209Callum observaba a Isabel desde el sillón, con el ceño ligeramente fruncido, como si tratara de recordar algo que se le escapaba. Cada noche, su presencia lo llenaba de una extraña paz, pero también le generaba una inquietud que no lograba comprender. Era como si cada palabra que compartían, cada gesto, trajera consigo una sensación de familiaridad que no podía ubicar.—¿Qué hiciste hoy? —preguntó Callum después de un largo silencio, su voz baja y algo insegura.Isabel levantó la vista de la manzana que pelaba, parpadeando un poco sorprendida. Él solía preguntar por cortesía, pero esta vez había algo diferente en su tono, algo más genuino.—Nada interesante, realmente. Estoy recluida en esta casa por mi seguridad, ¿recuerdas? —respondió con una ligera sonrisa y un encogimiento de hombros.Callum ladeó la cabeza, como si tratara de encontrar un punto de referencia en su mente, algo que le ayudara a conectar esa información.—Tu seguridad… —repitió en un susurro—. ¿Por qué sien
210 Julieta sabía que no sería la última vez que vería a Liliane. Aquella mujer tenía una mirada perturbadora, y la sola idea de que rondara cerca de la Torre Hawks la inquietaba profundamente. Por eso, tomó la decisión de redoblar la seguridad del edificio y, de inmediato, habló con Max en su oficina. —Vino hasta aquí —le dijo Julieta, con los brazos cruzados mientras caminaba de un lado a otro—. Traía un cochecito, Max. Y dentro, solo había un oso de peluche. No me gusta nada esto. Max, sentado en el sofá, frunció el ceño. —Si lo que me contaste es verdad, y el bebé realmente murió… —hizo una pausa, pensativo—. Puede que haya perdido la cabeza. Marcelo, que estaba de pie cerca de la puerta, asintió con gravedad. —Hay que ir con pies de plomo, señorita Beaumont. Liliane es impredecible, y alguien como ella podría hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere —hunde el ceño preocupado. Antes de que Julieta pudiera responder, el teléfono de su escritorio comenzó a
211Arabella y Brenda llegaron al hospital como cualquier otra mañana, vestidas impecablemente y con esa falsa calma que habían perfeccionado durante semanas. El doctor Morrison las recibió con una pequeña sonrisa, mostrándoles una carpeta con las últimas actualizaciones. —La herida en el pecho y la cabeza están avanzando bien —les informó, cerrando el expediente—. Si sigue así, podrán llevárselo en poco tiempo. Ambas mujeres intercambiaron una mirada, satisfechas con la noticia. Ese era el plan: mantener a Callum bajo su control hasta que todo estuviera perfectamente alineado. Era media mañana así que debería estar viendo televisión, Callum había sido poco comunicativo desde que despertó, pero el doctor dice que es normal.—Gracias, doctor —respondió Arabella con una sonrisa radiante que no alcanzaba sus ojos. —Haré otra revisión esta tarde, pero por ahora todo está bajo control —es optimista.Arabella asintió y, junto con Brenda, se dirigió al pasillo que conducía a la
212—Bien, vamos —dijo Max con un suspiro resignado, pero con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo—. Vas a ser mi muerte, Jules —añadió en tono burlón, mirándola de reojo. Julieta no respondió. En lugar de eso, dio un paso hacia él y, sin previo aviso, se puso de puntillas y lo besó. El tiempo pareció detenerse. Marcelo e Isabel los miraron, ambos sorprendidos, pero con una sonrisa cómplice asomando en sus rostros. Sin embargo, quien más impactado estaba era Maximiliano, quien, por unos segundos, no pudo reaccionar, sintiendo cómo la felicidad inundaba su pecho. Sin pensarlo, Max la atrajo más hacia su cuerpo, envolviéndola con sus brazos, y profundizó el beso con una pasión que llevaba mucho tiempo conteniendo. Lo que comenzó como un gesto inesperado rápidamente escaló en un intercambio de emociones desbordadas, olvidándose por completo de los demás y de la situación que tenían frente a ellos. Un carraspeo interrumpió la burbuja de deseo que habían cre
