Alfonso seguía mirando a Úrsula con expresión sombría. Los celos eran algo espantoso, capaces de enloquecer a los más cuerdos y acabar con una relación. Sin embargo, en pequeña medida, podían resultar embriagadores. Ella estaba perdida entre la confusión y la embriaguez.—Vamos, ¡contesta! —exigió Alfonso, con firmeza.Úrsula tragó saliva, tenía el pulso acelerado. No se le ocurría qué inventar. —No es lo que parece, Alfonso, yo puedo explicártelo.—Ábrelo. Quiero ver qué regalos te da ese imbécil. —No... Yo llamaré más tarde a Mad para devolvérselo.La mandíbula apretada de Alfonso le daba un toque de rudeza que le quedaba bastante bien, era... viril. Ella quería trazar toda su contorno con la lengua. Quiso tocarle el pecho, sentir esa agitación que lo hacía elevarse con violencia, él le apartó las manos.—¡Ábrelo!Úrsula fue hasta la caja, seguida de cerca por Alfonso. Deslizó la cinta lentamente, en un vano intento por ganar tiempo. Una excusa para salir del paso, sólo eso neces
—¡¿Por qué debo tener una niñera?! ¡No soy un niño!—Es por el bien de todos, Pedro. No quiero que pase algo parecido a lo que ocurrió la última vez que te quedaste sin supervisión. Pese a los berrinches de su hermano, la señora Jacinta llegó para cuidarlo y evitar que volviera a quemar la casa. Alfonso pasó por ella a la hora acordada y juntos partieron a la casa de la suegra.Como era de esperarse para una cena familiar, el atuendo de Úrsula rebosaba sobriedad, un vestido elegante, amarillo mostaza y a la medida. Sin mangas y con un escote tipo barco, ajustado en los hombros, que dejaba al descubierto sus clavículas, lucía encantadora. Siendo conservador, se veía perfecta para presentársela a una madre también conservadora y dejarla satisfecha, eso pensaba Alfonso. Úrsula sabía que nada borraría de la mente de la mujer la primera imagen que tenía de ella, en el sillón de la oficina y con su hijo entre las piernas, pero se esforzaría.—¿Estás nerviosa?—No.—Mi madre puede ser agot
Una familia que llevaba tanto tiempo distanciada tenía mucho de lo que ponerse al día: trabajo, amistades, eventos sociales, anécdotas, chismes. Ellos no paraban de hablar.Y nada oía Úrsula. Perdida en sus cavilaciones, no le quitaba la vista de encima a Bill, su misterioso jefe que, de un momento a otro, se había vuelto mucho más misterioso. No podía creer que él estuviera allí, frente a ella, que conociera a Alfonso, el objetivo de todas sus intrigas... que fuera su cuñado.¿La hermana sabría algo? ¿Sería parte de toda la oscura trama de espionaje corporativo?Sintió náuseas de solo pensarlo. —Así que eres la asistente de Alfonso. ¿Qué tal es mi cuñadito como jefe? —le preguntó Bill.Úrsula no se lo creía. ¿Qué pretendía el patán al preguntarle eso? Enloquecerla, eso quería. Boicoterla. Acabar con aus nervios. Todos en el salón la miraron, esperando su respuesta. —No tienes que responder, no estás aquí como mi asistente —le dijo Alfonso.¡Su héroe!—Preveo un futuro conflicto de
"En cuanto te desocupes ven a mi oficina", le había dicho Alfonso.Úrsula respondió correos, agendó reuniones, imprimió documentos y fue con su jefe.No había recibido ninguna llamada o mensaje de Bill y ella tampoco lo había contactado. No quería ni pensar en él.—Ya está listo —dijo Alfonso. Frente a él estaba la caja del nuevo Deluxe S33 pocket—. Es para ti.—Pero ya me diste un teléfono.—Que no te gusta para nada. Este es perfecto para ti. De hecho, está fabricado para ti. Míralo.Ella llevó una silla y fue junto a él. Sacó el aparato de su caja y lo inspeccionó. La cubierta trasera era igual a la t4pa de los PC Stars.—¿Serán de la misma línea?—No. Éste hice que lo personalizaran para ti. Los bordes tienen unas muescas, para facilitar el agarre, así no se te caerá. Era un aparato bellísimo, único.—¿Estos teléfonos los hacen aquí?—Nuestra fábrica está en el barrio industrial, al norte de la ciudad. Aquí se ensamblan los prototipos, en el piso menos dos.El lugar debía estar ll
