La adrenalina del momento nos llevó a otro nivel...
Eros—¿Qué coño haces aquí? —digo con desdén.Joder. Hasta con esa ropa simple se ve apetecible...Esos labios, rojos, suaves. El cabello largo rozando sus caderas. El azul intenso de su mirada sobre mí, me prende, me excita... Comienzo a divagar en los recuerdos de esas veces y me obligar a quitar la mirada de ella. Estoy perdiendo la concentración de la situación.—Estamos a minutos de un ataque —se acerca hacia la mesa para recoger una beretta y la glock que se coloca en la espalda—. Nada de preguntas absurdas —termina la revisión del armamento—, ni esas miradas de reproche —pasa por mi lado con un rifle AR-15 en sus manosRespiro profundo e invoco toda la cordura, concentración y fuerza para arrancarle la cabeza solo a los malnacidos de la CCFE y no a Lucrecia.Subimos a las camionetas arrancando a todo lo que se puede. En cinco minutos estamos en los alrededores del muellEsto es una guerra y nadie se salva en ella.Marcos—¿Y? —observo la escena delante de mí—Son de la beretta, señor —informa Lorenzo parándose a mi lado—Bien —suspiro—. Pasen reporte completo —exijo al aire, esperando a que alguien responda—Todos los muertos son militares, señor —habla uno de la seguridad Santorini—, la seguridad de ambas familia están completos, heridos pero completos.—Recojan el desastre, envíen los cuerpos a Alemania y salgan de aquí —ordeno dando media vuelta e irme.Me dispongo a salir de ahí, el aire que respiro me quema los pulmones, la ropa está asfixiándome y siento que me mareo. «Shawn». Es lo que pienso cuando las imágenes me pasan como carrete en la mente. Lo crié y lo vi crecer, se le enseñó lo mismo que a los demás, le tomé amor y estuvo conmigo hasta que su madre decidió llevárselo de aquí para terminar así, muerto. A veces me pregunto porque mierda me emparejo con mujere
Sólo pasaras por encima de mí el día en que yo esté muertaLucreciaLos rayos del sol penetran el gran ventanal y el primer pensamiento que se me cruza es «¿que hago aquí?» al notar el diseño diferente de la habitación pero rápidamente recuerdo todo. «Estoy en la casa de Eros».Hay una nota en la mesita de noche, ropa y toallas limpias sobre el sofá de al lado. Me levanto cogiendo las cosas yendo directo al baño. Agradezco que no esté aquí, un poco de privacidad es necesaria para aclarar la mente luego de lo sucedido entre los dos. «Lo primero que digo y es lo primero que hago».En el papel me pide ir al comedor para desayunar, el servicio lo tiene preparado todo y luego pide ser trasladada a su despacho para avanzar con los pendientes. Rompo el papel, lo tiro a la basura y de la mala gana salgo al pasillo en busca de mis alimentos, «estoy famélica».No h iniciado bien el día y ya ando de un humor insoportable, ni yo misma
¿Vienes a desafiar a la princesa del infierno? LucreciaEn el lobby el maître me indica cuál es la mesa reservada. Está alejada en la zona VIP del restaurant, apenas algunos comensales disfrutando de sus cenas en ésta área. Los hombres giran para dedicarme miradas seductoras.Ni me inmuto. Sigo caminando hasta mi lugar.Opté por un vestido ceñido al cuerpo por encima del muslo, un escote sencillo dejando a la vista el valle de mis senos, en color negro y tacones de tira fina a juego. Sobrio pero elegante, lo suficiente pequeño sin rayar en lo vulgar. Un maquillaje simple con labios rojos y el cabello recogido en una coleta alta dónde mi cabello roza mi cintura.Tomo asiento mientras un camarero de unos veintitantos años se acerca con una botella de vino tinto, sonriendo destapa el licor y lo vierte en un copa, me la ofrece para darle el visto bueno, asiento y sirve lo suficiente. De su delantal saca dos pequeños folders, supongo es el menú, los deja sobre la mesa y pidiendo permiso s
