296Callum estaba nervioso, aunque su rostro sereno evocaba calma en quien lo veía. No podía permitirse mostrar debilidad, no ahora. Cuando Isabel salió de la reunión, que había durado más de lo previsto, Matteo se acercó con una expresión extraña en el rostro. —¿Sucede algo, Matteo? —cuestionó Isabel, recibiendo los documentos y revisándolos mientras caminaba con su gran barriga. —Hay alguien que no tiene cita, pero quiere verla —informó él—. ¿Tiene tiempo? Isabel miró su reloj antes de responder. —Tengo quince minutos. Dile que suba —respondió sin preocuparse. Las personas que entraban a Hawks Holding eran revisadas minuciosamente. Este mes, trabajando codo a codo con Julieta, Isabel había notado cómo su prima se había encargado de reforzar su seguridad… junto con su sombra. Observó a Matteo hablar por teléfono mientras ella acariciaba su estómago distraídamente y dirigía una sonrisa a su guardaespaldas. —Shadow, ¿ya comiste? —bromeó. —No, señora Isabel, y
297JulietaLa mañana había comenzado temprano y sin tregua. Entre llamadas, correos y documentos, apenas había tenido tiempo para respirar. Me gustaba mantener todo bajo control, sin distracciones innecesarias.Por eso, cuando alguien tocó la puerta, apenas levanté la vista de mi escritorio.—Adelante —dije con voz firme, esperando que fuera mi asistente con los informes que había pedido.Pero en lugar de eso, una presencia completamente distinta se hizo notar.—Bueno, bueno… mírate. Tan ocupada como siempre.Levanté la mirada y me encontré con Maximiliano apoyado en el umbral de la puerta, con su característica sonrisa de autosuficiencia y ese brillo travieso en los ojos.—Tú con el día libre y yo aquí trabajando —solté en tono de queja.—Bueno, es hora de que yo descanse —respondió con naturalidad mientras se adentraba en la oficina sin pedir permiso—. Así que todos los activos de mi futura esposa pasan a mi nombre.—¿Futura esposa? —arqueé una ceja, sin molestarme en ocultar mi in
298JulietaLa comida había comenzado con un enfrentamiento verbal como de costumbre. Maximiliano se divertía demasiado provocándome y yo hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlo.Pero a medida que la cena avanzaba, me di cuenta de que estaba en desventaja.—Prueba esto —dijo, partiendo un pedazo de su filete y acercándolo con el tenedor hasta mi boca.—Puedo comer sola —respondí con firmeza.—Sí, pero es más divertido si te doy de comer yo.Su tono sugerente me calentó la piel. Dudé por un segundo, y su sonrisa se amplió como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente.—Vamos, princesa. Solo es un bocado.Mis ojos fueron de su rostro al tenedor, y finalmente suspiré, abriendo la boca.—Buena chica —murmuró con voz grave, observándome de cerca mientras tomaba el bocado.El calor subió por mi cuello hasta mis mejillas, y él lo notó. Lo sabía.—Ves, eso no fue tan difícil —susurró, inclinándose hacia mí.Aparté la vista, sintiéndome acorralada.—Siempre tienes que hacer esto
300Al salir del restaurante, la tarde caía y el viento frío los envolvía con su brisa fresca y el tenue resplandor de las farolas. Julieta caminaba a su lado con aparente tranquilidad, aunque su mente aún debatía lo inevitable. Se resistía a darle una oportunidad, pero Maximiliano no era de los que se rendían fácilmente.—No tiene sentido seguir peleando contra lo inevitable, Julieta —le dijo con su tono más persuasivo, entrelazando sus dedos con los de ella.—Eres demasiado insistente —suspiró ella, aunque no apartó su mano.Maximiliano sonrió, satisfecho.—Y siempre consigo lo que quiero —agregó mirándola intensamente.La amenaza de Dimitri aún pendía sobre ellos como una sombra silenciosa, pero Max ya había tomado todas las precauciones necesarias. La policía estaba al tanto y sus guardaespaldas los seguían a una distancia discreta, listos para cualquier eventualidad.—Solo falta capturar a Dimitri —murmuró Julieta, con una leve preocupación en su voz.—Es cuestión de tiempo —asegu
