Capítulo 4:

El diablo va en busca de su demonio

Lucrecia

Me establecí en su totalidad en la villa Vecchio hace tres días. Fueron días largos y extenuantes, sin contar todo lo que jode Fiorella, me tiene harta. Se cambió todo el personal de seguridad —exceptuando los que tienen años en la familia y el Triángulo— y se realizó los traspasos correspondientes para ser la apoderada totalitaria de los negocios. También se habló algo sobre la coronación aunque esto deberá esperar, está muy reciente mi llegada y quiero enfocar mi mente en lo que ahora importa.

Papá no estuvo de acuerdo cómo era de esperarse pues aunque es el responsable de toda ésta situación él se cree el superman de los Vecchio y arriesgaría su vida hasta el fin con tal de mantenerme a salvo, a mamá —aunque no debería— y a mis hermanas. Lamentablemente esto ya no es decisión suya, es un  problema puesto en mis hombros y soy quien debe salir a dar la cara de ahora en adelante con respecto a todo este dilema.

El resto de la familia y socios estuvieron de acuerdo con el cambio, después de darle vueltas y vueltas, demostrarle mi capacidad me molesta pero cuando es necesario lo hago. «Descansa en paz Mark» fue el hacker otorgado por los americanos, ni modo le tocó morir y ser reemplazado. Del resto ya he trabajado con los demás del equipo en repetidas ocasiones, nos manejamos de buena forma y tienen buena disposición con los nuevos proyectos. Más les vale porque los «no» ya no son aceptados, por mi parte por lo menos y lamentablemente es la única opinión que cuenta ahora.

Al finalizar las reuniones pertinentes, volvimos a la mansión y fuimos directamente al patio para almorzar bajo el sol siciliano. La mesa está puesta bajo la terraza, el olor de la comida me golpea cuando estoy cerca e inhalo profundo, sonriendo a causa de las sensaciones por ese simple hecho. «Extrañaba la comida italiana». Papá aún sigue incómodo por las decisiones y en como estoy manejando todo desde mi llegada, sin embargo evita refutar mis acciones, mucho menos en público. Ariana está tratando de animarlo comentándole sobre su fiesta de la mayoría de edad y presentación a la sociedad criminal. De cierto modo me siento feliz por volver a tener estos momentos de felicidad aunque Fiorella figure en ellos.

—¡No todos los días cumplo 18, papá! —rueda los ojos cruzando los brazos y haciendo un puchery

—Haremos una pequeña reunión con la familia, puedes invitar a Carol y Giancarlo —le comenta comiendo un bocado de carne

—Marcos, quiero una fiesta al estilo Kardashian —hace puchero—. Derroche, alcohol, lujos. Todo extravagante, ¿que te cuesta darme lo que quiero? ¡Por Dios! —dice molesta. Todos nos partimos de la risa, «tiene razón».

—¡Oh, la princesa Kylie Jenner se molestó! —bromea Verónica haciendo muecas y riendo. Ariana le saca la lengua y el dedo corazón.

—Hey, esas señas están prohibidas en la mesa —interviene Fiorella luego de darle un sorbo al vino blanco.

—No podemos darnos ese lujo, cariño. Ya sabes todo lo que está pasando aquí...—comienza a explicarle papá, deteniéndose cuando se mete un trozo de carne a la boca.

—¿Que está pasando? —inquiere mi hermanita—. ¿El hecho de que Lucrecia haya vuelto? Lo siento papá pero no es mi problema, es tuyo por jugar ese jodido juego —pone los ojos en blanco golpeando la mesa con su puño. Papá cierra los ojos e inspira pesadamente.

—Otra mala palabra y te levantas de la mesa —reprende mamá.

