Capítulo 2. Sara

—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.

Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.

—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.

En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.

—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.

Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.

—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.

Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.

—¡Maldita! ¿Quién te crees que eres? —espetó, con su voz cargada de ira.

Por un momento, algo cambió en su expresión. Un destello marrón, sumamente extraño, pasó por sus ojos, algo que parecía más profundo que la simple rabia, pero duró solo una fracción de segundo.

Esa fugaz emoción me dejó desconcertada y sin palabras. Lo único que pude hacer fue dar un paso atrás, sintiendo un escalofrío recorrer mi columna.

La chica más baja, al parecer notando mi reacción, jaló suavemente del brazo a su compañera.

—Caro, mejor vámonos —dijo con tono apaciguador.

—Más te vale que tengas cuidado, novata —advirtió en un susurro amenazante.

Sin más, se dio la vuelta y se marchó con su amiga, dejándome con una mezcla de alivio y confusión.

La estudiante a la que estaban molestando, de la que me había olvidado momentáneamente, me miraba con una expresión de preocupación. Dio un paso hacia mí, con los ojos llenos de ansiedad.

—¿Te hicieron daño? —preguntó con voz temblorosa, aunque llena de sinceridad.

Me quedé mirándola por un momento, aún sintiéndome algo aturdida por lo que acababa de suceder. Sacudí la cabeza levemente, intentando reponerme.

—No, estoy bien —respondí, tratando de sonar más calmada de lo que me sentía.

—Siento mucho que te hayan molestado. No deberías tener que pasar por eso en tu primer día —dijo con sinceridad.

Agradecí internamente sus palabras. La sensación de no estar sola en este entorno desconocido me reconfortó un poco.

—Gracias. ¿Eres... también nueva aquí? —pregunté, intentando iniciar una conversación para cambiar el foco de atención de lo que acababa de ocurrir.

Ella asintió con una sonrisa leve.

—Sí, soy Sara. Acabo de llegar hace unos días. Y tú, ¿cuál es tu nombre?

—Soy Elena. Llegué hoy mismo, y parece que ya he tenido mi dosis de sorpresa para el día —dije con una ligera sonrisa irónica, intentando hacer la situación un poco más liviana.

Sara rio suavemente, como si entendiera exactamente lo que quería decir.

—Sí, parece que algunas personas aquí pueden ser bastante... intensas.

A medida que nos adentrábamos en el edificio, Sara y yo continuamos conversando. Descubrí que también estaba estudiando Literatura Inglesa y que había estado en la misma clase inicial que yo, aunque no la había notado entre la multitud.

—Sí, estuve allí, pero soy bastante callada —confesó Sara con una sonrisa tímida—. Supongo que eso ocasiona que pase desapercibida.

Asentí con comprensión. La personalidad tranquila de ella contrastaba con la intensidad de los otros estudiantes que habíamos encontrado afuera.

Cuando entramos al aula, elegimos unos asientos en la parte trasera, buscando un poco de tranquilidad lejos del bullicio del frente. Mientras nos acomodábamos y sacábamos nuestras cosas, noté que una chica de cabello castaño, con apariencia angelical, que estaba sentada en el pupitre de enfrente, se giraba para mirarnos. Tenía unos ojos grandes y expresivos, y su sonrisa era cálida y amigable, lo cual me hizo sentir un poco más a gusto.

—Hola —dijo con una voz suave pero clara—. Soy Valeria, quería darles la bienvenida y decirles que si necesitan algo, no duden en buscarme.

Al parecer, los rostros nuevos son bastante evidentes y es que muy poca gente es admitida en esta universidad. Está en una ciudad bastante pequeña en comparación con otras y, además, el coste económico es muy alto. Obviamente, no podía permitírmelo, así que apliqué a una beca... ¡y quedé!

—Hola, soy Elena y ella es Sara —respondí, devolviéndole la sonrisa mientras me sentía agradecida por su amabilidad.

—Encantada de conocerlas —continuó ella, extendiéndonos unos volantes que tenía en la mano—. Quería invitarlas a unirse a uno de los clubs universitarios.

Valeria desplegó los volantes y comenzó a enumerar algunas opciones.

—Tenemos un grupo de literatura que se reúne cada jueves para discutir sobre diferentes géneros y autores. También hay un taller de fotografía, ideal si les gusta capturar momentos especiales. El teatro también es muy activo, siempre están preparando alguna obra interesante. Ah, y no olviden el grupo de senderismo, perfecto si les gusta la naturaleza y explorar los alrededores.

Sara se quedó dubitativa, mirando los volantes que la chica sostenía.

—¿No hay más? —preguntó, con cierta curiosidad.

—No, esos son los principales —dijo Valeria, negando con la cabeza.

Sara señaló los otros folletos que la castaña tenía en la otra mano.

—Creí ver que esos eran sobre deportes. Podrían interesarme.

Con una acción que me pareció extraña, Valeria bajó los volantes a su regazo, haciendo una mueca, como si quisiera ocultarlos.

—Esos son únicamente para estudiantes de alto rendimiento.

Pero Sara se animó.

—Oh, yo practico baloncesto desde pequeña.

Valeria, apenada, pero con un toque de frustración, respondió:

—Lamentablemente, no están abiertas las inscripciones en este momento.

—Entiendo. Bueno, gracias de todos modos —dijo Sara, tratando de mantener una sonrisa. Valeria asintió y nos dio una última sonrisa antes de volver a centrarse en sus notas.

Antes de que pudiera decir algo acerca de lo que acababa de suceder, el profesor inició la clase. Era un hombre mayor, con una barba blanca y gafas redondas. Se presentó como el maestro Alden, especialista en literatura gótica y leyendas urbanas.

—Bienvenidos a Introducción a la Literatura Gótica. En esta clase exploraremos los oscuros y misteriosos relatos que han aterrorizado e intrigado a lectores durante siglos —comenzó, con su voz llena de entusiasmo—. Empezaremos con un mito local que puede interesarles: la leyenda del hombre lobo de la colina.

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