164 Sala de parto. La sala estaba envuelta en una tensión palpable, solo interrumpida por los quejidos de la embarazada mientras hacía su último esfuerzo. Tomás apretaba con fuerza la mano de su amiga, su rostro lleno de preocupación. Había perdido la cuenta de cuántas veces le había dicho que respirara, que aguantara un poco más, que lo lograra por su hija. Pero Julieta estaba exhausta, su cuerpo temblaba de puro esfuerzo. —No puedo más, no quiere… salir —solloza de impotencia. —Viene otra contracción y ya estás coronando ¡Una vez más, Julieta! —le dijo el doctor, sin dejar de observarla con atención—. ¡Empuja, ya casi lo logras! —Vamos, Julieta. Eres la mujer más fuerte que he conocido —dijo Tomás animándola— esto es pan comido, nena, mi sobrina solo es igual de difícil que el papá. Julieta apretó los dientes, y con un último grito desgarrador, empujó con todas las fuerzas que le quedaban. Un instante después, el llanto fuerte de una bebé llenó la sala. —¡Es una niña! —
165Maximiliano fue llevado finalmente a la habitación de Julieta. Aunque él permanecía dormido, Julieta sintió una gran calma al verlo a su lado. Tomás tenía razón: la pequeña Maxime apenas lloraba, salvo cuando algo le incomodaba. Mientras tanto, Julieta trataba de recordar todo lo que había aprendido en los cursos prenatales y los libros que había devorado durante su embarazo, antes de que el caos entrara en su vida. Cada pañal cambiado y cada caricia a su bebé era como un bálsamo que aliviaba sus miedos. De vez en cuando, el recuerdo de Dimitri cruzaba su mente. Quería saber si Marcelo había logrado atraparlo, pero no había tenido oportunidad de hablar con él. Lo que sí era constante eran las visitas al cuarto. Los rostros conocidos entraban y salían, siempre en silencio, respetando el descanso de Maximiliano. En uno de esos momentos, un leve toque en la puerta llamó su atención. —Pasen —dijo Julieta suavemente, cuidando no despertar a la niña, quien descansaba en sus bra
166La enfermera llegó rápido, acompañada por Callum, y comenzó a revisar a Maximiliano. Él intentaba enfocarse en las palabras de la mujer mientras esta lo examinaba con precisión. —¿Sabe dónde está, señor Hawks? —preguntó ella, anotando algo en su tabla. —Hospital… —murmuró él, entrecerrando los ojos mientras su mente volvía a centrarse— lo siento, no vi el nombre al llegar.La enfermera asintió. —Perfecto. Y dígame, ¿cómo se siente? —eran preguntas frecuentes.—Aturdido… pero… —hizo una pausa, buscando desesperado entre sus pensamientos algo que lo reconfortara—. ¿Mi hija? ¿Julieta? ¿Sabe como está mi mujer y mi hija? —las preguntas de Max salieron atropelladamente de sus labios, a Julieta se le calentó el corazón al oír decirle su mujer.La enfermera sonrió con dulzura y señaló con la cabeza hacia su izquierda. —Ambas están aquí, sanas y a salvo. Bienvenido de regreso a la tierra de los vivos, señor Hawks —le dijo con alegría de que un paciente parecía estar bien—
167Las palabras hicieron que Maximiliano se quedara inmóvil por un instante del color más rojo que Julieta algunas vez lo hubiera visto y trató de contener la lengua de su mejor amigo… solo que fue demasiado tarde. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono bajo, frío y mortal cargado de sospecha, mientras miraba fijamente a Tomás— es metafórico ¿Cierto?Julieta abrió los ojos como platos, alarmada, y le lanzó a Tomás una mirada que claramente decía: ¡No digas nada! Pero, como siempre, Tomás decidió ignorarla. —¿No sabes aún? Julieta te donó sangre mientras estaba expulsando a su hermosa niña —soltó casualmente, como si fuera la cosa más normal del mundo. —¿¡Qué!? —gritó Maximiliano, girando la cabeza hacia Julieta con una mezcla de enojo y asombro— ¡Estás loca! —continuó, su voz elevándose mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar—. ¿Cómo se te ocurre hacer tal cosa? Julieta lo miró fijamente, sus ojos ardiendo de determinación. —No estoy loca, Maxi
