—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.
Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.
—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.
En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.
—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.
Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.
—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.
Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.
—¡Maldita! ¿Quién te crees que eres? —espetó, con su voz cargada de ira.
Por un momento, algo cambió en su expresión. Un destello marrón, sumamente extraño, pasó por sus ojos, algo que parecía más profundo que la simple rabia, pero duró solo una fracción de segundo.
Esa fugaz emoción me dejó desconcertada y sin palabras. Lo único que pude hacer fue dar un paso atrás, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna.
La chica más baja, al parecer notando mi reacción, jaló suavemente del brazo a su compañera.
—Caro, mejor vámonos —dijo con tono apaciguador.
—Más te vale que tengas cuidado, novata —advirtió en un susurro amenazante.
Sin más, se dio la vuelta y se marchó con su amiga, dejándome con una mezcla de alivio y confusión.
La estudiante a la que estaban molestando, de la que me había olvidado momentáneamente, me miraba con una expresión de preocupación. Dio un paso hacia mí, con los ojos llenos de ansiedad.
—¿Te hicieron daño? —preguntó con voz temblorosa, aunque llena de sinceridad.
Me quedé mirándola por un momento, aún sintiéndome algo aturdida por lo que acababa de suceder. Sacudí la cabeza levemente, intentando reponerme.
—No, estoy bien —respondí, tratando de sonar más calmada de lo que me sentía.
—Siento mucho que te hayan molestado. No deberías tener que pasar por eso en tu primer día —dijo con sinceridad.
Agradecí internamente sus palabras. La sensación de no estar sola en este entorno desconocido me reconfortó un poco.
—Gracias. ¿Eres... también nueva aquí? —pregunté, intentando iniciar una conversación para cambiar el foco de atención de lo que acababa de ocurrir.
Ella asintió con una sonrisa leve.
—Sí, soy Sara. Acabo de llegar hace unos días. Y tú, ¿cuál es tu nombre?
—Soy Elena. Llegué hoy mismo, y parece que ya he tenido mi dosis de sorpresa para el día —dije con una ligera sonrisa irónica, intentando hacer la situación un poco más liviana.
Sara rio suavemente, como si entendiera exactamente lo que quería decir.
—Sí, parece que algunas personas aquí pueden ser bastante... intensas.
A medida que nos adentrábamos en el edificio, Sara y yo continuamos conversando. Descubrí que también estaba estudiando Literatura Inglesa y que había estado en la misma clase inicial que yo, aunque no la había notado entre la multitud.
—Sí, estuve allí, pero soy bastante callada —confesó Sara con una sonrisa tímida—. Supongo que eso ocasiona que pase desapercibida.
Asentí con comprensión. La personalidad tranquila de ella contrastaba con la intensidad de los otros estudiantes que habíamos encontrado afuera.
Cuando entramos al aula, elegimos unos asientos en la parte trasera, buscando un poco de tranquilidad lejos del bullicio del frente. Mientras nos acomodábamos y sacábamos nuestras cosas, noté que una chica de cabello castaño, con apariencia angelical, que estaba sentada en el pupitre de enfrente, se giraba para mirarnos. Tenía unos ojos grandes y expresivos, y su sonrisa era cálida y amigable, lo cual me hizo sentir un poco más a gusto.
—Hola —dijo con una voz suave pero clara—. Soy Valeria, quería darles la bienvenida y decirles que si necesitan algo, no duden en buscarme.
Al parecer, los rostros nuevos son bastante evidentes y es que muy poca gente es admitida en esta universidad. Está en una ciudad bastante pequeña en comparación con otras y, además, el coste económico es muy alto. Obviamente, no podía permitírmelo, así que apliqué a una beca... ¡y quedé!
—Hola, soy Elena y ella es Sara —respondí, devolviéndole la sonrisa mientras me sentía agradecida por su amabilidad.
—Encantada de conocerlas —continuó ella, extendiéndonos unos volantes que tenía en la mano—. Quería invitarlas a unirse a uno de los clubs universitarios.
Valeria desplegó los volantes y comenzó a enumerar algunas opciones.
—Tenemos un grupo de literatura que se reúne cada jueves para discutir sobre diferentes géneros y autores. También hay un taller de fotografía, ideal si les gusta capturar momentos especiales. El teatro también es muy activo, siempre están preparando alguna obra interesante. Ah, y no olviden el grupo de senderismo, perfecto si les gusta la naturaleza y explorar los alrededores.
Sara se quedó dubitativa, mirando los volantes que la chica sostenía.
—¿No hay más? —preguntó, con cierta curiosidad.
—No, esos son los principales —dijo Valeria, negando con la cabeza.
Sara señaló los otros folletos que la castaña tenía en la otra mano.
—Creí ver que esos eran sobre deportes. Podrían interesarme.
Con una acción que me pareció extraña, Valeria bajó los volantes a su regazo, haciendo una mueca, como si quisiera ocultarlos.
—Esos son únicamente para estudiantes de alto rendimiento.
Pero Sara se animó.
—Oh, yo practico baloncesto desde pequeña.
Valeria, apenada, pero con un toque de frustración, respondió:
—Lamentablemente, no están abiertas las inscripciones en este momento.
—Entiendo. Bueno, gracias de todos modos —dijo Sara, tratando de mantener una sonrisa. Valeria asintió y nos dio una última sonrisa antes de volver a centrarse en sus notas.
Antes de que pudiera decir algo acerca de lo que acababa de suceder, el profesor inició la clase. Era un hombre mayor, con una barba blanca y gafas redondas. Se presentó como el maestro Alden, especialista en literatura gótica y leyendas urbanas.
