293Julieta y Marcelo tenían todo listo para la rueda de prensa. Habían organizado cada detalle con precisión quirúrgica, asegurándose de que nada quedara fuera de lugar. La sala estaba repleta de periodistas, cámaras y micrófonos, todos expectantes por las declaraciones que estaban a punto de dar.Julieta ajustó el micrófono frente a ella, observando con atención a la multitud que murmuraba impaciente. A su lado, Marcelo permanecía serio, enfocado en la tarea que tenían entre manos.—Bien, hagamos que Maximiliano vuelva a la vida —dijo Marcelo con voz firme, sin apartar la vista del público.—Así es —respondió Julieta en un tono neutro, pero con la mirada cargada de significado. Luego, bajó un poco la voz y preguntó con cautela—: ¿Te has comunicado con ese hombre?Marcelo apenas desvió la mirada para responder en el mismo tono bajo:—Ha estado ocupado, pero también está molesto. Lo están buscando por haber dejado mal a la organización.Julieta asintió, su mente trabajando a tod
295El vestido rojo abrazaba cada curva de Julieta como una segunda piel, deteniéndose justo en sus rodillas, resaltando su figura con una elegancia peligrosa. Esta noche estaba deslumbrante, pero más allá de su belleza, lo que llamaba la atención era la determinación que ardía en su mirada.Marcelo la observó con el ceño fruncido, cruzando los brazos. Ya la consideraba familia después de todo lo que habían pasado, y no podía evitar preocuparse.—¿Estás segura de que puedes hacer esto? —preguntó con cautela—. No es necesario que lo veas.Julieta alzó el mentón, firme.—Estoy bien. Y por supuesto que quiero estar aquí cuando atrapen a esa rata de alcantarilla.Marcelo dejó escapar una risa baja y resignada.—Bien, bien… —susurró, pero su expresión seguía siendo seria—. Pero no bajes hasta que lo tengamos. No quiero que corras riesgos innecesarios.Julieta asintió, pero sus ojos brillaban con una mezcla de adrenalina y satisfacción anticipada.Antes de alejarse, Marcelo deslizó un arma e
296Callum llegó a las oficinas que tenía en ese país acompañado de la policía. Su imponente figura, envuelta en un traje a medida que se ajustaba perfectamente a sus anchos hombros, dominó de inmediato el ambiente. La suela de sus zapatos resonaba con cada paso firme sobre el mármol pulido del vestíbulo, un sonido que parecía amplificar el silencio que lo precedía.Las miradas de los empleados se alzaron de inmediato, y en cuestión de segundos, los murmullos comenzaron a propagarse como un incendio en la oficina.—¿Es realmente él? —susurró una asistente, sin poder apartar la vista.—No puede ser… Pensé que estaba enfermo. —La incredulidad se reflejaba en la voz de un analista financiero que se giró para observar mejor.—Lleva meses desaparecido… ¿Por qué viene con la policía? —Otra voz temblorosa se unió a la conversación, mientras su dueño hacía un esfuerzo por disimular el nerviosismo.Algunos empleados intercambiaron miradas inquietas, apartándose discretamente de su camino. Nadi
296Callum estaba nervioso, aunque su rostro sereno evocaba calma en quien lo veía. No podía permitirse mostrar debilidad, no ahora. Cuando Isabel salió de la reunión, que había durado más de lo previsto, Matteo se acercó con una expresión extraña en el rostro. —¿Sucede algo, Matteo? —cuestionó Isabel, recibiendo los documentos y revisándolos mientras caminaba con su gran barriga. —Hay alguien que no tiene cita, pero quiere verla —informó él—. ¿Tiene tiempo? Isabel miró su reloj antes de responder. —Tengo quince minutos. Dile que suba —respondió sin preocuparse. Las personas que entraban a Hawks Holding eran revisadas minuciosamente. Este mes, trabajando codo a codo con Julieta, Isabel había notado cómo su prima se había encargado de reforzar su seguridad… junto con su sombra. Observó a Matteo hablar por teléfono mientras ella acariciaba su estómago distraídamente y dirigía una sonrisa a su guardaespaldas. —Shadow, ¿ya comiste? —bromeó. —No, señora Isabel, y
