286La oficina que había alquilado en el centro de la ciudad era un espacio frío, impersonal, pero eficaz. Julieta estaba sentada frente a su computadora, revisando los últimos informes de la compra de acciones, un proceso tedioso que requería su completa atención. Maximiliano estaba cerca, hojeando varios documentos relacionados con los mismos negocios, pero había una atmósfera palpable de tensión entre ellos. El aire estaba cargado con el peso de no decir lo que ambos sabían. Dimitri ni ninguno de sus enemigos se quedarían quieto tratando de darles un golpe mortal. Sabían que, tarde o temprano, tendría que haber una confrontación.Ya había hablado con Yoon y le dije que Fernando había quedado derrotado en su cas y era justo lo que ella quería, desesperarlo y exterminar a la plaga que ayuda a sus enemigos.—Es justo lo que quiero —dije por teléfono.—Ten cuidado ahora, ese hombre ahora sin nada es más peligroso —aconseja.—Es lo que quiero —dije de forma enigmática.Las preguntas que
287Dimitri estaba enojado luego de que el abogado de Julieta se fuera.El sonido de la puerta cerrándose aún resonaba en la habitación, pero el silencio que quedó atrás era ensordecedor. Fernando caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado, con las manos en el cabello y la respiración entrecortada.—¿De dónde sacaré el dinero?! —gritó, golpeando con el puño la mesa más cercana.Dimitri, sentado en un sillón con expresión impasible, se limitó a mirarlo con hastío.—No sé —respondió, con voz cargada de fastidio.Fernando se giró hacia él con furia.—¡Tú debes ayudarme! —bramó—. No pagué porque pensé que matarías a esos bastardos y míralos, ¡siguen vivos y bien!Cada palabra que salía de su boca era un alarido de desesperación. Pero no notó el destello asesino que cruzó la mirada de Dimitri hasta que fue demasiado tarde.—¡Cállate! —rugió Dimitri.Antes de que Fernando pudiera reaccionar, vio un destello plateado. Luego sintió un ardor abrasador en su muslo.—¡Arghh! —
288 Dimitri —Tiene que vender todos los activos —dijo el abogado Johnson, con la voz tensa y los dedos tamborileando sobre la mesa. Lo observé con hastío desde mi asiento de cuero, con un cigarro apagado entre los dedos. Sus ojos se movían inquietos entre los documentos que tenía frente a él, como si buscara una solución mágica que no existía. —Sea quien sea que está detrás de mí, quiere mi cabeza —bufé, recargándome contra el respaldo con fastidio. Johnson tragó saliva. —Si no actúa rápido, los bancos congelarán sus cuentas. Sus socios ya están cortando lazos —el abogado se veía muy nervioso y yo cada vez más impaciente—. Si no liquida todo en las próximas semanas, no solo perderá los activos, sino que… —Ya sé lo que pasará, m*****a sea —lo interrumpí con impaciencia. Sabía exactamente lo que pasaría. Alguien me estaba arrinconando, empujándome hacia el borde, esperando que cayera por mi cuenta. Pero yo no caía. No sin pelear. Me puse de pie de golpe, haciendo que Jo
289Callum estaba solo en el balcón, sosteniendo un vaso de cristal corto con su líquido ambarino puro, disfrutando de la frialdad del vidrio contra su piel. El silencio de la noche envolvía la mansión, permitiéndole un momento de calma entre el caos de su mente. Sin embargo, ese respiro no duró mucho.Escuchó pasos acompasados acercándose a su espalda. No necesitó girarse para saber de quién se trataba. Aun así, lo hizo lentamente, enfrentándose a la sonrisa calculada de su padre. Cale estaba allí, con una expresión de nerviosismo apenas oculta bajo su porte impecable. Había visto esa expresión antes, cuando su padre quería algo de él, cuando intentaba manipularlo con palabras suaves y promesas vacías.—Quisiera saber si firmaste los papeles, hijo —preguntó con una voz cargada de falsa amabilidad, como si la respuesta no le importara, aunque Callum sabía que en realidad lo era todo para él.Callum tomó un sorbo de su whisky, dejando que el licor le quemara la garganta antes de respon
