GAELEl aire en la habitación pesa.Estoy de pie frente a la ventana, observando las sombras de los hombres que patrullan la propiedad. Desde el ataque, nadie ha dormido bien. Ni siquiera yo.La seguridad se ha triplicado, las cámaras están activas las veinticuatro horas del día y Lorenzo ha distribuido armas estratégicamente en toda la casa. Pero algo me sigue carcomiendo por dentro.El ataque no fue orquestado por Octavio del Bosque.Al menos, no directamente.—¿Quién más podría estar detrás? —pregunta Lorenzo desde el umbral de la puerta. Su tono es serio, calculador.Cruzo los brazos, sintiendo la te
GAELEl crujido de los huesos al romperse siempre ha tenido un sonido peculiar, como un chasquido seco seguido de un gemido ahogado. En este caso, es el brazo del hombre que tengo frente a mí el que se dobla en un ángulo antinatural. No grita. Le doy crédito por eso. Se limita a jadear y apretar los dientes con fuerza, los nudillos blancos por la tensión.—No me hagas perder más el tiempo, Ramiro —digo con calma, sacudiéndome el polvo inexistente de las manos. Estoy de pie frente a él, con las botas bien firmes sobre el suelo de concreto del almacén. Detrás de mí, mis hombres esperan en silencio. Saben que cuando estoy en este estado, lo mejor es no interrumpir.Ramiro me mira con ojos desesperados, las pupilas dilatadas por el dolor. La lámpara colgante sobre nosotros proyecta sombras irregulares en su rostro sudoroso.—Gael, te lo juro… no tenía opción.Entorno los ojos. Me inclino hacia él, acercando mi rostro al suyo.—Siempre hay opción. Y tú elegiste la peor.Su traición fue una
ISABELLADesde que tengo memoria, mi vida ha sido perfecta. O al menos, así es como se supone que debo verla.Nací en una cuna de oro, en el seno de una familia influyente. Mi padre, Octavio del Bosque, es un hombre poderoso, respetado y temido en los círculos más altos de la sociedad. Crecí rodeada de lujos, con todo lo que cualquier persona podría desear: ropa de diseñador, viajes exóticos, fiestas exclusivas, acceso a los mejores restaurantes, los eventos más importantes, los contactos más valiosos.Pero también crecí con restricciones.Mi vida ha estado llena de normas no escritas, de límites disfrazados de protección, de una vigilancia constante que me hace sentir como un ave enjaulada. La jaula es de oro, sí, pero sigue siendo una jaula.Mi padre nunca me ha dicho exactamente a qué se dedica, pero sé que no es un simple empresario, como él finge ser. Hay demasiados secretos, demasiados silencios en nuestra casa. Mi madre murió cuando yo era una niña, y él nunca habla de ella. Cr
GAELEl silencio en la habitación es denso, cargado de un tipo de oscuridad que no necesita palabras para sentirse.Desde mi posición, observo cómo su cuerpo comienza a reaccionar. La respiración entrecortada, el leve temblor en sus pestañas, el movimiento involuntario de sus dedos. Su mente está regresando de ese letargo forzado, despertando en un lugar que no reconoce, en un mundo donde ya no tiene el control.La espera es entretenida.Me mantengo apoyado contra la pared, los brazos cruzados sobre el pecho, la mirada fija en ella. He presenciado esta escena cientos de veces, en diferentes circunstancias, con diferentes personas. Pero ella…Ella es diferente.No por quién es.Sino por lo que significa.Cuando sus ojos finalmente se abren, el desconcierto es inmediato. Se notan vidriosos, confusos, tratando de adaptarse a la escasa luz que ilumina la habitación.Parpadea varias veces.Toma una respiración profunda.Entonces, el miedo la golpea.Puedo verlo en su cuerpo cuando se tensa
