Capítulo 3:

Juguemos en el bosque mientras el lobo no está...pero el lobo soy yo

Eros

Caminé a través del bosque denso de regreso al auto, está escondido en una zona poco visible para el resto cortesía de los reyes franceses; el cigarrillo vacila en mis labios calmando a su vez las ganas inmensas de haberla poseído ahí al pie de la laguna bajo este cielo estrellado.

Río para mis adentros al recordar la rigidez de su cuerpo, el temblor de sus manos y la incredulidad en sus palabras. Ese miedo de verme a los ojos, el darse cuenta de que siempre he estado ahí alrededor de ella, acechándola, conteniendo las ganas de tomar lo que me pertenece y largarme de París.

Memorizar todas las veces que tuve la oportunidad de matarla o follarla, besarla o desangrarla. Volver a hacerla mía o arrebatarle la vida de una vez por todas. Me he imaginado tantas cosas con ella que se convirtió en mi sueño lujurioso, el suficiente como para crear una metamorfosis en mis sentimientos hacia ella.

Para mí, este juego no se trata de un premio ganado a fuerza entre nuestros padres en aquella mesa de póker. Es que ella es la fuerza que necesito, la mujer que batalla día y noche por no caer ante nadie. Es el hecho de verla pelear hasta casi matarse una y otra vez en esas batallas callejeras, asesinar a sangre fría para mejorar su tiro, follar como una ninfómana y mantener la mente abierta en todo los planos posibles, estudiar y formarse como una mujer independiente e inteligente, todo eso es lo que hizo quedarme aquí a esperar el día exacto para acabar con la farsa y luchar por ella.

Ella destila sensualidad, belleza, lujuria, peligro...

Sueño con sus ojos azules observándome mientras la follo. Esos labios rojizos siendo mordidos en cada beso que nos damos. Aquella piel de porcelana marcada con cada azote. El cabello largo y rubio esparcido en la almohada a mi lado. Esa irreverencia tan característica de su personalidad, la fuerza, la determinación, tanta tenacidad y salvajismo. Representa tanto que llega a ser abrumador si no sabes cómo control el tornado que es ella. En resumidas cuentas es la dueña de mis pensamientos pecaminosos.

Pero también es la protagonista de la dura pelea a la que deberemos enfrentarnos. Sí, es la que puede acabar con el imperio Santorini, en base a la apuesta entre nuestros padres, a su odio por nosotros o al amor si llegase a sucumbir como yo en este desastre de emociones. He visto en su mirada el rencor y asco a la vida que fue sometida, razón suficiente para buscar venganza de todos los involucrados en la teatro montado.

Mi deber es asesinarla, usarla, maltratarla, burlarme de su poder haciéndola mía de la manera que sea, a la fuerza o por su propio consentimiento, jugar con su mente, quebrar su coraza. Convertirnos en el gato y el ratón, el cazador y la presa porque así está estipulado en las leyes del juego de azar más popular de la mafia pero ¿quien es el cazador y quién la presa? Porque tampoco puedo ser hipócrita conmigo mismo, entendí estar jodido cuando esa mujer no se me salía de la cabeza después de verla en persona y tener contacto con ella cuando fui su guardia.

Ella es un ángel caído.

Ella es la belleza pecaminosa hecha persona.

Ella es la divinidad forjada en el mismísimo infierno.

Ella es el diablo con todo el poder de quemar al jodido mundo.

Y aquí estoy yo, queriendo quemarme en ese infierno, porque soy tan demonio como ella. Peligroso y sigiloso. Subestiman mis alcances y las ganas de obtener lo que quiero, simplemente ahora deseo otras cosas de esta cacería y no precisamente para cumplir los caprichos de mi padre, sino para satisfacerme a mí.

A lo lejos veo a Marlon apoyado a la camioneta, con una mano metida dentro de los bolsillos del abrigo y en la otra lleva un cigarrillo, veo a ambos lados antes de posar la vista sobre mí, sonríe a medio lado como de costumbre cuando nota la expresión de mi rostro.

—Por su inusual alegría debo entender que está satisfecho, ¿no? —abre la puerta de la camioneta

—Lo suficiente, solo por hoy...—le doy la última calada al cigarrillo y lanzo el resto al suelo para apagarlo. Palmeo la espalda de mi hombre antes de subir a la camión—. Esto solo está comenzando hombre, va arder el mundo con ella suelta y abusando del libre alberdrío —salimos del palacio sin levantar sospecha alguna.

La belleza y sensualidad de Lucrecia no se mide, tampoco se puede subestimar la fuerza con la que va a explotar esta bomba y hay que tomar asiento lo suficientemente lejos pero atentos para ver el maravilloso acto de esos colores intensos destellando de la furia emanada por ella. No puedo negar la atracción por esa mujer, cada vez que la veo está más hermosa, deliciosa, apetecible, follable...

Esta noche augura ser la representante de mis sueños húmedos, imaginando como la despojo de ese exquisito vestido blanco, dejando a la vista la pie cremosas de sus pechos, el abdomen plano y las curvas de sus caderas, en como mis dientes y labios dejan rojo cada centímetro de su anatomía al llenarla de besos, mordidas, chupetones. El sentir la calidez emanando de ella, irradiando sensualidad al entregarse a mí como lo ha hecho antes, rodeados de ese peligro latente, el odio profundo en nuestro corazones pero dejándonos llevar por la lascivia de nuestros pecadores sentimientos.

Por inercia saboreo mis labios, mordiendo el inferior y sonriendo estúpidamente. «Esa mujer me está volviendo loco». Los recuerdos siguiendo viniendo a mí encendiendo mi piel y otras cosas, así que para calmar un poco las hormonas libidinosas decido hacer la llamada, quería darle largas y posponerla hasta sentirme cómodo, estoy mintiendo con descaro pero realmente hago las cosas como pienso están bien, dejándome llevar por la corazonada y quizá, solo quizá, por mi deseo intenso.

Me pego al teléfono, elevando una plegaria a Dios para no obtener respuesta del receptor, no sucede pues basta dos timbrazos para escuchar la respiración que está del otro lado de la línea:

—¿Y bien? —trata de sonar fastidiado pero está más que impaciente por saber lo ocurrido.

—Ya estás listo, solo falta cavar nuestra tumba y esperar el tiro en la cabeza —digo con sarcasmo

—El tiro lo va a recibir ella y su familia cuando demos nuestro ataque —celebra al otro lado de la línea—. Vamos al siguiente paso, destruirla. Ya sabes, muéstrate enamorado de ella, cuando tengas todo en tu poder, asesinala —murmura excitado.

—No. Me. Jodas. —cuelgo.

Él no arruinará la alegría que me posee en este momento con sus peticiones absurdas. «No haré lo que él quiere, soy un hombre con sus propias decisiones», debo recordarme esa m****a todo el tiempo para no dejarme envolver por su estupidez de querer adueñarse del Triangulo.

El crío al que manejaba a su antojo, creció. El hijo marioneta e iluso, murió hace años gracias a sus mentiras, hipocresía y dureza. Además mi objetivo con ella hace mucho cambió de rumbo y ya lo he dejado claro o por lo menos para mí si lo está.

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