Capítulo 2:

Caperucita Atrapada y Confundida

Lucrecia

El roce de sus dedos entrelazando con los míos electrifica el momento. El calor emanado por su cuerpo al pegarse al mio envía una sensación extraña por mi torrente sanguíneo, quiero quitármelo de encima pero es como si también disfrutara de esta cercanía.

¿Me quedo quieta? Puede ser.

¿Lo golpeo? Joder, por supuesto.

¿Corro? ¡Claro que debo correr, carajo! Pero tengo las piernas plantadas en el suelo, mi cerebro envía las órdenes más mis extremidades no reaccionan a las peticiones de huída.

—Creo que te sorprendí —ríe. Su voz es pausada, ronca y sedosa cómo lo he recordado las veces que hemos tenido interacción—. Sabía que debía tener tacto con nuestro primer encuentro —se aleja un poco de mí.

«¡Es él, es él! El demonio griego, mi cazador», repite mi subconsciente.

Por supuesto es él, aunque esa voz la asocio con otro nombre. «Klauss», es lo que llega a mi mente y muchas sensaciones más. Debo estar equivocada, esto tiene que ser una broma de Adolf, suele ser muy chistosito, Lorenzo también o incluso el propio Elliot, se cargan un humor negro de los mil demonios.

—Debo estar equivocada —sacudo la cabeza alejando el pensamiento, más para convencerme a mí que a él.

—Eres muy dulce, Lucrecia —murmura muy bajo, un pequeño brillo ilumina parcial o poco el lugar— ¿Lo sabías? —el olor a cigarrillo comienza a envolvernos de un momento a otro.

Abro la boca para responderle, sin embargo, los gritos de mis guardias incluyendo los de Julia y Elliot impiden tal acción, llamando mi atención al pronunciar mi nombre frenéticamente. Vuelvo mi vista —temblorosa de descubrir la realidad— hacia el árbol pero él ya no está, se fue y no me di cuando sucedió.

«¿A donde se habrá ido?», frunzo el ceño dándole la vuelta al árbol pero no hay nada, se esfumó.

Caigo en cuenta de algo: han penetrado el anillo de seguridad, se han burlado de nosotros de frente y por tantos años. Todo este tiempo me han mantenido oculta para evitar, supuestamente, esto y resulta que él supo mezclarse con todos los guardias de la familia. «¿Como no se me ocurrió desde un principio?, ¡Por Dios!»

He sido tan ilusa al subestimarlos, pensando que ya no era su presa, creyendo que podía mínimamente librarme del yugo auto impuesto, dejar de ser el objeto apostado en un estúpido juego y estar marcada por la mafia griega. Hoy la realidad vuelve a caerme encima como balde de agua helada. La guerra es inminente, la lucha de poder aún está ahí solo he sido apartada para no ver los acontecimientos reales, él llegó para mover su ficha comprada por su padre, la ficha que soy yo.

—Sacame de aquí, Lorenzo —pronuncio al verlos llegar en manada.

—¿Estás bien? —Julia se acerca a mí pero la esquivo pasando por su lado.

—Han penetrado mi guardia —le dirijo una mirada gélida. Pobre no tiene culpa de esto pero la rabia y vergüenza me está consumiendo en este momento— ¿Cómo más puedo estar? —respondo, entrando de nuevo al palacio para largarme de aquí definitivamente.

Abordamos el auto sin cruzar palabra otra vez. Todo el camino de regreso a la casa fue de un silencio sepulcral, el cual agradezco porque debo poner en orden todo lo que tengo en la cabeza y tratar de calmar los nervios combinados con la rabia. Al llegar exijo total discreción del asunto hasta poder hablar con mi familia y tener conocimiento del siguiente movimiento. De lo que estoy segura es el fin de este teatro de años, ya basta de ser la chica en apuros, la cenicienta de la mafia escondida por miedo a enfrentar la verdad.

Aunque esto ha sido un encarcelamiento para mí no me ha detenido de adquirir conocimientos, estudios, aprendizaje de combate cuerpo a cuerpo, sobre armamento, estrategias, pedagogía, idiomas. Soy francotiradora, luchadora de artes marciales mixtas —no solo las legales, también las usadas en los clanes de la mafia— y empresaria además de ser la heredera del imperio Vecchio. Soy la sádica asesina la cual estuvo preparando Aurelio desde pequeña.

La sociedad hace creer a las personas que los hombres son los únicos con poder de contener en su interior a una bestia asesina, capaz de lograr todo usando fuerza bruta o siendo los únicos para ser los estrategas audaces pero la realidad es que en nosotras habita la fuerza de doblegarlos a ellos, quemar al mundo solas, alcanzar la cima contra todo pronóstico y albergar al peor animal haciéndonos capaces de pasar por encima de quién sea, de quién nos hace daño. Porque son muy buenos golpeando al león una y otra vez hasta que este saca las garras para devolver el golpe y luego se quejan por el resultado.

Así me siento.

Así me he sentido todo este tiempo.

Soy una bestia enjaulada con las malditas ganas de arrancarle la cabeza a los Santorini y reinar con toda la libertad que me corresponde, la cual ellos me arrebataron por su obsesión de poseer lo que es prohibido y mi propia padre por ser un adicto de hincharse de ego.

