142El cuarto de Julieta era oscuro y silencioso, una jaula lujosa pero sin vida. Habían pasado varios días desde que la habían traído aquí, y la monotonía, junto con el aislamiento, comenzaba a desgastarla. Julieta sentía su paciencia agotarse y la necesidad de encontrar una salida, pero, con cada intento de resistencia, la vigilancia a su alrededor solo se hacía más fuerte.Esa tarde, mientras se mantenía despierta en la penumbra, oyó el sonido pesado de la puerta abriéndose. Entró la mujer robusta, con su andar firme y esa expresión de indiferencia que siempre traía consigo. En sus brazos, sostenía un vestido de noche negr.o, simple y elegante, que dejaba claro que no era cualquier atuendo.—Vístase —dijo la mujer, dejando el vestido sobre la cama. Su tono era frío y definitivo, con un fuerte acento ruso que hacía sus palabras aún más ásperas—. El señor la espera para cenar, tiene dos horas.Julieta la miró con desafío y negó con la cabeza, frunciendo el ceño.—No pienso ir —re
143Tomás había pasado noches enteras en su taller, apenas permitiéndose un descanso en su obsesión por que cada detalle fuera perfecto. La emoción y la presión del próximo show lo mantenían en vilo, tanto que apenas notaba el cansancio acumulado. Fabricio aparecía en el taller cada día sin falta, con una sonrisa tranquila y una bolsa llena de comida. Cada vez que le dejaba una bandeja con algo nutritivo y equilibrado, algo que lo mantuviera fuerte, Tomás sentía que su corazón latía más rápido, llenándose de gratitud y amor. Nunca dejaba de pensar en los cuatro largos años que había esperado para estar con él, y ahora, allí estaba Fabricio, cuidándolo y apoyándolo como siempre había deseado.Tomás miraba a Fabricio de reojo mientras devoraba la ensalada y los bocados de proteínas que él le traía. En esos momentos, sentía que nada podría salir mal, que todo tenía sentido. Sin embargo, aquella mañana, cuando apenas comenzaba a organizar algunas telas, su nuevo asistente, Carmelo, lleg
144Tomás tenía el teléfono en la mano de forma temblorosa, apenas asimilando las palabras de Maximiliano. Su mente, normalmente rápida y organizada, parecía un caos mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. En el silencio de su taller, el zumbido de las máquinas parecía apagarse, y Tomás sintió que su entorno se desvanecía.Fabricio, que estaba cerca, percibió el shock en el rostro de Tomás y se acercó sin decir palabra, ofreciéndose como un pilar de apoyo. Tomás se apoyó en él, inhalando profundamente en un intento de calmar el nudo de ansiedad que se formaba en su pecho. Agradeció en silencio la presencia de Fabricio, pero su rostro pronto se llenó de furia y determinación.—¿Qué demonios ha pasado, Max? ¿Dónde está Julieta? —exigió Tomás, con un tono que revelaba una mezcla de desesperación y rabia.Del otro lado del teléfono, la voz de Max sonaba agotada pero firme.—No puedo explicarte todo por aquí, Tomás. Esto es demasiado serio para una llamada. Ven a la To
145En la nocheHoras después, Callum llegó a la casa. Su rostro reflejaba un cansancio profundo, y al mirar su teléfono, se dio cuenta de que estaba sin batería, lo que explicaba por qué no había recibido las llamadas de Isabel. Al entrar, el silencio lo envolvió de inmediato; una quietud pesada, casi tangible, que parecía gritar la ausencia de ella. —Isabel… —su frase fue interrumpida cuando miró la mesa y notó la cena intacta, las velas consumidas hasta casi apagarse. Todo parecía una fotografía de una noche que había sido preparada con esmero, pero interrumpida en el momento de su apogeo.Sintió una punzada de culpa atravesarle el pecho. Había intentado ponerse en contacto con Isabel al ver la hora, consciente de que su conversación con Arabella se había extendido mucho más de lo previsto. Aunque no sentía nada por ella, la inesperada llamada de Arabella para hablar de Terrence lo hizo perder la noción del tiempo y, de alguna manera, lo habían atrapado. Sin embargo, ahora, vie