168.Julieta y Max se quedaron más tiempo en el hospital, Julieta para ver cómo se recuperaba por la donación de sangre y haber dado a luz al mismo tiempo, y Max por su operación. Anthony, el abuelo de Max, fue a visitarlos con globos y regalos para su bisnieta y estaba encantado con cargar a la tercera generación de los Hawks. Estaba más que contento y se los hizo saber con gran alegría y muchos regalos que sus asistentes entregaron. Julieta estaba feliz de que su hija fuera aceptada por el maestro Hawks, aunque siempre tuvo su apoyo. —Está hermosa, hola, hola… —le hacía carantoñas a su bisnieta— espero que mi nieto se esté portando bien, sino avísame y yo mismo le doy una tunda con mi bastón.—Gracias, maestro Hawks —dijo Julieta con una risita— se está portando como un buen papá.Ese comentario no le gustó a Maximiliano, él quería ser más que el papá de Maxime —era un honor— pero quería llegar a ser su esposo… si ella se lo permitía, pero tal parece que las cosas no habían ca
169Max intentó hablar, pero su cuerpo aún no respondía por completo. Miró los papeles en las manos de Julieta, incapaz de explicar lo que había sucedido.—No… no fue así… —suspira por fin y se explica, la mira a los ojos— cualquier cosa podía pasar y quería dejar a mi hija protegida con su patrimonio ¿Quién mejor que su madre para cuidar eso?Julieta lo miró con desesperación. El miedo se apoderó de su estómago, y la frustración brotó sin control.—¡Esto no tiene sentido! —gritó, pero su voz se quebró—. ¿Qué va a decir tu madre? ¡Brigitte va a pegar el grito al cielo cuando lo descubra! —la niña seguía profundamente ajena a los gritos de su madre ya que recién le habían dado de comer— deshazte de esto —le ordena al abogado.—Imposible, se filtró la noticia y saben que Hawks Holding cambio de dueño y la torre Hawks se volvió un caos. Es por eso que estoy aquí —explica tranquilamente, apreciaba a Julieta, pero esto era cuestión de trabajo y tenia que optar por una máscara de profe
170Max la observó en silencio, un leve gesto de satisfacción cruzando su rostro. Sabía que Julieta estaba tomando una decisión importante, y aunque dudara, sabía que estaba tomando el camino correcto, uno que, aunque incierto, la llevaría a ser una mujer más fuerte, capaz de enfrentar lo que viniera.Julieta caminaba de un lado a otro en su amplio dormitorio. Había intentado leer un libro, incluso tomar un baño para despejar su mente, pero nada parecía funcionar. Las palabras de Maximiliano y del abogado Yoon resonaban una y otra vez en su cabeza, como un eco interminable. Veía a su hija en su cunita y no sabía si la decisión era la correcta, pero creía haber llegado a una conclusión.Ya la decisión estaba tomada.No podía ignorarlo más. Agarró su teléfono y marcó el número de Max. Dudó un instante antes de presionar “llamar”, pero el sonido de la línea al otro lado la obligó a enfrentarlo. Le habían dado de alta hace un par de días y simplemente se sintió mal regresar a la
171 El sonido del timbre resonó por toda la casa, sacando a Julieta de su nerviosismo. Había pasado las últimas dos horas organizando, reorganizando y preguntándose si esta conversación era buena idea. Cuando abrió la puerta, encontró a Isabel, un poco delgada y pálida, pero con una energía tranquila que no había visto antes. —Julieta, hola —saludó Isabel, sosteniendo un pequeño ramo de flores— me alegra que ya estés de regreso en casa. —¡Isabel! —respondió Julieta, dando un paso al frente para abrazarla suavemente—. Pasa, por favor. Gracias. Una vez dentro, Julieta la guió hacia la sala. La casa aún tenía ese aire de instalación reciente, con cajas abiertas y muebles recién colocados. Isabel se acomodó en el sofá mientras Julieta recogía un par de juguetes del piso y se movía inquieta. La conversación con Maximiliano le había ayudado mucho y llegó a la conclusión que necesita personas de confianza. —¿Quieres un café? ¿Un té? ¿Un refresco? —preguntó Julieta, tratando de