LII El impuntual

Alfonso seguía mirando a Úrsula con expresión sombría. Los celos eran algo espantoso, capaces de enloquecer a los más cuerdos y acabar con una relación. Sin embargo, en pequeña medida, podían resultar embriagadores.

Ella estaba perdida entre la confusión y la embriaguez.

—Vamos, ¡contesta! —exigió Alfonso, con firmeza.

Úrsula tragó saliva, tenía el pulso acelerado. No se le ocurría qué inventar.

—No es lo que parece, Alfonso, yo puedo explicártelo.

—Ábrelo. Quiero ver qué regalos te da ese imbécil.

—No... Yo llamaré más tarde a Mad para devolvérselo.

La mandíbula apretada de Alfonso le daba un toque de rudeza que le quedaba bastante bien, era... viril. Ella quería trazar toda su contorno con la lengua. Quiso tocarle el pecho, sentir esa agitación que lo hacía elevarse con violencia, él le apartó las manos.

—¡Ábrelo!

Úrsula fue hasta la caja, seguida de cerca por Alfonso. Deslizó la cinta lentamente, en un vano intento por ganar tiempo. Una excusa para salir del paso, sólo eso neces
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