—No podemos Ariana, por favor —insiste papá casi entre dientes aguantando la vergüenza causada por las palabras de su hija

—¿Como que no? Por supuesto que podemos —afirmo luego de probar varios bocados. Todos en la mesa colocan su atención en mí—. Revisé los balances económicos, estamos en el mejor auge de todos los tiempos, podemos permitirnos esto y por mí no hay problema, nadie vendrá a tocarme porque ya me encargué de infundir mis métodos si se toman la osadía de atentar en mi contra —afirmo, dándole un largo sorbo a la copa de vino—. Debemos seguir leyes de la mafia, Marcos. Somos la familia principal y debemos ser el ejemplo —añado al verle el gesto fruncido.

—Lucrecia tiene razón, como familia dominante debemos respetar las leyes porque sino van a condenarnos por hacer lo que nos plazca y quitarnos el poder—secunda Fiorella, recibiendo también una mala mirada de Marcos.

—¿Se volvieron locas? —espeta, sobándose las sientes—. Estamos nuevamente en la mira de la CCFE, solo esperan una oportunidad como esa para invadirnos y acabarnos a tiros —comenta consternado por nuestras afirmaciones. «¡¿Pero a este que le pasa?!»

Río a carcajadas por aquella estupidez del mismísimo rey de la mafia. Un hombre llamado el depredador, nervioso y cuidándose las espaldas por un ataque tan insignificante como lo de la CCFE. Menudo loco. La andropausia debe estar tomándolo muy mal.

—¡Que estupidez! —espeto llena de incredulidad—. Eres el dueño de la mafia siciliana, Marcos. Tienes a disposición todos los clanes criminales del mundo. ¡Tenemos como defendernos! —golpeo la mesa con el puño cerrado—. Búscate una excusa mejor y ve al médico para tratarte la andropausia.

Por un lado mamá se está burlando de la situación, a ella le encanta el drama y la polémica. Ariana se exalta saltando en su lugar y apuñando entre sus manos el mantel. Papá profundiza el ceño fruncido y Verónica pues...siendo Verónica.

—¡Somos la m*****a familia que domina Italia, los número uno en empresas multinacionales que funcionan como tapadera con proyectos ambiciosos —murmuro fuerte—. Asesinamos, secuestramos, robamos, lavamos dinero, traficamos droga, mujeres, armamento y órganos, cometemos fraudes, somos terroristas —dejo caer los cubiertos sobre el plato. Se me quitó el apetito—. Somos los dueños del Triángulo criminal, de la Cosa Nostra —arqueo la ceja—. Así hemos mostrado la cara al mundo, así que vuelvan a acostumbrarse a su verdadero rostro.

Un silencio sepulcral abarcó la mesa. Ariana me veía con cara de "esa es mi potra" luego de pasársele el asombro, mientras Verónica ríe por lo bajo alzando sus pulgares en aprobación, mamá sonreía con malicia y cambiaba a un gesto de angustia cuando papá la veía, él no expresó ningún tipo de sentimiento, la típica cara sombría que coloca cuando se habla de la maldad que recorre por nuestras venas. Quiere ocultar algo que se sabe hace más de cuarenta años.

—Está noche tendremos una reunión con los Santorini en Vichels —me limpio la boca—. Sólos tú, ellos y yo —señalo a papá y me alejo de la mesa.

A las siete nos encontramos de camino hacia Vichels, el restaurante exclusivo de los Santorini en italia, es decir, territorio "enemigo".

Es un lugar que destila glamour, dinero y lujo por donde lo veas. Se encuentra en una colina, una edificación moderna pero encaja con el estilo rústico de su alrededor. Diseñado con piedra, mármol y grandes ventanales, lámparas acorde al estilo, un jardín elaborado como entrada principal el cual dirige hacía la puerta de chapa gigante.

La modestia no existe en el diccionario Santorini Tova.

—Καλώς ήλθατε στην κατοικία μου¹ —Aristóteles nos recibe con los brazos abiertos, ensanchando su perfecta sonrisa de comercial

Él condenado viejo está para comérselo. Me permito observarlo descaradamente mientras parlotea con Marcos. Ese traje a medida se le ajusta en cada parte del cuerpo dejando notar lo conservado que está. Un pensamiento fugaz de follarlo sobre la encimera del fondo cruza mi mente haciéndome apretar los muslos.