La ferocidad en su mirada le cortaba el aliento. Creyó que podría escaparse, pero habían enviado por él a la peor de las bestias.Y la bestia de Abdali no lo dejaría ir así como así. Lo enviaría al fondo de un lago o al despeñadero, no había más opciones tratándose de un monstruo como él. Un puñetazo demoledor le hizo crujir los huesos del rostro, una patada en el vientre le partió algunas costillas, otro puñetazo casi lo mandó al infierno. Estuvo seguro de que escupió algunos dientes. La bestia lo alzó de la ropa con su fuerza sobrehumana y le rugió frente al rostro, mirándolo con sus ojos refulgentes. Los rumores sobre él se quedaban cortos. ¡Era el demonio! ¡Era la muerte encarnada!—¿Ya te convencí de hablar? —preguntó la bestia, con su voz que era como un trueno.—¡Pero si no me has preguntado nada! ¡Pregúntame, por el amor de Dios, pregúntame! ¡Yo te lo diré todo!La sonrisa de la bestia dejó al descubierto sus dientes afilados justo cuando una canción de pop empezó a sonar en
En la vida había momentos tensos y luego estaba la reunión que Bill y Úrsula tendrían luego de la cena familiar en casa de la suegra. Él habló primero, allanando el camino con esa sonrisa burlona que era su marca personal y, tal vez algún día, la causa de su homicidio a manos de alguien con menos paciencia que Úrsula. —¿Quién diría que podríamos acabar siendo familia? JAJAJAJAJA.A Úrsula no le hizo ni pizca de gracia. Su ceño se frunció.—¿Cuál es tu objetivo, Bill? Me lo he estado preguntando desde ese día. No es sólo descubrir los secretos de Kamus, es algo más, ¿verdad? ¿Qué quieres de él? —¿Qué más podría querer de mi cuñadito? Es mi familia y lo estimo mucho. Jajajajajaja.Su cinismo era inaguantable, Úrsula hizo acopio de toda su fortaleza mental para no partirle la cara con el pisapapeles. —¿Qué pasará cuando tu esposa descubra lo que le estás haciendo a su hermano?—¿Hacerle qué? No hay pruebas de nada en mi contra. Supongo que no estarás pensando en traicionarme, Unavi.
—¡No hay ninguna denuncia de robo de auto hecha por tu hermano! ¡Ninguna!Apenas se incorporó Úrsula en la cama empezaron los gritos de Alfonso. No eran ni siquiera las seis de la mañana. —Tal vez se tardan en procesarlas —dijo ella, tallándose los ojos.—¿Hablas en serio? ¡Hasta cuándo lo justificas! No puedo creerlo. Te miente en la cara y ni siquiera te importa. Eres muy lista, pero tratándose de él, te embruteces.—No me insultes. Yo me encargaré de hablar con él —dio un largo bostezo.—Levántate, iremos los dos.—No, Al.—A mí no podrá enredarme con mentiras como hace contigo. —Ya te dije que es mi asunto. Yo no interferiría en temas de tu hermana o tu horrible cuñado.—¿No te agrada Bill?—No me gusta su sonrisa.Alfonso se sentó en la cama. Apenas empezaba el día y ya se sentía cansado.—No quiero entrometerme, pero me preocupa que tu hermano pueda estar metido en algo turbio —le acunó el rostro entre las manos—. Me aterra pensar que pueda hacer algo que te ponga en peligro.
Los promiscuos hábitos de Martín, del todo reprobables para personas decentes, tenían sus ventajas. Conocía muchas mujeres, de todos los tipos y todas partes. Y, contrario a lo que podría pensarse, ellas lo tenían en muy alta estima."Soy un muy buen amante", habría dicho él si le preguntaban por la razón. Fuera cual fuese el motivo, sus "amigas" podían serle de mucha utilidad. Él tenía ojos y oídos en todas partes, incluso en Xiamsung, así había conseguido los antecedentes necesarios para afirmar que tenían un espía infiltrado en la empresa, alguien que le estaba haciendo llegar información privilegiada a la competencia: el diseño de los PC otoñales, el acuerdo con Sandex, el nuevo modelo de tablet, la idea de los asistentes virtuales y quién sabía qué más. Había que actuar ya. —Le pedí a la IA que hiciera imágenes de animalitos. Son muy buenas, parecen reales. Mira este gatito con corbata. Es un gatito empresario, como tú.Alfonso no prestó mucha atención a lo que Daniela le mostr