Capítulo 17:

Fiestas, tragos y tentaciones ...

Lucrecia

Por más que perseguí a Eros todos estos días, él se rehúsa a verme la cara. Me planté delante de él, asesiné a la mitad de su guardia para hacerme notar pero fue estúpido de mi parte, se enfureció a un nivel superior y Aristóteles fue quien me dió la cara para decir:

—Déjalo en paz un tiempo

Ahora...¿Quién me comprenderá?

Desde mi regreso a Italia él ha estado plantado a mi lado, trabajando juntos, poniendo en cintura a los clanes rebeldes, luchando contra los mínimos ataques de la CCFE y cobrando la vida de cualquiera que nos quiera truncar los negocios. Ha sido paciente, no me toca si no se lo permito. Hemos tenido un roce diferente planeando días normales, citas ocasionales, comidas en su casa o la mí, yendo a la playa o un bar por la noche, cosas poco creíbles en la que se puedan hacer dentro de la mafia en tiempos de guerra. Soy participe de su buena compañía y la lealtad que me ha jurado
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