147. La clave

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Tomás estaba en la oficina de Maximiliano, rodeado por el ambiente tenso que había traído el secuestro de Julieta. Apenas podía pensar con claridad; la preocupación le nublaba la mente. De repente, pensó en alguien que también estaba cercana a Julieta: Isabel.

Durante los meses en los que Julieta había estado en Ginebra, él e Isabel se habían vuelto inseparables, y ella sabría cómo apoyarlo en este momento de desesperación.

Sacó su teléfono y, con manos temblorosas, marcó el número de Isabel. La voz de ella respondió en un susurro.

—¿Hola? —casi no se escucha su voz, pero debido a la preocupación de Tomás él no lo notó.

—Isabel…

—¿Tomás? ¿Qué sucede? —preguntó Isabel, captando inmediatamente el tono grave de su voz.

Tomás se apartó un poco de la oficina, buscando un rincón donde poder hablar en privado. Isabel se sentó en la cama, había llegado hace unas horas y buscó un hotel barato lista para más tarde buscar trabajo y un casa cuando la llamada de Tomás interrumpió su de
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