290El viento azotó su rostro, pero esta vez no sintió el frío. Sintió algo más. Esperanza.El silencio de la mansión era engañoso. Callum se sentó en el borde de la cama, los codos apoyados en las rodillas y la mirada clavada en la puerta cerrada con llave. Su familia lo tenía atrapado aquí, como un prisionero dentro de su propia casa. Pero esta noche, todo cambiaría.Un leve "clic" en la cerradura lo hizo ponerse de pie. La puerta se abrió lentamente y una figura alta y oscura entró sin hacer ruido. Blade.—¿Vienes a asegurarte de que no escape? —preguntó Callum en voz baja, sin ocultar su desconfianza, pensando que era su padre o Arabella.—No seas idiota, soy yo. Vine a sacarte de aquí —susurró Blade, cerrando la puerta tras de sí.Callum lo analizó con cautela. La última vez que confió en alguien, terminó encerrado como un animal. Pero su hermano se mantenía firme, con la mirada decidida. No parecía una trampa.—Terrence —dijo Callum de pronto, sintiendo el peso del miedo e
291La mente de Brigitte Hawks flotaba a la deriva, atrapada en una neblina densa y confusa. Pero algo, una sensación lejana, la fue arrastrando poco a poco de vuelta a la conciencia.Parpadeó varias veces, sus ojos adaptándose lentamente a la tenue luz de la habitación. Lo primero que vio fue a su suegro, Anthony Hawks, sentado a unos metros de ella, concentrado en una partida de ajedrez contra un joven de cabello oscuro. Las piezas se movían con precisión sobre el tablero, pero a Brigitte le costaba enfocar la escena.Intentó hablar, hacerles saber que estaba despierta, pero su garganta no emitió sonido alguno. Solo un leve ruido escapó de sus labios.¿Por qué no podía hablar?El pánico la golpeó de inmediato. Trató de levantar una mano, pero se sintió pesada, como si su propio cuerpo la traicionara.Anthony Hawks levantó la mirada, y en cuanto sus ojos se encontraron con los de ella, se puso de pie de un salto.—¡Brigitte! —exclamó, dejando el tablero de ajedrez olvidado al instant
292Brigitte sentía una ansiedad creciente que no la dejaba en paz. Había esperado tanto tiempo para escuchar la voz de su hijo, para saber que estaba bien, que su mente no paraba de formular escenarios en los que algo había salido mal.—Anthony, ¿qué esperas? —murmuró con impaciencia, con la voz aún algo áspera por la falta de uso.Anthony Hawks asintió y sacó un celular satelital de su bolsillo. Era la única forma segura de comunicarse con Maximiliano.Marcó el número y esperó. El silencio que siguió se sintió eterno.Anthony activó el altavoz del teléfono satelital y la voz de Maximiliano llenó la habitación.—Diga.Brigitte cerró los ojos un instante. Su hijo. Cuánto había esperado este momento.—Nieto, qué bueno escucharte— dijo Anthony con una sonrisa de alivio.Del otro lado de la línea, hubo una pausa antes de que Maximiliano respondiera, con voz tensa.—Abuelo… yo también te extraño.Anthony le dirigió una mirada a Brigitte, quien permanecía sentada con las manos en
293La noche era fresca, pero el calor de la hoguera y el cuerpo de Julieta entre sus brazos mantenían a Maximiliano cálido. Sobre la manta extendida en el suelo, alejados de todo, compartían un momento solo para ellos, envueltos en la intimidad que la luz del fuego les regalaba.Julieta descansaba contra su pecho, su aliento cálido rozando la piel de su cuello mientras él le acariciaba la espalda con lentitud. Sus dedos trazaban caminos suaves sobre la tela de su suéter, disfrutando de la cercanía, de su fragancia, del simple hecho de tenerla ahí.—¿Y qué piensas? —susurró Julieta de pronto, alzando la mirada hacia él, con sus ojos brillando con el reflejo de las llamas.Maximiliano tardó en responder. La llamada con su madre seguía dando vueltas en su mente, pero en ese instante, el roce de Julieta contra él lo desconcentraba.—No lo sé… —confesó con un suspiro—. Se siente extraño haber hablado con ella así… tan dócil.Julieta deslizó su mano por su pecho, sus uñas apenas rascando l