¡Controlate Lucrecia!, grita mi subconsciente

Aún falta un Santorini aquí, el hijo de puta que me hace mojar las tangas y tener orgasmos placenteros cuando me toco pensando en alguien que ni siquiera es él. Es la primera vez que los veré luego de tanto tiempo, así que no se como luce exactamente, desde aquella noche en Versailles la duda ronda mi cabeza una y otra vez.

¿Es quien yo pienso?

De ser cierto, hicieron el mejor trabajo para infiltrarlo en mi guardia y eso debo aplaudirlo de pie.

—Lucrecia, είστε λαμπεροί² —camina hacía mí para tomar mi mano y besar el dorso

Opté por un vestido corto color cereza de tirantes gruesos, ceñido al cuerpo con tacones beige y accesorios a juego. Look de negocios pero sexy, como me gusta lucir. Llevo el cabello suelto y lacio hasta más bajo de la cintura.

—Hablemos en español, por favor —pido, amable.

—Por supuesto. Todo con tal y se sientan en cómodos —señala unos sillones en la sala contigua, invitando tomar asiento— cuanto haz crecido bella Lu, te ves radiante en ese vestido —dice clavando su mirada azul penetrante en mí. Me remuevo en el asiento, no sé si me causa incomodidad o deseo el que me observe así

—Muchas gracias —logro balbucear

«¡Controlate perra, es el desgraciado mayor y no puedes perder la cabeza así!», me obligo repitiendo el mantra en la mente varias veces.

—¿Que les apetece tomar? —Aris hace un gesto para llamar al camarero

—Whisky —decimos papá y yo al unísono.

El camarero regresa a los minutos con las bebidas y algunas entradas. Me ofrece el vaso y lo acepto. Aristóteles y Marcos continúan charlando, como en los viejos tiempos. No me apetece hablar, por muy atractivo que sea, es el hombre quien me ha estado cazando junto a su hijo. Me mantengo en una esquina de la barra, alejada de su campo de visión.

Necesito rememorizar la actuación de ésta noche y tomar ventaja.

«Eres la puta ama Lucrecia, utiliza las armas como te lo han dicho desde que tienes uno de razón», pienso. «Inteligencia, belleza y manipulación. Inteligencia, belleza y manipulación», me repito una y otra vez.

—Me gustan las mujeres de gustos fuertes y temple de hierro. ¿No te lo había comentado? —susurra a mi oído.

Me sobresalto un poco al sentir la cercanía de su voz y calor a mi lado.

Esa voz aterciopelada me erizó cada vello. Bebo lo que queda en un solo sopetón, bajando por la garganta, quemando a su paso. «Ha llegado el demonio griego. Es hora de hacerle frente».

—¿Miedo de saber que soy yo? —dice, apoyando el brazo izquierdo en la barra para verme de frente—. Lo dudo, ya que por algo estás aquí, ¿no?

¡Claro que estoy aquí por algo! Pero ¿Estoy lista para verlo? No lo sé...bueno, sí ¿Lo estoy? ¡Coño, claro que sí! La curiosidad, orgullo y soberbia me han traído aquí, así que...¡Deja la cobardía Lucrecia y míralo de una vez joder!

—Por supuesto —callo de golpe al verlo.

Es él...

Estuvo diez años dentro de la guardia Vecchio, teniéndolo cerca, conviviendo más de lo permitido con él y yo, ahí, siendo una ilusa pensando en alguien diferente, siguiendo a otro...

—¿Te decepcioné? —posa sus ojos en mis labios

—Todo lo contrario —elevo el mentón y sonrío descaradamente

***

¹ Bienvenidos a mi morada

²Lucrecia, que hermosa estás

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