150. Un taxista

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En la Oficina de Maximiliano

La atmósfera en la oficina de Maximiliano Hawks estaba cargada de expectación. Todos lo observaban, esperando respuestas, mientras él revisaba el informe que le había dado Marcelo y mientras le dio a todos la foto, que mostraba que Julieta estaba bien. La expresión de Tomás, sin embargo, era de furia contenida; murmuraba con amargura para sí mismo:

—Es un imbécil… ¿Qué le estará haciendo a mi niña? —pensó en voz alta, con una expresión sombría—. Lo pagará.

Maximiliano apenas escuchó su murmullo, pero alzó una mano para calmarlo.

—No te preocupes —dijo, intentando proyectar tranquilidad— lo haré pagar por ahora hay que jugar su juego.

Justo en ese momento, uno de los asistentes irrumpió en la oficina, interrumpiendo la reunión.

—Disculpe que lo moleste, señor Hawks, pero hay alguien abajo que insiste en hablar con usted —se miraba cauteloso. Todos en la oficina tenían rostros sombríos.

Maximiliano soltó un suspiro, cansado.

—No estoy para nadie
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