Tan hermosa como un ángel, tan peligrosa como una bestia X—Señor ¿que hará con ella? —preguntó preocupado al ver mi expresiónGuardé silencio, contemplándola. Su cuerpo sobre la cama, el cabello rubio esparcido por la almohada, su pecho sube y baja con ligereza mientras el aire sale de sus labios entreabiertos. Se le ve tranquila, relajada. Casi como un ángel. Así puede apreciarse mejor su belleza.Quién diría que la belle au bois dormant¹ es una asesina desalmada, sin corazón. Una bestia la cual hay que adorar o asesinar pero jamás subestimar.Reconozco que los años alejada de la locura familiar la hizo así, además del chip Vecchio impuesto por Aurelio y Marcos. Lamentable pérdida para el mundo, Lucrecia sería la mejor ficha del ejército si su lucha fuera en contra de quienes le han jurado esa falsa lealtad. Decidió vivir la venganza, dejarse corroer por las estupideces de esa familia tan tóxica. La maldad destella en su mirada azul, empañando la belleza de esos ojos cautivantes.S
Chica mala, chica adorada. Eres mi chica dorada...X—Lucrecia —la detengo—¿Qué? —indaga plantando besos húmedos por mi cuello—No podemos hacer esto —tomo sus muñecas, la obligo a verme Lo hace. Se detiene y me mira, el azul se ha oscurecido del deseo, reflejando la intensidad. Parece estar quemándose por dentro. Se suelta con cuidado del agarre y...—¿Estás seguro...—se arrastra hacia atrás, quitándose la ropa— que no quieres...—lanza la ropa interior a un lado— probar esto, otra vez? —separa sus piernas, abriendo los pliegues de intimidad con una manoSu pecho sube y baja con la respiración erratica. El empalme entre mis piernas se endurece de la nada observando esa vista. A esto me refiero cuando comparo el poder que tiene Lucrecia sobre mí y el de mi esposa. Éste demonio me prende de una manera intensa.«Si somos unos locos, la deseo y ella a mí. ¿Para qué me detengo a pensar?».Tomo uno de sus t
¡Lo mío es mío y nadie puede tocarlo!Al siguiente día del secuestro...Eros—¡Como pudieron dejar que esto pasara! —gruño, lanzando las cosas de la mesa hacia el suelo—Señor...—lo apunto con el arma y le disparo entre las cejasTodos me ven. Nerviosos y cagados. ¡Son unos malditos estúpidos! Descuidarse de esa manera sabiendo que nos respiran en la nuca Daniel, Giuseppe y un montón de petardos pendejos.«¡Señor dame paciencia!» digo para mis adentros mientras froto mis sienes. «Porque me das fuerza y los mato a todos. ¡A todos! Grandes hijos de putas».—Dejaron a ese animal llevarse a mi mujer —siseo— ¡Mi mujer! —golpeo con el puño la mesaAsrail eleva la mano pidiendo la palabra.—Disculpe señor pero no quitamos un ojo de encima al perímetro...—lo corto—Las excusas déjalas para tu esposa la preñada —digo tajante—, muevan el culo a buscar su paradero —ladro.Todos salen ca
Hice lo que debía para escapar de sus manos aunque quizá me gustó y quiero repetirLucreciaEl sol salió colándose como de costumbre por las ventanas de la habitación. Hacía un tiempo no estaba por aquí. Mi hermano se volvió ágil pero sigue siendo predecible y eso me aburre. Eso sucede cuando eres un militar y sabes cómo son sus tácticas.Lo divertido y diferente fue anoche, recordar las perversiones donde solo él y yo nos entendíamos hasta ser descubiertos follando como los maníacos que somos. Sigue siendo un delicioso bizcocho con esa verga tan complaciente y desgarradora de mi vagina. Nuestro sexo siempre será algo que no podré conseguir en alguien más, es salvaje y sin límites para experimentar en la cama. Pero es hora de salir de aquí, mi familia debe estar buscándome por debajo de los océanos y Eros quemando al mundo por rescatarme. Eros... Siento una ligera pesadez en el pecho al recordar sus ojos intensos esc
Toda acción tiene una reacciónLucreciaAterricé como puede en la pista privada de la mansión Vecchio y rápidamente la guardia de ambos bandos rodea el lugar apuntando las armas hacia el jet. Muy bien entrenados, saben que es un avión desconocido y tiene orden de atacar si o sí. Abro la compuerta y desciendo con lentitud observando a todos, recibiendo de vuelta miradas de especulación, asombro y algunas de preocupación por mi aspecto maltratado.Piso el último escalón y gritan:—¡Lucrecia! —de forma mecánica volteo en busca de la voz pero la luz se apaga y pierdo el conocimientoDe golpe abro los ojos, angustiada y con nerviosismo. Bruscamente me levanto de la cama pero una intravenosa casi al final del líquido y el dolor en todo el cuerpo me impide mayor movimiento. El pomo de la puerta gira, abriéndose y dejando ver a papá junto a una doctora y una enfermera. —¡Oh hija! —exclama, una nota de preocupación se cuela en sus palabr