ISABELLAEl aire está helado. O tal vez solo soy yo.El miedo persiste, reptando bajo mi piel como una serpiente venenosa. Lo siento en la rigidez de mis músculos, en la forma en que mi pecho sube y baja con respiraciones forzadas.Pero no voy a dejar que me controle.No voy a derrumbarme.Apreté los dientes, obligándome a inhalar profundamente.No sé cuántas horas han pasado desde que ese desgraciado cerró la puerta tras de sí. El silencio es absoluto. Ni un solo sonido del exterior. Solo mi propia respiración, el eco de mis pensamientos y el dolor punzante en mis muñecas por las ataduras.Gael Montenegro.Un nombre que nunca había oído, pero que ya está grabado en mi mente. Su odio por mi padre era evidente, algo visceral. Lo vi en sus ojos, en su sonrisa burlona, en la manera en que me miró como si fuera una pieza insignificante en su retorcido juego.¿Pero por qué me odia tanto? ¿Qué hizo mi padre para que este hombre me viera como una simple herramienta para vengarse?La respuest
GAELEl miedo es un lenguaje universal.Lo he visto en los ojos de hombres rudos cuando la muerte les respira en la nuca. Lo he escuchado en la respiración entrecortada de quienes intentan negociar su vida conmigo.Y lo he sentido en el aire de cada maldito lugar donde pongo un pie.Es mi marca.Pero ella…Ella no.Isabela del Bosque debería estar llorando, acurrucada en un rincón, con la piel helada por el terror.En cambio, me desafía.Y eso no me gusta un carajo.Mis pasos retumban en el concreto de la bodega. Rodrigo, mi mano derecha, se me acerca con el ceño fruncido.—La seguridad está cubierta —informa—. Nadie entra ni sale sin que lo sepamos.Asiento, sin detenerme.—Si es un problema, mátala —insiste.Lo fulmino con la mirada.—No hasta que termine con ella.Rodrigo exhala con frustración.—Sé que esto es personal para ti, pero… ¿hasta qué punto?No respondo. Porque ni yo mismo tengo la respuesta.Sigo caminando.Cuando entro en la habitación, Isabela está sentada en la cama,
ISABELLAEl frío del suelo me cala hasta los huesos.No tengo idea de cuánto tiempo llevo aquí. Sin ventanas, sin reloj, sin nada que me permita medir el paso de las horas.Intento concentrarme en mi respiración, en el leve movimiento de mi pecho al inhalar y exhalar.No puedo perder la cabeza.No se lo voy a permitir.Desde que desperté en este maldito lugar, he estado luchando contra el miedo. Al principio, me sofocaba. Sentía sus garras invisibles cerrándose sobre mi garganta, recordándome que estaba sola, que estaba atrapada.Pero el miedo es un lujo que no me puedo permitir.He crecido rodeada de poder, de gente que cree que puede controlar todo con un chasquido de dedos. Mi padre incluido.Y si hay algo que aprendí en ese mundo, es que el miedo es un arma de doble filo.Si te dejas consumir por él, estás jodida.Así que lo entierro.Lo convierto en rabia, en desafío.La cerradura de la puerta suena, y automáticamente me pongo en guardia.La puerta se abre con calma, sin prisas,
GAELEl mensaje llega poco antes del amanecer.Estoy sentado en el sillón de mi oficina, con un vaso de whisky en la mano, cuando la notificación parpadea en la pantalla de mi teléfono.Lo desbloqueo y leo las palabras de mi informante.Octavio del Bosque se mueve con desesperación.Sonrío para mis adentros. Era cuestión de tiempo.Ajusto el agarre del vaso y dejo que el hielo tintinee contra el cristal mientras releo el mensaje.El golpe fue certero. Le arrebaté lo más valioso que tiene y ahora está perdiendo la cabeza.Justo como lo planeé.Pero la desesperación de un hombre como Octavio del Bosque no es algo que deba tomarse a la ligera. Un animal herido es peligroso.Me llevo el vaso a los labios y bebo un sorbo, dejando que el licor queme en mi garganta.Isabela ya no me ve como el monstruo sin razones que pensaba.Anoche, cuando la dejé sola en la habitación, lo vi en su expresión. Empieza a entender.Sabe que su padre no es inocente en esta guerra. Sabe que hay algo más.No es