146En la nocheIsabel subió al primer autobús que encontró, apenas alcanzando a comprar su boleto antes de que las puertas se cerraran. El destino no le importaba; en realidad, ni siquiera se había dado cuenta de que el cartel decía “Montana”. Sólo quería irse, huir de Nueva York antes de que la ciudad, junto con todos los recuerdos que dejaba atrás, la asfixiara completamente.Pagó el boleto en efectivo, usando el dinero que la madre de Callum le había dado, y en ese instante sintió que cortaba el último lazo con todo lo que había conocido. Mientras se acomodaba en el asiento junto a la ventana, las lágrimas volvieron a caer, una tras otra, dejando un rastro amargo sobre sus mejillas.No había dejado de llorar desde que tomó la decisión de marcharse.“¿Cómo había llegado a este punto?” Pensó, con Callum había encontrado a alguien que realmente la valorara y la respetara, alguien lo podría amarla sinceramente. Lo idealizó, casi lo idolatró, por cómo la había ayudado cuando su ex
147Tomás estaba en la oficina de Maximiliano, rodeado por el ambiente tenso que había traído el secuestro de Julieta. Apenas podía pensar con claridad; la preocupación le nublaba la mente. De repente, pensó en alguien que también estaba cercana a Julieta: Isabel.Durante los meses en los que Julieta había estado en Ginebra, él e Isabel se habían vuelto inseparables, y ella sabría cómo apoyarlo en este momento de desesperación.Sacó su teléfono y, con manos temblorosas, marcó el número de Isabel. La voz de ella respondió en un susurro.—¿Hola? —casi no se escucha su voz, pero debido a la preocupación de Tomás él no lo notó.—Isabel… —¿Tomás? ¿Qué sucede? —preguntó Isabel, captando inmediatamente el tono grave de su voz.Tomás se apartó un poco de la oficina, buscando un rincón donde poder hablar en privado. Isabel se sentó en la cama, había llegado hace unas horas y buscó un hotel barato lista para más tarde buscar trabajo y un casa cuando la llamada de Tomás interrumpió su de
148Isabel ya estando en un hotel luego de tomar el primer vuelo disponible y, sin perder tiempo, tomó un taxi hacia la dirección que recordaba, el lugar donde Dimitri Antonov había instalado su guarida en las afueras de la ciudad. A medida que el auto se alejaba de la civilización y los edificios se volvían menos frecuentes, el nerviosismo se transformó en adrenalina pura. Se repitió mentalmente que haría lo necesario para salvar a Julieta, sin importar el riesgo.Después de un largo trayecto, el taxi se detuvo en una carretera solitaria que ascendía hacia una montaña, Isabel se bajó y el conductor se le queda viendo serio.—Señorita… ¿Seguro que es la dirección correcta? —pregunta preocupado, pero sin juzgarla.—Sí, aquí es. Gracias —puso cara amable— necesito que entregue este sobre a esa dirección que tiene allí y aquí tiene el pago de todo. Si hace falta más estoy segura que el señor Hawks le pagará, dígale que el sobre viene de Julieta Beaumont.—Muy bien, lo haré —dijo el h
149Esa mañana Dimitri Antonov entró en la Torre Hawks Holding con la seguridad y arrogancia de un hombre que no solo controlaba la situación, sino también la vida de Maximiliano. Su porte altivo y sonrisa arrogante hicieron que los empleados desviaran la mirada, incómodos por la presencia de un hombre que exudaba peligro. Lo guiaron directamente a una de las salas de juntas, en cuanto Max se enteró que ese hombre estaba aquí y le pidió a Marcelo que no dieran la alerta ala policía. Dimitri esperó en esa sala, sereno, como si fuera el dueño de todo el lugar.—Juguemos un poco, Hawks —dijo a la vacía sala.Pocos minutos después, Maximiliano apareció, acompañado de Marcelo.—Antonov… ¿Qué haces aquí? ¿Julieta está bien? —pregunta Max sin rodeos.La tensión en el aire era palpable mientras se acercaban a Dimitri, quien observaba cada movimiento con una mirada casi divertida. Dimitri levantó una mano, deteniendo a ambos con una sonrisa calculadora.—Quiero que estemos a solas, Max