—Bienvenidos a Introducción a la Literatura Gótica. En esta clase exploraremos los oscuros y misteriosos relatos que han aterrorizado e intrigado a lectores durante siglos —comenzó, con su voz llena de entusiasmo—. Empezaremos con un mito local que puede interesarles: la leyenda del hombre lobo de la colina.
Mientras el maestro Alden hablaba, sentí una oleada de desinterés y frustración. No solo era mi primer día en la universidad y ya había tenido que lidiar con gente desagradable, sino que ahora tenía que soportar una clase sobre mitos y leyendas que no me provocaban absolutamente nada. Para mí, los cuentos de terror eran aburridos y predecibles, y no lograban emocionarme en lo más mínimo.Durante las próximas dos horas, me mantuve garabateando en mi cuaderno, tratando de encontrar la manera de hacer pasar el tiempo más rápido. Mis dibujos no tenían sentido, eran solo una mezcla de líneas y figuras abstractas que reflejaban mi deseo de escapar de aquella monótona lección.Ocasionalmente, miraba a Sara, que parecía estar bastante interesada en la clase. Le sonreía de vez en cuando, pero mi mente estaba en otro lugar, rezando para que esto terminara de una vez.En un momento, decidí mirar a través de la ventana. El cielo, que había estado despejado al inicio de la clase, ahora se había to
No me apetecía en lo más mínimo. ¿Por qué haría tal cosa? Ni siquiera sabía la finalidad de poner mi huella allí. Miré a Sara, buscando en su expresión alguna pista de lo que debía hacer, pero ella también parecía confundida y un poco inquieta.—¿Qué es esto exactamente? —pregunté, intentando mantener la calma en mi voz.Valeria sonrió de nuevo, pero esta vez había algo en su mirada que no me gustó.—Es solo un registro formal para la universidad —respondió con tono despreocupado—. Todos los estudiantes nuevos tienen que hacerlo.No estaba convencida. Algo en todo esto me parecía extraño y fuera de lugar.Pero antes de que pudiera decir algo, Sara puso su dedo índice en el huellero y luego plasmó la tinta en el papel. Me quedé sorprendida. ¿Para mi compañera era tan fácil hacer eso sin siquiera cuestionarse? Aunque, pensándolo bien, quizás solo quería evitarse problemas.—Tu turno —dijo Valeria, extendiéndome el huellero con una sonrisa que ahora parecía más forzada.Miré aquel objeto
En un primer momento, creí que la rubia era la cabecilla del grupo, pero al parecer me equivoqué, pues ahora veo que es Carolina quien está visiblemente lastimada.Me pregunto qué pudo haber ocurrido, pero claramente no es mi asunto. Me volví hacia Sara y, con una mezcla de desconcierto y desdén, le susurré:—¿Estos se creen de la alteza?A pesar de que ellos estaban a una distancia considerable, Valeria me miró con una expresión fulminante. Fruncí el ceño sin entender; si fue por mi comentario, en todo caso, no podrían haberme escuchado. Sin embargo, ella cambió rápidamente su expresión y optó por levantar la mano y saludarme con una sonrisa.Valeria continuó su camino, desapareciendo por uno de los pasillos principales. Me giré hacia Sara, aún confundida.—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuré, esperando que ella tuviera alguna respuesta.Sara se encogió de hombros.—No lo sé, pero no le des mucha importancia.Y así fue, porque el día se pasó en un cerrar de ojos, pero cuando estab
A la semana siguiente, decidí volver a la piscina. Pero esta vez, el lugar no estaba vacío. Un grupo de nadadores estaba entrenando y sus movimientos coordinados creaban ondas en el agua cristalina. Me acerqué al borde de la piscina, absorta en observarlos y fue allí, cuando estaba tan concentrada en el ritmo de los deportistas que no noté la presencia de alguien hasta que fue demasiado tarde.De repente, sentí un empujón fuerte y desequilibrante en la espalda, y antes de poder reaccionar, me encontré cayendo hacia adelante, sumergiéndome bruscamente en el agua fría.Con suerte, no me topé con uno de los nadadores, aunque el impacto de mi caída provocó un gran chapoteo que perturbó la práctica.La interrupción fue suficiente para llamar la atención del entrenador, un hombre corpulento con una expresión severa, quien se volvió hacia mí con el ceño fruncido y los ojos llenos de irritación.Se acercó al borde de la piscina, señalándome con un dedo acusador mientras su voz resonaba por to
El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alert
Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatill
Suspiré aliviada al verlo irse y recogí mis cosas, decidida a enfocarme en la próxima clase. Mientras caminaba por el pasillo, mi mente aún estaba ocupada con la situación absurda que había acabado de vivir. No estaba prestando mucha atención a mi entorno cuando de repente me choqué con alguien, haciendo que todos sus libros y papeles cayeran al suelo.—¡Lo siento mucho! —exclamé, agachándome rápidamente para ayudar a recoger sus cosas.Al tomar un libro y levantar la mirada, mis ojos se encontraron con los del chico al que Lucas había lastimado. Su mirada era intensa, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar de inmediato. Tenía un rostro anguloso y serio, con un aire de vulnerabilidad que contrastaba con su expresión dura.—¿Estás bien? —pregunté, intentando romper el hielo mientras le entregaba sus cosas.—Sí, gracias —respondió, tomando sus libros con una sonrisa agradecida, aunque sus ojos todavía mostraban una sombra de algo más profundo.Nos quedamos unos segund
Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, intelig