonaba por to
El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alert
Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatill
Suspiré aliviada al verlo irse y recogí mis cosas, decidida a enfocarme en la próxima clase. Mientras caminaba por el pasillo, mi mente aún estaba ocupada con la situación absurda que había acabado de vivir. No estaba prestando mucha atención a mi entorno cuando de repente me choqué con alguien, haciendo que todos sus libros y papeles cayeran al suelo.—¡Lo siento mucho! —exclamé, agachándome rápidamente para ayudar a recoger sus cosas.Al tomar un libro y levantar la mirada, mis ojos se encontraron con los del chico al que Lucas había lastimado. Su mirada era intensa, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar de inmediato. Tenía un rostro anguloso y serio, con un aire de vulnerabilidad que contrastaba con su expresión dura.—¿Estás bien? —pregunté, intentando romper el hielo mientras le entregaba sus cosas.—Sí, gracias —respondió, tomando sus libros con una sonrisa agradecida, aunque sus ojos todavía mostraban una sombra de algo más profundo.Nos quedamos unos segund
Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, intelig
Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbuj
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est