Capítulo 12:

¡Lo mío es mío y nadie puede tocarlo!

Al siguiente día del secuestro...

Eros

—¡Como pudieron dejar que esto pasara! —gruño, lanzando las cosas de la mesa hacia el suelo

—Señor...—lo apunto con el arma y le disparo entre las cejas

Todos me ven. Nerviosos y cagados. ¡Son unos malditos estúpidos! Descuidarse de esa manera sabiendo que nos respiran en la nuca Daniel, Giuseppe y un montón de petardos pendejos.

«¡Señor dame paciencia!» digo para mis adentros mientras froto mis sienes. «Porque me das fuerza y los mato a todos. ¡A todos! Grandes hijos de putas».

—Dejaron a ese animal llevarse a mi mujer —siseo— ¡Mi mujer! —golpeo con el puño la mesa

Asrail eleva la mano pidiendo la palabra.

—Disculpe señor pero no quitamos un ojo de encima al perímetro...—lo corto

—Las excusas déjalas para tu esposa la preñada —digo tajante—, muevan el culo a buscar su paradero —ladro.

Todos salen ca
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