—Él vino por mí —suelto sin esperar el saludo de su parte— ¡Ha estado en mi m*****a guardia todo este tiempo! —grito llena de ira.

—Eso es imposible —asegura rompiendo el silencio después de unos segundos.

—¿Imposible? —respondo sarcástica— ¡No puedes ser tan iluso Marcos, por Dios! Sabes perfectamente quienes son ellos y la capacidad que tienen para alcanzar sus objetivos —respiro profundo tratando de apaciguar la rabia—. Han sido socios, amigos y enemigos por años, conoces las sucias jugarretas de Aristóteles.

—Conozco a Eros, inspeccioné a cada uno de los seleccionados —hace una pausa abrupta—, excepto a... ¡Es un hijo de perra! —estalla al otro lado de la línea

—Por fin te das cuenta de tus errores —le digo—. Ya este absurdo exilio llegó a su fin, nada hago con mantenerme oculta si él siempre ha estado dentro de mi guardia —«y mis piernas también», recuerdo—. Nada me hará cambiar de opinión, es hora de cada quien ocupar su rol en este estúpido juego y hacerle frente a la realidad —le digo—. Mañana estaré en Sicilia, prepara todo para mi llegada —zanjo la conversación y cuelgo.

Paso toda la madrugada en vela, analizando las ventajas y desventajas que poseo en ésta posición. Ellos tienen la ventaja por mucho al tenerme vigilada todo esto tiempo, debo descubrir cuales son sus siguientes pasos y mantenerme atenta con respecto a estos hombres y el resto de los clanes. De ahora en adelante deberé estar a la par o por delante de todos, porque seré la jefa suprema del Triángulo. Ésta clase de errores garrafales no van a suceder mientras yo sea la que gobierne el imperio Vecchio.

Nadie se atreve a asomar la cara el resto de la noche y parte de la mañana exceptuando a Isobel, ella entró en silencio a dejar la cena, volvió para llevársela haciendo mala cara porque no toqué nada de la comida y regresó esta mañana trayendo el desayuno y de la misma forma se fue a seguir en los quehaceres.

Subo a darme una ducha, cambiarme de ropa y recoger algunas cosas. Vacío y empaco los documentos importantes, dinero y joyas. Aviso a la guardia cual será el traslado para evitar levantar tanta sospecha, ridículo porque me tienen medida pero la paranoia es tremenda. Dejo todo listo para que el servicio nuevo se establezca en la mansión, al llegar, dejé en claro todas las instrucciones sobre el cuido y se instalaron perfectamente.

El antiguo servicio había sido trasladado por partes en vuelos comerciales para su regreso a Italia, al final solo quedamos mi anillo de seguridad, Isobel y yo. Los objetos de valor, documentos e inmuebles fueron llevados en un avión de carga. Nosotros nos enfilamos al aeropuerto donde el capitán nos espera con todos los permisos listos para volar. El viaje pasa en un abrir y cerrar de ojos o quizá son los nervios de volver después de diez años. Cuando avisan la llegada a la tierra que me vió nacer, el temblor casi me hace convulsionar y pisar la mansión Vecchio me hizo perder la razón por unos segundos. «Respira profundo, Lucrecia» pido para mi misma aferrándome a la barandilla de la escalera del jet. Al pie de ésta está mi familia, paso la vista por todos y sonrío al ver mis dos razones importantes de ser.

—¡Lucrecia! —mamá se lanza a mis brazos en cuanto piso el suelo. Dejo que envuelva sus brazos a mi alrededor, llenándome de su olor característico, «repugnante». ¿La extrañé? No, es tan hipócrita como un político.

Sin sutileza alguna quito sus manos de mi cuerpo y la alejo en un empujón, al cual ella reacciona ofendiéndose e iniciando un palabrerío. Me importa una m****a, quiero abrazar a mis hermanas.

—Lu —salta Ariana a plantarme besos, los que recibo con gusto, al igual que los de Verónica.

Verlas a ellas es sentir paz, tranquilidad y seguridad. Tres estados que no tengo ahora ni los tendré hasta saber qué es lo que quiere Eros de mí. Porque una cosa es su padre y otra es él.

Papá me dedica un asentimiento, suficiente para saber que está absorto en sus asuntos y preocupado por el resultado de todo esto. Agradezco el no haberle mencionado en absoluto a mamá y mis hermanas la razón por la cual he regresado a Sicilia. Hay mucho de que hablar y saber para donde vamos a direccionar este barco.

Subí a la SUV negra con vidrios polarizados junto a mis hermanas, no se me despegan ni un poco, tampoco quiero que lo hagan. Me impresiona cuanto han crecido, ya son todas unas adultas. Una punzada cruza mi pecho porque me he perdido tantas cosas de mi familia al estar confinada entre las fuerzas de las Triadas Francesas y la mafia Siciliana. Esto apesta. Jamás pedí ser la líder del bajo mundo, nunca pensé ocupar un puesto tan frío, perturbador y con demasiado peso. Sin embargo prefiero ser yo a que alguna de mis hermanas ocupe este lugar y deban sufrir como lo he hecho yo.

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