297JulietaLa mañana había comenzado temprano y sin tregua. Entre llamadas, correos y documentos, apenas había tenido tiempo para respirar. Me gustaba mantener todo bajo control, sin distracciones innecesarias.Por eso, cuando alguien tocó la puerta, apenas levanté la vista de mi escritorio.—Adelante —dije con voz firme, esperando que fuera mi asistente con los informes que había pedido.Pero en lugar de eso, una presencia completamente distinta se hizo notar.—Bueno, bueno… mírate. Tan ocupada como siempre.Levanté la mirada y me encontré con Maximiliano apoyado en el umbral de la puerta, con su característica sonrisa de autosuficiencia y ese brillo travieso en los ojos.—Tú con el día libre y yo aquí trabajando —solté en tono de queja.—Bueno, es hora de que yo descanse —respondió con naturalidad mientras se adentraba en la oficina sin pedir permiso—. Así que todos los activos de mi futura esposa pasan a mi nombre.—¿Futura esposa? —arqueé una ceja, sin molestarme en ocultar mi in
298JulietaLa comida había comenzado con un enfrentamiento verbal como de costumbre. Maximiliano se divertía demasiado provocándome y yo hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlo.Pero a medida que la cena avanzaba, me di cuenta de que estaba en desventaja.—Prueba esto —dijo, partiendo un pedazo de su filete y acercándolo con el tenedor hasta mi boca.—Puedo comer sola —respondí con firmeza.—Sí, pero es más divertido si te doy de comer yo.Su tono sugerente me calentó la piel. Dudé por un segundo, y su sonrisa se amplió como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente.—Vamos, princesa. Solo es un bocado.Mis ojos fueron de su rostro al tenedor, y finalmente suspiré, abriendo la boca.—Buena chica —murmuró con voz grave, observándome de cerca mientras tomaba el bocado.El calor subió por mi cuello hasta mis mejillas, y él lo notó. Lo sabía.—Ves, eso no fue tan difícil —susurró, inclinándose hacia mí.Aparté la vista, sintiéndome acorralada.—Siempre tienes que hacer esto
300Al salir del restaurante, la tarde caía y el viento frío los envolvía con su brisa fresca y el tenue resplandor de las farolas. Julieta caminaba a su lado con aparente tranquilidad, aunque su mente aún debatía lo inevitable. Se resistía a darle una oportunidad, pero Maximiliano no era de los que se rendían fácilmente.—No tiene sentido seguir peleando contra lo inevitable, Julieta —le dijo con su tono más persuasivo, entrelazando sus dedos con los de ella.—Eres demasiado insistente —suspiró ella, aunque no apartó su mano.Maximiliano sonrió, satisfecho.—Y siempre consigo lo que quiero —agregó mirándola intensamente.La amenaza de Dimitri aún pendía sobre ellos como una sombra silenciosa, pero Max ya había tomado todas las precauciones necesarias. La policía estaba al tanto y sus guardaespaldas los seguían a una distancia discreta, listos para cualquier eventualidad.—Solo falta capturar a Dimitri —murmuró Julieta, con una leve preocupación en su voz.—Es cuestión de tiempo —asegu
301.Maximiliano llevó a Julieta a casa y le dio una pastilla para tranquilizar sus nervios. Poco menos de dos horas después, se quedó profundamente dormida.Al salir de la habitación, encontró a Lucían esperándolo en el pasillo. Marcelo lo había traído personalmente hacía unos meses, y desde entonces, era de su absoluta confianza.—Necesito que te quedes con mi mujer —ordenó Max con voz baja pero firme.Lucían asintió con seriedad.—Bien, señor.—Escríbeme si se despierta —agregó sin más antes de marcharse.Max salió de la casa y se encontró con Marcelo, quien ya lo esperaba en el auto. Apenas subió al asiento del copiloto, su hombre de confianza encendió el motor y lo miró de reojo.—¿Está más tranquila?Maximiliano exhaló, frotándose la mandíbula con tensión.—Le tuve que dar una pastilla —respondió con frialdad—. Terminemos de una vez esta maldita pesadilla para que mi mujer pueda estar tranquila.Su mirada oscura reflejaba una determinación siniestra.Marcelo asintió y condujo en