301.Maximiliano llevó a Julieta a casa y le dio una pastilla para tranquilizar sus nervios. Poco menos de dos horas después, se quedó profundamente dormida.Al salir de la habitación, encontró a Lucían esperándolo en el pasillo. Marcelo lo había traído personalmente hacía unos meses, y desde entonces, era de su absoluta confianza.—Necesito que te quedes con mi mujer —ordenó Max con voz baja pero firme.Lucían asintió con seriedad.—Bien, señor.—Escríbeme si se despierta —agregó sin más antes de marcharse.Max salió de la casa y se encontró con Marcelo, quien ya lo esperaba en el auto. Apenas subió al asiento del copiloto, su hombre de confianza encendió el motor y lo miró de reojo.—¿Está más tranquila?Maximiliano exhaló, frotándose la mandíbula con tensión.—Le tuve que dar una pastilla —respondió con frialdad—. Terminemos de una vez esta maldita pesadilla para que mi mujer pueda estar tranquila.Su mirada oscura reflejaba una determinación siniestra.Marcelo asintió y condujo en
302.Dimitri estaba desesperado. No tenía un lugar donde quedarse, ni dinero, ni aliados. El viejo Fernando, su última esperanza, lo había abandonado sin miramientos.Primero, vendió la mansión para pagar su propia deuda. Luego, al enterarse de que su hija Liliane estaba en el hospital, liquidó lo que le quedaba y desapareció sin dejar rastro. Dimitri se quedó solo, sin apoyo y con la sombra del Pakhan cada vez más cerca.Ignati lo estaba cazando.O al menos eso era lo que Dimitri sentía. No había movimientos directos en su contra, ninguna amenaza clara. Solo un juego macabro donde él era el ratón y el león solo esperaba el momento adecuado para devorarlo.Apretó los dientes y bajó la gorra sobre su rostro, intentando ocultar su identidad mientras caminaba entre la multitud. No podía arriesgarse a ser reconocido.El problema era que el tiempo jugaba en su contra.***Mientras tanto, en un mundo completamente distinto, Julieta estaba abrumada de trabajo. Las reuniones, las llamadas, la
303Dimitri sabía que su suerte estaba echada. Desde el momento en que perdió el apoyo del viejo Fernando y su hija quedó fuera de combate, se convirtió en un objetivo fácil. Sus aliados lo abandonaron, los contactos que antes le prometían protección ahora ni siquiera le contestaban el teléfono.Esa noche, con la gorra bien calada sobre la cabeza, caminaba rápido por una calle secundaria de la ciudad. Tenía un plan: cruzar la frontera con un pasaporte falso y desaparecer. Tal vez Sudamérica, tal vez Asia. No importaba dónde, lo único que importaba era salir con vida.Pero antes de llegar al punto de encuentro con el falsificador de documentos, su instinto le gritó que algo iba mal.Demasiado silencio.Demasiado vacío.Dio un paso hacia atrás, listo para correr, cuando sintió el cañón frío de una pistola en la base del cráneo.—No lo hagas más difícil, Dimitri —dijo la voz de Marcelo, seca y peligrosa.Dimitri tragó en seco. Maximiliano apareció de entre las sombras, con una calma crue
304El frío de los Alpes se desvanecía en la calidez del reencuentro. Cada uno se refugiaba en su cabaña, pero el destino—o quizás la complicidad—los había reunido para compartir más que un paisaje nevado. Tomás, siempre el que conectaba a las personas, había traído a Maxime, la hija de Max y Julieta, para que la familia se volviera a abrazar sin el peso de viejas batallas. Los enemigos, ya castigados por su propia mano o por la ley, se habían disipado, dejando solo la libertad y la alegría de un futuro sin sombras.Reunidos en el vestíbulo de una de las cabañas, el ambiente era festivo y cómplice. Entre risas y miradas cómplices, Tomás, con esa picardía que lo caracterizaba, lanzó:—Bueno, ahora ustedes son pareja o no —señala al par que tiene frente a él.Max no dudó en responder sin tapujos:—Lo somos —asintió con la alegría desbordándose de él.Julieta, al oír la afirmación, sintió cómo el calor se extendía por sus mejillas, tiñéndolas de un rojo vivo. Con una sonrisa tímida, conf