213—Hola, Callum —saludó Isabel con timidez, dando un paso hacia la cama.—¡Isa! —dijo Callum, con una sonrisa alegre. Pero sus ojos pronto se desviaron hacia Julieta, que estaba cruzada de brazos junto a la puerta—. Oh… ¿y tú quién eres?—Tu ex prometida —respondió Julieta, arqueando una ceja.Callum abrió los ojos como platos, claramente alarmado.—¿Qué? ¿Ex… ex prometida? —titubeó sin saber que creer.Julieta no pudo evitar soltar una risita.—Lo siento, tenía que probarlo. Solo estuvimos prometidos por dos meses, no fue gran cosa —dijo con un guiño juguetón.Callum soltó un suspiro de alivio, pero todavía parecía confundido.—¿Y ustedes… son amigas? —pregunta incrédulo.Isabel se encogió de hombros, tratando de mantener la compostura.—Sí, algo así —respondió, sin entrar en detalles. Luego dio un paso más cerca de la cama y adoptó una expresión más seria—. Pero no hay tiempo para preguntas, Callum. Debemos irnos. Quiero que pidas el alta de inmediato. Presiento que las
214Julieta observaba las calles pasar rápidamente mientras el coche avanzaba. Callum charlaba de manera relajada con Maximiliano, quienes parecían haber encontrado un inesperado punto en común desde que los volvieron a presentar. La atmósfera en el interior del auto era tensa, aunque no por ellos dos. —Te arreglé un apartamento discreto en el centro —dijo Max dirigiéndose a Isabel con seriedad—. Es mejor que no sigas en la casa donde estabas. Isabel se mordió el labio con fuerza, luchando contra las lágrimas que empezaron a caer sin que pudiera evitarlo. —No llores, por favor —pidió Julieta con suavidad, girándose hacia ella—. Le hace mal al bebé. Un incómodo silencio llenó el vehículo por un instante. —¿Bebé? —preguntó Callum con el ceño fruncido, desviando la mirada hacia Julieta. Su voz cortó el aire como una cuchilla. Todos quedaron en silencio. Isabel se estremeció, claramente nerviosa. —Estoy embarazada —confesó al fin con voz pequeña, como si estuviera intent
215Llegando a la torre Hawks luego de dejar a Isabel y Callum en el departamento se encontraron con un caos total en la entrada, al menos cuatro carros policiales estacionados de forma apresurada con puertas abiertas haciendo una barricada.—¿Qué pasó? —pregunté en un murmullo, sintiendo que mis piernas flaqueaban al ver las luces de los carros de policía.—No lo sé, vamos a ver —respondió Max, intentando mantener la calma, aunque pude notar la tensión en su mandíbula.Nos bajamos del auto casi corriendo, pero Marcelo, como siempre, fue más rápido y logró adelantarse.—¿Qué sucedió, oficial? —preguntó Marcelo, frunciendo el ceño con preocupación mientras se plantaba frente a uno de los policías.El oficial lo miró de arriba abajo con un aire de desconfianza antes de responder:—¿Y usted es…?—Mi jefe de seguridad —intervine automáticamente, con la voz más firme de lo que me sentía en ese momento. Me acerqué un paso más, respirando hondo para calmarme. —Soy Julieta Beaumont, la CEO d
216La guardería, que hacía unos minutos era un caos de gritos y movimiento, quedó sumida en un silencio sepulcral. Julieta estaba en estado de shock, incapaz de procesar la magnitud de lo que ocurría. Sin darse cuenta, se había aferrado a Maximiliano, sus manos temblorosas buscando refugio en él mientras su mente se hundía en un abismo de desesperación.—Todo estará bien, Julieta —susurró Max con firmeza, aunque su propia voz temblaba ligeramente. —Mi niña, Nicoll… trae a mi niña —hablaba con voz ahogada.Pero Julieta ya no podía escucharlo. Sus fuerzas la abandonaron de repente y perdió el conocimiento en sus brazos.—¡Julieta! —exclamó Maximiliano, alarmado, mientras la sostenía antes de que pudiera caer.La cargó con cuidado, su cuerpo inerte en sus brazos, mientras el silencio se hacía más denso a su alrededor. Miró a su alrededor, buscando un lugar donde pudiera descansar, alejada del caos y la tensión que llenaban la guardería.—Marcelo, encárgate de todo aquí. Encuentra a Nic