293. Una hoguera

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La noche era fresca, pero el calor de la hoguera y el cuerpo de Julieta entre sus brazos mantenían a Maximiliano cálido. Sobre la manta extendida en el suelo, alejados de todo, compartían un momento solo para ellos, envueltos en la intimidad que la luz del fuego les regalaba.

Julieta descansaba contra su pecho, su aliento cálido rozando la piel de su cuello mientras él le acariciaba la espalda con lentitud. Sus dedos trazaban caminos suaves sobre la tela de su suéter, disfrutando de la cercanía, de su fragancia, del simple hecho de tenerla ahí.

—¿Y qué piensas? —susurró Julieta de pronto, alzando la mirada hacia él, con sus ojos brillando con el reflejo de las llamas.

Maximiliano tardó en responder. La llamada con su madre seguía dando vueltas en su mente, pero en ese instante, el roce de Julieta contra él lo desconcentraba.

—No lo sé… —confesó con un suspiro—. Se siente extraño haber hablado con ella así… tan dócil.

Julieta deslizó su mano por su pecho, sus uñas apenas rascando l
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